Presidente:
Usted declaró la guerra a las pandillas. En un acto oficial y televisado de juramentación de soldados. No les amenazó, como debiera ser, con la aplicación firme de la ley. Tampoco se limitó a decir que va a combatir el crimen organizado. No, les declaró la guerra. Y desde entonces, usa 10 veces al día y otras 10 veces cada noche el hashtag #GuerraContraPandillas. Es más, en su discurso amenazó públicamente a someter a los pandilleros presos a tortura, mediante la privación de alimentos. “Cero comida”.
Usted posiblemente no sabe -porque estas cosas le valen un comino- que quien en una guerra somete a los prisioneros de guerra a tortura y tratos crueles o los manda a matar, comete crímenes de guerra, según el derecho internacional contemplado en convenios firmados por nuestro país. Usted terminará siendo un criminal de guerra si realmente cumple sus amenazas. Pero una declaración de guerra tendrá otra consecuencia aún más grave.
Hay un dicho popular que dice: “Si guerra quiere, guerra tendrá”. Una vez declarada la guerra por parte de usted; una vez repetida esta declaración sistemáticamente en discursos y tuits del presidente; y una vez es repetida a la saciedad por el coro de aplauso oficial de sus ministros y de la orquesta cacofónica de sus seguidores y troles, todo depende de si usted realmente cumplirá sus amenazas o si esto resultará otra vez un bluff, uno de sus anuncios propagandísticos grandilocuentes.
Si la amenaza no es en vano y sólo un bluff, sino algo que usted es suficientemente demente para poner en práctica, ¿cuál piensa qué será la reacción de los 22,000 pandilleros en las cárceles y de los -según usted- 64,000 pandilleros que andan libres (70,000 - 6,000 menos detenidos)?
¿Usted cree que los 22,000 pandilleros estarán tranquilitos en sus celdas, una vez que les quitan la comida, toda la comida, como usted dijo? ¿Usted cree que el sistema penitenciario está preparado para un motín masivo de 22,000 reos que ya no tienen nada que perder?
Entonces, a lo mejor estas amenazas son simplemente otro engreimiento suyo. Ojalá. Pero, entonces, ¿qué significaría esto? Sería la prueba que usted está jugando con todo el país y su anhelo de tener seguridad y paz. Sería la prueba de que usted habla de guerra, pero usa sus conductos clandestinos para decir a las ranflas que comandan a las pandillas que “no se preocupen, yo tengo que decir esto, pero nada de esto va a pasar, mucho menos a ustedes...”
Bueno, sus conductos ya no son tan secretos. Está suficientemente investigado (por los medios y por el FBI) que se trata de su carcelero en jefe, Osiris Luna, y de Carlos “El Slipt” Marroquín, a quien tiene en Gobernación encabezando la “dirección de reconstrucción de tejido social”, que sepa dios qué es y qué otra cosa hace...
En este dilema -de guerra declarada y sus consecuencias posiblemente fatales para su gobierno- no me extraña que necesitan una Ley Mordaza para callar las voces que podrían denunciar y documentar su peligroso juego con la guerra. Pero esto tampoco les va a funcionar. La verdad siempre se sabe, tarde o temprano. Algún pandillero hablará, y algún periodista y algún medio tendrán el valor de reportarlo.
¿Usted cree que de este dilema saldrán haciendo reuniones de su gabinete de guerra a las 2 o 3 de la madrugada y publicitarlas, para que todo el mundo vea que usted y sus lugartenientes están día y noche combatiendo el mal? Ni Volodimir Zelenski, el presidente de Ucrania, hace esto. Bueno, no tiene necesidad de hacerlo, porque nadie tiene duda que su país está en guerra y que el presidente está a la cabeza de su defensa.
Usted está en el mal negocio de hacerse demasiados enemigos al mismo tiempo, y esto nunca termina bien. A corto plazo, usted puede cosechar aplausos. Pero como dicen, “se puede engañar a algunos todo el tiempo, o a todos durante cierto tiempo, pero no se puede engañar a todos todo el tiempo”.
Usted no lo cree, pero ya verá.
Atentamente, Paolo Lüers