Estimados amigos:
¡Qué lección están dando ustedes al mundo –y muy en particular a nosotros. Mientras en El Salvador la mafia corrupta y autoritaria está ebria de poder celebrando de antemano su triunfo en unas elecciones que ya las decidieron con los cambios de todas las reglas a su favor, en Guatemala está de fiesta el pueblo, celebrando el triunfo de la democracia contra todas las maniobras de la mafia corrupta.
Mientras que en nuestro país la demagogia y la anti-política parecen triunfar sobre la racionalidad y el pluralismo, en Guatemala está resurgiendo la política como el arte de producir cambios de manera concertada.
Mientras que en El Salvador el pluralismo democrático está al punto de ser sustituido por un régimen unipartidario, personalista, corporativo y concentrador del poder, en Guatemala vemos la cara victoriosa de una sociedad multiétnica, multicultural, plural y descentralizada.
Mientras que en El Salvador hay una mayoría que ya no cree en la política, en la movilización social, en el debate intelectual y político, en Guatemala presenciamos el nacimiento de una sociedad crítica y soberana, que no permitió la continuidad de los corruptos en el poder.
Desde que, en contra de todos los pronósticos, en la primera ronda electoral surgió con fuerza una alternativa, liderada por un partido hasta entonces muy minoritario y un candidato presidencial muy poco carismático, y cuando esta nueva fuerza mostró capacidad de vencer todos los obstáculos que el viejo régimen les puso, todos comenzamos a hablar del milagro guatemalteco. Uno habla de milagro cuando no logre explicarse qué está pasando. Hoy nos damos cuenta que el triunfo de la democracia sobre las mafias corruptas, y el triunfo de Bernardo Arévalo y su partido Semilla sobre los partidos comprometidos con la corrupción no tiene nada de milagro. Hemos visto nada menos que el resurgimiento de la política en su sentido positivo, constructivo, creativo y concertador.
Durante el largo día domingo 14 de enero en Guatemala, cuando parecía que en el último momento la democracia iba a fracasar y que las fuerzas del mal no iban a permitir a Bernardo Arévalo de tomar posesión de la presidencia, me quedé con una gran duda: ¿Cómo se explica la actitud tan calmada, estoica, paciente de este líder? ¿No era más bien hora de golpear la mesa, mandar al carajo a la Asamblea, declararse presidente, tomar el mando y aprovechar la enorme movilización popular para hacerle un golpe de estado al golpe de estado? A los que dudamos nos faltó lo que don Bernardo y el liderazgo de Semilla tenía de sobra: confianza en la política. Lo que ellos lograron y lo que al final les dio el triunfo sobre los intentos de golpe de estado era pura política. Lograron crear al mismo tiempo una amplia concertación popular, que se expresaba en las calles, con un protagonismo nunca visto de las comunidades indígenas, actuando juntas con una élite cultural e intelectual liberal de la clase media. Al mismo tiempo -y bajo otra lógica totalmente diferente- lograron construir una nueva mayoría legislativa, tejiendo alianzas con partidos y sectores que acaban de derrotar. Por esto, en el momento que bajo la presión popular e internacional se logró constituir el nuevo Congreso, todo se resolvió, porque el terreno estaba preparado. Entre estas dos alianzas hay una dialéctica: Sin ver el abrumador apoyo popular, ningún otro partido se hubiera aliado jamás con Semilla en la Asamblea. Y la tercera gran alianza que lograron tejer es la internacional. Tenían reunidos hasta al rey de España y numerosos presidentes y cancilleres, quienes en unísono apoyaron la toma de poder de Arévalo. Mostraron estrategia y disciplina en tres terrenos de la política. Dieron cátedra..
El presidente electo estaba tan tranquilo y nunca llegó al punto de perder las estribos y llamar a la violencia, porque estaba seguro de su estrategia concertadora. El nuevo liderazgo guatemalteco apostó todo a la política, confiaba en la política, sin buscar atajos. Solo así un liderazgo puede restablecer la confianza de la sociedad en la política. Lo que presenciamos en Guatemala fue una muestra de madurez democrática, que hace pocos meses nadie hubiera esperado, ni de Arévalo, ni de Semilla, ni de Guatemala. Un triunfo de la política.
Como esta carta sale publicada el 16 de enero, por rigor tiene que proponerse reivindicar el sentido y valor histórico de los Acuerdos de Paz, que firmamos como país el 16 de enero del año 1992. Igual como la transición democrática actual en Guatemala, la paz salvadoreña del 92 fue un triunfo ejemplar de la política sobre la violencia; del pluralismo sobre la concentración del poder; de la concertación sobre la imposición.
Es por esto que con tanto odio Nuevas Ideas ataca a la memoria de la paz lograda por vía del diálogo. El Bukelismo odia el diálogo y ama el monólogo. En su discurso anti-histórico, anti-político y anti-democrático miente tanto, que la gente ya no cree en ninguna verdad. En El Salvador ya no valen nada nuestro pasado de rebeldía, ni de patriotismo, y mucho menos la gesta de la paz. Hemos perdido la fe en la política y sus componentes centrales: la ética, la racionalidad, el debate, el diálogo, la concertación. El gobierno actual ha logrado establecer una realidad paralela, en la cual los que lucharon por el cambio social, la democracia y la paz son presentados como villanos, porque no se adaptan al nuevo régimen, rechazan el culto a la personalidad y denuncian el resurgimiento del militarismo y de la doctrina de Seguridad Nacional, que sirve de pretexto para la represión.
Guatemala es el ejemplo de que esta crisis de valores como la está sufriendo la sociedad salvadoreña, no es permanente. Las mentiras se agotan y las sociedades se despiertan. La política como arte de construir consensos no resurge por milagro, sino necesita personas y grupos que la construyan con paciencia -como lo hizo Semilla junto con muchos otros en Guatemala. Esta es la tarea, que la sociedad salvadoreña tiene que asumir - con paciencia, con creatividad y con terquedad - mucho más allá de las elecciones actuales.
Mientras tanto, aprendamos todo lo que podamos de nuestros vecinos en GuateBuena. El enero 1992 salvadoreño y el enero 2024 guatemalteco quedarán como fechas fundacionales de Centroamérica.
Saludos, Paolo Lüers