Antes del 8 de noviembre, día de las elecciones de medio tiempo en Estados Unidos, me dejé deprimir por los augurios negros que vaticinaban una victoria aplastante del Partido Republicano, o más bien de su parte más recalcitrante, racista y autoritaria, el movimiento ‘Make America Great Again’ de Donald Trump.
Uno se preguntaba: ¿Será esto el pistoletazo de salida para el comeback de Trump a la Casa Blanca? ¿Será posible que haya una mayoría de ciudadanos de Estados Unidos que apoye a un extremista que ha demostrado su intención de destruir la democracia?
Si fuera así, tendríamos que enfrentar la triste realidad de que la democracia se encuentra en retroceso a nivel mundial. Recapitulemos: Un gobernante que abiertamente desmonta la democracia y el Estado de derecho, como lo hace Bukele, tiene el apoyo de 80% de su pueblo para reelegirse inconstitucionalmente. Extremistas ultraderechistas como Marine le Pen y Jair Bolsonaro llegaron muy cerca de ganar las elecciones presidenciales en Francia y Brasil, respectivamente. La dirigente neofascista Giorgia Meloni ganó las elecciones en Italia. En China la dictadura del partido comunista se ha convertido en una dictadura personal de un líder iluminado. Las democracias del mundo no han encontrado formas de sacar del poder y ni siquiera de moderar los regímenes tiránicos y violadores sistemáticos de los derechos humanos en Rusia e Irán.
Pero las elecciones en Estados Unidos no le dieron a Trump la luz verde para su campaña que esperaba. Los republicanos no lograron un triunfo aplastante. Muchos de los candidatos extremistas, escogidos e impulsados por Trump, fracasaron. Todavía no está claro si el Congreso tendrá una mayoría de demócratas o de republicanos, pero sí es claro que no será controlado por Trump. Resulta que la democracia estadounidense es más sólida de lo que muchos pensaban, ya que la gente votó mayoritariamente por candidatos del partido Demócrata y por republicanos moderados, o sea por una amplia mayoría que va a defender la democracia.
Buenas noticias, particularmente para El Salvador. No habrá la ruptura del consenso bipartidario sobre política exterior, que Bukele hubiera deseado. Washington seguirá insistiendo en que Centroamérica no avance en la destrucción de la democracia y del Estado de derecho. No hay nada que celebrar para Bukele.
Los dirigentes de Nuevas Ideas dieron a sus activistas en Estados Unidos la instrucción de organizar un boicot electoral a la congresista Norma Torres en el distrito 35 de California, por sus insistentes críticas a Bukele. Fracasaron, Norma Torres seguirá siendo la voz de Centroamérica en el Congreso, una voz democrática y combativa.
Los dirigentes de Nuevas Ideas querían que esta función de la voz de Centroamérica la asumiera una mujer de origen salvadoreña, seguidora de Trump y Bukele, la candidata republicana Yelsi Vega. En Twitter los golondrinos ya celebraron su triunfo, pero luego borraron sus tuits, porque era mentira. Esta señora, que corrió en el distrito 7 de Virginia, no ganó. El intento de Nuevas Ideas de influir en las elecciones de Estados Unidos fracasó.
Tal vez la democracia es más robusta y resiliente, no sólo en Estados Unidos, sino en el mundo. Putin va a perder la guerra que inició contra Ucrania, y con esto tal vez caer y abrir el camino a una Rusia democrática. Daniel Ortega y Nicolás Maduro se aferran al poder, pero perdieron, de una vez por todas, su incidencia en América Latina, incluyendo en la izquierda. Lula, quien regresa al poder en Brasil, es demasiado oportunista como para alinearse con Cuba, Venezuela y Nicaragua; se va a alinear con las izquierdas nuevas en Colombia y Chile. Quien sea que resulte sucesor de Andrés Manuel López Obrador en México va a moderar la política mexicana y le quitaría el filo antidemocrático. En Irán, la rebelión ya no es de mujeres, sino de un amplio movimiento popular y la tiranía de los Ayatolas no va a resistir.
La democracia no está perdida. Vale la pena seguir luchar para defenderla y hacerla más sólida.
Saludos, Paolo Luers