Antes de iniciar con la lectura de esta nota, el lector debe hacer un ejercicio de reflexión y hacerse las siguientes preguntas: ¿estoy gastando cada vez más dinero en alimentos?, ¿he dejado de comprar algún tipo de comida porque mi salario ya no lo cubre?, o ¿está pasando lo mismo en todas partes del mundo?
Hacemos este énfasis porque el precio de los alimentos en El Salvador aumenta con más velocidad que en el resto de países de Centroamérica. Eso es lo que se puede comprobar al comparar las cifras oficiales de inflación mensual en este rubro a finales de 2023 de cada uno de los países de la región.
En diciembre, los precios de los alimentos y de las bebidas no alcohólicas en El Salvador aumentaron un 3.98% respecto a los de noviembre, según el Índice de Precios al Consumidor (IPC) del Banco Central de Reserva (BCR). Es decir que, de cada $100 gastados en alimentos, los salvadoreños tuvieron que destinar casi $4 extra de un mes a otro.
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Nicaragua es el segundo país de la región en el que la comida se volvió más cara con mayor velocidad en diciembre de 2023 respecto a noviembre. Pero este aumento es de 2.69%, más de un punto porcentual menos que en nuestra nación. El resto de países mantiene niveles iguales o inferiores al 2%.
Para la economista Tatiana Marroquín, una primera explicación para el fenómeno es que El Salvador no cuenta con una moneda propia, lo que provoca que no pueda aplicar algún tipo de política monetaria para contrarrestar la inflación. Sin embargo, esto se queda corto cuando se verifica que la inflación general de El Salvador, de 1.23 %, es menor a la de otros países, como Nicaragua.
Eso es porque la inflación en los alimentos en El Salvador ha sido mayor al promedio de los demás rubros en cada mes de 2023. Esa relación ha llegado, incluso, al triple: en junio del pasado año, la variación mensual general respecto al periodo anterior fue del 1 %, pero la de los alimentos llegó al 3%.
Para Marroquín, esto es un síntoma de que la mayoría de productos con los que nos alimentamos provienen del exterior, es decir, que El Salvador no cuenta con la capacidad de producir la comida que consume. Así, cuando los precios aumentan en un país exportador, tales alzas se trasladan al precio con el que se compra desde nuestra nación.
“Por más que la Defensoría del Consumidor se esfuerce por verificar los precios, no se van a poder bajar porque ya vienen así desde afuera”, comenta Marroquín.
Que la comida en El Salvador se encarece a pasos agigantados es un hecho: solo basta comparar el precio de la canasta básica de inicios de 2021 ($199.24) con el último dato disponible, el de noviembre de 2023 ($255.60) para verificar que un ciudadano común debe destinar más de $55 extras hoy que hace dos años para comida elemental, el 15% de un salario mínimo en el ramo de servicios.
Para el economista Alfonso Goitia, existe una displicencia por parte del Gobierno central con el tema, sobre todo si se toma en cuenta que no existe, siquiera, la intención de establecer una política agraria integral, que garantice, al menos, que el país pueda producir todos los granos básicos que consume.
En El Salvador, la caída en la producción ha sido drástica de unos años para acá. Solo basta ver los datos recogidos por la Asociación Cámara Salvadoreña de Medianos y Pequeños Productores Agropecuarios (CAMPO), que señalan que la producción de granos básicos en El Salvador cayó en más de 10 millones de quintales de 2021 a 2023.
Eso es el resultado del impacto en los productores locales de mayores costos en los insumos, del aumento en el valor del alquiler de la tierra y de los embates del cambio climático. Sin embargo, para Goitia, desde el Gobierno ya se conocen estos factores, pero poco o nada se hace para contrarrestarlos.
“Creo que no se puede ocultar esa displicencia cuando tuviste, en los últimos cuatro años, cuatro ministros de Agricultura y cinco viceministros. ¿Cómo vas a construir una política agraria si no tienes la capacidad de manejar la institución encargada?”, dice Goitia.
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El impacto en la pobreza
Una persona puede dejar de visitar restaurantes; o comprar ropa, calzado y artículos para el hogar; o, incluso, pagar servicios como la electricidad y el teléfono. Pero no puede dejar de comer.
Por eso es que el aumento en los precios de los alimentos resulta tan delicado en una población empobrecida. Y eso es, precisamente, lo que está ocurriendo en El Salvador.
“Si hablamos de alimentos, están entre 35% y 40% más caros, eso ya no baja, ya lo que subió la comida en promedio ya no va a bajar. Si tu ingreso no subió el 40%, quiere decir que perdiste poder adquisitivo… Si para una persona que andaba cerca de la línea de pobreza sus ingresos no subieron, quiere decir que ha pasado a ser pobre”, comentó Carlos Acevedo, expresidente del Banco Central de Reserva, en el marco de una entrevista televisiva en diciembre de 2023.
Esa es la realidad de al menos 2.5 millones de personas en El Salvador que (equivalente al 40% de la población): según datos del Banco Mundial, se encuentran en situación de vulnerabilidad.
“Estas personas perciben ingresos que oscilan entre $6.85 y $14 diarios, lo que no los clasifica oficialmente como pobres, pero los coloca en un alto riesgo de recaer en esa categoría. Un choque económico inesperado, como la pérdida de empleo, un accidente, enfermedad o un evento natural, podría desencadenar su caída en la pobreza”, dice la entidad. Un choque económico es el aumento en los precios de los alimentos.
En El Salvador, para finales de 2022, había 1.8 millones de personas que sí estaban calificados como pobres, es decir, que no alcanzan a cubrir todas sus necesidades, según datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL). Para este grupo, existe un riesgo adicional: caer en la categoría de pobreza extrema, cuando una familia ya no puede acceder a una canasta básica.
Dicho número va en aumento en El Salvador: también para finales de 2022, la CEPAL informó que la población en pobreza extrema en El Salvador era de 580,000 personas, el 8.7 % de la población. La cifra podría haber crecido en 2023.