El 2023 se ha convertido en un año muy difícil para el sector agrícola debido a las distintas coyunturas climáticas, las cuales se suman a las situaciones que el rubro ya padeció en 2022 y que afectaron directamente la capacidad de producción de granos básicos.
Crisis como los altos costos de los insumos agrícolas, así como el impacto de la tormenta tropical Julia, en octubre del año pasado, provocaron que el total de granos producidos presentara un déficit de hasta 8 millones de quintales con respecto a la demanda de consumo.
Para este año, la situación climática, que incluye un efecto tardío en la entrada del invierno, así como la próxima canícula en julio y la temporada de sequía que se pronostica entre agosto y octubre, podría derivar en un nuevo déficit en la producción y provocar la pérdida de entre 6 y 8 millones de quintales de granos, sobre todo de maíz y frijoles.
Así lo indican los representantes de dos de las principales asociaciones de agricultores en el país: la Mesa Agropecuaria Rural e Indígena y la Cámara Salvadoreña de Pequeños y Medianos Productores Agropecuarios (CAMPO), quienes expresan preocupación debido a la situación del sector agrícola.
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A pesar de que durante la última semana el país ya comenzó a ver algunas lluvias, pues ha habido precipitaciones en distintos puntos, sí es notable una baja con respecto al año anterior, sobre todo por un efecto tardío en la entrada del invierno, apunta Mateo Rendón, de la Mesa Agropecuaria.
Esta demora está vinculada directamente con el fenómeno de El Niño, que consiste en una disminución significativa en la cantidad de lluvias que ya confirmó el Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales, lo cual ya provocó la muerte de unas 50 cabezas de ganado en el Oriente del país debido a la falta de pasto para alimentarse.
Sumado a esto, organismos como la ONU (Organización de Naciones Unidas) también han advertido sobre la sequía a partir de agosto, lo cual afectará directamente la siembra conocida como postrera o de verano, que se realiza entre septiembre y octubre.
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“El 70% a 75% de la producción de frijoles se realiza en la siembra postrera, por lo que, si hay sequía, vamos a tener problemas aunque todavía no sabemos cuánto. Tenemos que estar preparados para que nuestros cultivos puedan soportar la falta de agua”, señala Rendón.
Debido a eso, la proyección que hace la Mesa sobre la pérdida de cultivos asciende a unos 8 millones de quintales, similar cantidad a la que se perdió en 2022. Mientras que Luis Treminio, presidente de CAMPO, calcula que la pérdida podría ser de hasta 6.6 millones de quintales de granos.
Este posible escenario pone aún más en riesgo la seguridad alimentaria en el país, pues como ya lo han advertido los productores, un déficit en la producción y una posible escasez de granos podría aumentar más los precios y dificultar todavía más la capacidad que tienen las familias para adquirir sus alimentos, algo que también señala la ONU.
Según un informe reciente de la Red Mundial contra las Crisis Alimentarias, durante el 2022 hasta el 66% de los salvadoreños enfrentaron dificultades para comprar comida debido a los altos precios.
Ante ello, Rendón ha insistido en que el Ministerio de Agricultura debería establecer un comité de crisis que se base “no solo en publicidad” para apoyar a los productores que se ven afectados por la situación climática.