Querida Rosa:
Como esta carta es pública, no puedo poner tu verdadero nombre, ni el de tu hijo, ni dónde viven. Pero tú vas a entender para quién es. Y muchas otras madres, también.
Luego de varios años de no platicar, me hablaste anteayer para contarme que en una redada se llevaron a Mario, tu hijo. No lo puedo creer. Todavía lo veo como el bichito que conocí hace 5 años, cuando él tenía 12. Todavía tengo fotos de él jugando fútbol en la cancha y andando en patines. ¿Recuerdas que yo había llegado a la colonia con una periodista alemana que quería conocer una “colonia peligrosa”? Yo tomé las fotos para su reportaje.
Vimos a Mario en la cancha y lo queríamos entrevistar. Me dijo: Mejor hable antes con mi mamá, y nos llevó a tu casa.
Lo recuerdo como si hubiera sido ayer. Nos hiciste café, mandaste al bicho a la tienda para comprar pan dulce, pero realmente querías que no escuchara la plática. Y me contaste que la pandilla estaba queriendo jalar a tu hijo, que ya lo estaban amenazando. Y que también los policías andaban taloneándolo, porque lo habían visto jugando fútbol en la misma cancha donde juegan los pandilleros.
Vos no podías saber que yo tenía forma de hablar con el mero mero de la pandilla en tu colonia, porque lo había entrevistado unos días antes, para el mismo reportaje, y porque él me conocía como amigo de Raúl Mijango, el hombre de la tregua. Como esto era algo delicado, preferí decirte que no podía hacer nada. Tampoco quería despertar expectativas falsas.
Logré contactar al pandillero. Me citó en un McDonald’s. Le expliqué la situación de tu hijo y le pedí dejarlo en paz. “¿Y vos qué tenés que ver?’, me preguntó. “Soy amigo de la familia. Es gente buena, dejen estudiar al bicho”. Me lo prometió.
Dejé pasar unas semanas antes de ir otra vez a tu casa para ver qué había pasado con Mario. No te conté nada sobre la plática con el cabecilla, sólo te pregunté si tu hijo había tenido problemas. Me contaste que no, que los pandilleros le habían dicho que “no hay pedo”, que no se preocupara. Me diste tu teléfono, para cualquier cosa... Y con una sonrisa pícara me dijiste: “¿Usted cree que no me iba a dar cuenta que fue usted quien habló con ‘los bichos’? Ellos mismos se lo contaron a Mario”.
Luego hablamos de vez en cuando, me diste reportes de Mario: que iba bien en la escuela, que ‘los bichos’ ya no le molestaban, que tenía novia y que ya no iba a la cancha, porque siempre le molestaban los policías.
Luego ya no supe más de ustedes, hasta ayer, cuando me hablaste para contarme que los soldados se habían llevado a Mario y a varios más, que lo habían golpeado, y que no sabías dónde estaba. Me preguntaste si yo podía ayudar, siendo periodista, porque no conocía a nadie más a quién recurrir...
Vos no pudiste saber que yo soy el menos indicado para interceder ante las autoridades, más estaría hundiendo al bicho. Así de patas arriba está nuestro país, que uno tiene más posibilidades de razonar con un pandillero que con las autoridades encargadas de nuestra seguridad. Lo único que pude hacer fue pasar tu caso a un abogado que les podrá asesorar. El hombre ya se está moviendo, aunque por órdenes superiores no están soltando a nadie. No por órdenes de un juez, sino del presidente de la República. Y recuerdo que vos me contaste que votaste por él...
Me siento igual de impotente que vos ante el viraje a la locura que nuevamente ha dado el país. Otra vez, muertos que no tenían que haber muerto. Otra vez, cientos de jóvenes, que tendrían que estar en sus escuelas, pero por órdenes del presidente están en la cárcel, sean culpables o no. Otra vez, un paso más a militarizar la policía. Otra vez, el gobierno aprovechando la coyuntura para intimidar a los jueces y para suspender garantías constitucionales. Tal vez, con suerte, el estado de sitio y las redadas masivas van a pasar, pero el gobierno se quedará con los instrumentos para reprimir a cualquiera en el futuro.
Así que hoy tu hijo y vos son las víctimas directas, igual que las familias de los 80 homicidios y de no sé cuántos detenidos inocentes y sus madres. Pero pronto todos vamos a sentir las consecuencias.
Espero que pronto logres recuperar a tu hijo sano y cuerdo.
Saludos, Paolo Luers