Señores funcionarios:
¿Cómo es posible que mientras nuestro presidente ofrece exención de impuestos a quienes quieren invertir en empresas tecnológicas en El Salvador y pone a la venta pasaportes salvadoreños a talento humano calificado extranjero, es Costa Rica que está convirtiéndose en el “Silicon Valley de América Latina”? No lo dice el presidente de Costa Rica, sino el New York Times. Costa Rica está construyendo las bases para su industria tecnológica - silenciosamente, sin fuegos artificiales, mientras Nayib Bukele inaugura, con gran despliegue de publicidad la sede de Google en San Salvador, luego de firmar con esta empresa un convenio, pero no de inversión, sino de compra de servicios que nos van a costar 500 millones de dólares.
Los ticos tienen años de crear en su país una industria de alta tecnología, especializada en equipos para exámenes y tratamientos médicos – un nicho, que han llenado con inteligencia y paciencia. Ahora, cuando Estados Unidos trata de salir de su peligrosa dependencia de China en el suministro de chips o otros elementos indispensables para la revolución digital y la creciendo industria de inteligencia artificial, no mira hacía El Salvador, sino hacia Costa Rica, invirtiendo en proyectos grandes de producción de chips.
Surgió el término “nearshoring”: en vez de seguir migrando su producción hacia países lejanos de bajos costos, como China, cayendo en dependencia de su máximo competidor y adversario geopolítico, ahora quieren asegurar el suministro de productos tecnológicos en países cercanos y confiables. Bajo esta tendencia, Estados Unidos ha invertido en muchas fábricas en México, sobre todo en la franja fronteriza. Hasta los hondureños se han aprovechado de estas inversiones, mientras El Salvador ha quedado fuera del juego. Así se explica que Honduras tiene un crecimiento económico marcadamente más alto que nuestro país y que nosotros tenemos la inversión extranjera más baja de toda la región.
Y ahora, cuando Estados Unidos necesita nuevas y más confiables líneas de suministro de chips, miran hacía Costa Rica, porque a diferencia del resto de Centroamérica tiene dos elementos indispensables para la inversión extranjera: una fuerza laboral calificada y seguridad jurídica.
Hay que enfrentar la triste realidad: en ambos campos El Salvador no puede competir con Costa Rica ni con México. Ustedes, quienes tienen el control del gobierno y sus apuestas estratégicas, han sistemáticamente erosionado la seguridad jurídica y en cuanto a tecnología han desarrollado una fanfarronería y un discurso mentiroso alrededor del Bitcoin, pero no han invertido nada en la formación de una fuerza laboral apta para industrias tecnológicas. Han destruido el Insaforp y han dejado morir de hambre la única universidad pública. Han prometido nuevas universidades, pero construido cárceles.
La única industria tecnológica que han promovido es la de las “granjas de Bitcoin”, instalaciones gigantescas de computación, que no generan empleos y mal gastan la energía geotérmica.
Lo que está pasando en Costa Rica, es resultado de un modelo contrario al que predica Nayib Bukele. Los ticos invierten en educación y cuidan sus instituciones democráticas, que garantizan seguridad jurídica. Ahora están cosechando los frutos – y nos están comiendo el mandado. Desarrollo tecnológico y económico no se genera con propaganda ni gastando 500 millones de dólares para contratar los servicios de Google, se genera construyendo las condiciones para que este tipo de empresas inviertan y produzcan en el país.
De nada sirve tener en Casa Presidencial un montón de inútiles cobrando sueldos en entidades como la “Secretaría de Innovación” o la “Comisión de Proyectos Estratégicos”, cuando no hay fondos para educación e investigación – y cuando resulta que el titular de una de estas entidades usó su cargo para vender privilegios a empresas farsantes.
Hay que felicitar a Costa Rica y las empresas que invierten en este país. Ojala algún día haya condiciones para que inviertan en El Salvador.
Saludos, Paolo Luers