La economía mundial se encuentra en un punto de inflexión debido al continúo crecimiento de la inflación y los gobiernos a nivel mundial se están enfrentando a altos niveles de deuda, una situación de la que El Salvador no se encuentra exento.
La directora del Fondo Monetario Internacional (FMI), Kristalina Georgieva, señaló durante la apertura de las reuniones de primavera que para este 2023 la economía mundial experimentará uno de los periodos de crecimiento más débiles registrado en las últimas décadas y proyecta que será por debajo del 3%.
Esta situación ha generado una preocupación específica para los países de bajos ingresos, debido a que estos podrían vivir un doble golpe por el incremento de los costos del endeudamiento y una marcada disminución en la demanda de sus exportaciones. Según Georgieva, esta situación podría provocar un aumento generalizado de la pobreza.
“Alrededor del 15% de los países de bajos ingresos ya están en una situación de estrés financiero y otro 45% están cerca de ella”, indicó la jefa del FMI, al tiempo que pidió a los miembros más ricos del Fondo hagan más para brindar apoyo.
Para la economista Tatiana Marroquín, las afirmaciones del FMI son una confirmación de lo que se ha advertido desde finales del año pasado: “toda la economía mundial se va a desacelerar en 2023”.
La experta opina que a pesar de que se habla de una desaceleración mundial, los efectos y las consecuencias que se pueden tener son distintas en cada país de acuerdo a sus condiciones estructurales.
“En el caso de El Salvador, una desaceleración económica significa una disminución de las remesas, exportaciones, importaciones y consumo interno; esto tiene consecuencias en la recaudación de impuestos del Gobierno y todas estas situaciones caen en un previo desbalance financiero, pero en términos de la población, donde la mayoría vive una vulnerabilidad económica, estos cambios de la economía agudizan problemas preexistentes”, señala Marroquín.
En los primeros dos meses de este año se registró una reducción en las exportaciones e importaciones realizadas desde el extranjero, según información proporcionada por el Banco Central de Reserva (BCR) a finales de marzo.
Los datos indican que en 2022 El Salvador exportó hasta $1,155.5 millones, los cuales equivalen a unos 629.9 millones de kilogramos de mercadería, mientras que en el mismo periodo de 2023 fueron $1,105.50 millones en productos vendidos al extranjero, un equivalente a $50 millones menos.
A eso se suma la deuda de corto plazo que acumula el gobierno y que ha mostrado un incremento, provocando más presión en las finanzas.
Según información del Ministerio de Hacienda, para 2023 el gobierno tiene planificado emitir Letras del Tesoro (Letes) por un monto de $1,698,851,895.
Y solo para el primer trimestre de este año ya hizo colocaciones de Letes por casi $500 millones “para atender deficiencias temporales de caja de la Dirección General de Tesorería para el primer trimestre”.
A finales de marzo, Hacienda solicitó más fondos a través de préstamos por un monto de $60 millones para pagarlos en un plazo de un año.
Ante esta situación, el FMI ya había dirigido una advertencia tras realizar la revisión anual de las finanzas salvadoreñas argumentando que el constante endeudamiento del gobierno con los bancos locales podría frenar los créditos que se aprueban al sector privado y al resto de la población.
En este escenario, la economista Tatiana Marroquín considera que la situación podría variar dependiendo de como lo gestione Hacienda, debido a que si la economía se desacelera sustancialmente y cae la recaudación de impuestos se debe reestructurar el presupuesto haciendo recortes o acudir a más deuda. “Por eso se recomienda ordenar las finanzas públicas y planificarlas en alguna medida para poder tener más respaldo en situaciones de crisis”, aconseja.