Antes decían a los niños: “Si te portas mal, te lleva el Coco”. El Coco es un ser mítico que anda con un gran saco para llevarse a los malos...
Hoy dicen: “Si te portas mal, te lleva Bukele, el rey de El Salvador”. A su mítica cárcel llamada CECOT llevarán a todos mal portados, no sólo los salvadoreños de los barrios pobres, sino a los mal portados de todo el mundo que están invadiendo Estados Unidos.
El gobierno Trump, en persona de su secretaria de Seguridad Interna, Kristi Noem, lo dice así a los inmigrantes: “Quiero que sepan, si vienen a nuestro país ilegalmente, estas son las consecuencias que enfrentarán: Serán detenidos, serán procesados y terminarán en esta cárcel (se voltea hacía la celda llena de reos rapados detrás de ella), si cometen crímenes contra el pueblo americano” (En su visita guiada al CECOT).
Es ahí donde el Coco Bukele se lleva a los mal portados: una cárcel descrita como campo de concentración.
Bukele ya tiene a más de 100 mil mal portados en sus cárceles -entre ellos unos 15 mil, en la mayoría pandilleros condenados, en el CECOT. ¿Cuántos de ellos son inocentes? Nadie sabe.
Ahora se suman 238 venezolanos y 23 salvadoreños deportados en un operativo aéreo nocturno ultrasecreto por órdenes directas de Donald Trump, sin que algún juez haya revisado caso por caso si merecen deportación y si su traslado a El Salvador es legal. Por lo contrario, un juez federal de distrito explícitamente ordenó al gobierno suspender estos vuelos a El Salvador.
Hablemos de los 23 salvadoreños que llegaron en estos vuelos y ahora están en el CECOT. Dicen que todos son criminales, pero hay dudas de esto, porque no han presentado sus antecedentes policiales y penales de Estados Unidos. Si los hubieran deportado de la manera “normal”, como en los otros 22 aviones que este año han llegado a El Salvador con migrantes repatriados, a cada uno de ellos lo tendrían que haber presentado a un juez que determine si en Salvador existe causa penal contra ellos. Hubieran sido los jueces quienes decretarían órdenes de captura o cartas de libertad. Pero esto no está pasando con los 23 deportados que desaparecieron en las celdas del CECOT, donde no existe control judicial sobre los reos ni acceso a defensores.
Igual es la situación de los venezolanos. En el caso de ellos, medios estadounidenses como Univisión han revisado caso por caso sus antecedentes y resulta que es mentira que sean criminales o incluso “terroristas”, como los llama la Secretaria Kristi Noem. Apenas de uno de los 238 hay acusaciones relacionadas con la pandilla venezolana Tren de Aragua, y apenas 11 han sido investigados por delitos, ninguno de carácter terrorista. Todo es mentira. Mentira de Trump y mentira de Bukele.
¿Por qué hacen todo esto? ¿Por qué se meten en el lío de violar una orden judicial? ¿Por qué a los venezolanos no los deportan a su país? ¿Por qué hacen todo esto acompañado de una gran campaña propagandística, tanto en Estados Unidos como en El Salvador, sabiendo que va a causar indignación a nivel mundial?
La respuesta es evidente: Quieren asustar a los inmigrantes. Quieren que bajo la amenaza de terminar en el CECOT los migrantes que están en Estados Unidos sin autorización se “auto deporten”– y que los inmigrantes en camino a Estados Unidos, decenas de miles de ellos acampados en México, ni piensen acercarse a la frontera.
En la Unión Soviética de la era de Stalin la gran amenaza se llamaba Siberia. Y así es en la Rusia de Putin. Si te portas mal, terminás en Siberia.
En El Salvador de Bukele, la Siberia se llama CECOT, Izalco o Mariona. Cada joven en cada barrio pobre tiene esta amenaza en la cabeza.
Y a partir de esta visita de Kristi Noem a El Salvador y su anuncio, compartido con Nayib Bukele, que serán muchos otros vuelos que lleven deportados de Estados Unidos al CECOT, también en el norte, en los barrios de los inmigrantes, Siberia se llama CECOT.
Hay otra razón, tanto para Donald Trump como para Nayib Bukele, de hacer de una flagrante violación al derecho un súper show: Para mostrar que lo pueden hacer. Para mostrar que pueden hacerlo, aunque leyes, convenios internacionales y constituciones lo prohíban.
Así están las cosas en Estados Unidos y en El Salvador.
Que cada uno saque sus conclusiones y decida qué hacer.
Saludos,
Paolo Lüers