El Salvador fue en 2023 el tercer país en el mundo que más maíz importó per cápita desde Estados Unidos, con 1.88 quintales por cada salvadoreño, es decir, 11.92 millones de quintales en total. Para hacerse una idea de la importancia de su escala, hay que considerar que en El Salvador solo se produjeron 17.2 millones de quintales, si se quita de las cifras oficiales (21.8 millones), el grano que se perdió debido a las sequías que asolaron a los productores agrícolas el año pasado.
Por tanto, solo desde Estados Unidos se importó un 69 % de todo lo que se produjo localmente. Un porcentaje que es capaz de distorsionar un mercado tan pequeño como el de El Salvador, según sostiene Luis Treminio, presidente de Asociación Cámara Salvadoreña de Pequeños y Medianos Productores Agropecuarios (CAMPO). En este ránking, nuestra nación solo se colocó detrás de México (3.22 quintales importados por mexicano) y Costa Rica (1.99).
“Con tanto maíz de Estados Unidos, al productor local solo le queda competir en una cancha inclinada”, comenta Treminio. ¿Contra qué, realmente, compite un agricultor salvadoreño cuando lo hace con el norteamericano?
Estados Unidos es el principal productor de maíz a escala global. En 2023, por ejemplo, fue el responsable de casi un tercio. Esta enorme potencia en el mercado se debe, sobre todo, al Cinturón del Maíz, que se concentra en los estados del Medio Oeste, como Illinois, Indiana y Iowa.
Estos están bendecidos con enormes extensiones de terreno que cuentan como principal característica su regularidad. Son tan planos que permiten la tecnificación, es decir, que todo se pueda cultivar mediante máquinas.
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Pero no solo eso. La agricultura en Estados Unidos está subsidiada. Es el caso del maíz: el Estado cubre un aproximado del 40 % al 60 % de los costos. Cada año, un agricultor individual puede recibir hasta $125,000 en diferentes subsidios.
¿Cuál es la realidad del agricultor salvadoreño? Desde el Gobierno central, el único apoyo directo para quien trabaja la tierra había sido, desde 15 años, el paquete agrícola, que, en 2023, incluyó 25 libras de semilla de maíz H-59; tratador de semilla, fórmula 15 15 15 y un foliar. Este estaba valorado individualmente en unos $110.
Ahora, ha sido sustituido por la Tarjeta Agrícola, por medio de la cual se entrega a cada productor, $75 que pueden ser canjeados en agroservicios seleccionados.
“Aquí, en El Salvador, lo que da el gobierno no es un subsidio, es una ayudadita, es un incentivo. Los $75 alcanzan para cubrir una tarea o dos… nosotros, los pequeños agricultores, somos los que producimos la comida para todos los salvadoreños”, comenta Carlos Rodríguez, coordinador del Frente Nacional Agrario, que aglutina a 8 organizaciones campesinas en El Salvador.
Tanto Rodríguez como Luis Treminio, de CAMPO, explican que, en estas condiciones, es mucho más barato importar un quintal de maíz que producirlo: comprarlo en Estados Unidos y traerlo a El Salvador sale en unos $11 por cada uno.
Con todos los costos asociados, producir las 100 libras del grano tiene un costo variable para el agricultor salvadoreño. Depende de cuánto pueda producir por manzana, pero, en las mejores condiciones, es de alrededor de $20.
“Imagínese este escenario: hay personas que no toman ningún riesgo y tienen un margen de ganancia importante al solo comprar el grano fuera y contratar transporte. Y aquel que siembra bajo el sol, con la posibilidad de perderlo todo si no llueve y sin ningún apoyo, no cubre siquiera sus costos. Usualmente, el campesino puede sacar un poquito de ganancia cuando vende simplemente porque no toma en cuenta el valor de su trabajo. Si lo hiciera, quedaría en pérdida siempre”, comenta Treminio.
Cada vez más presente
El grano estadounidense es cada vez más abundante en el mercado salvadoreño, según lo reflejan los datos del GATS, el Sistema Global de Comercio Agrícola del Servicio Exterior Agrícola del Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA). Desde 2018, El Salvador siempre ha superado la barrera de los $100 millones en maíz importados desde Estados Unidos, teniendo su pico en 2022, con $179 millones. En la década anterior, ese umbral solo se había superado en dos ocasiones (2011 y 2016).
Según Carlos Rodríguez, del Frente Nacional Agrario, en El Salvador se necesitan unas 35 millones de quintales de maíz para suplir las necesidades de alimentación de las personas y de los animales. Además, se usa para la industria, como en la manufactura de harina.
Por eso, los importadores, que tienen los mayores márgenes, pueden campar a sus anchas.
“Desde el Gobierno se jactan diciendo que El Salvador ahora es un país independiente, que es soberano. Pero en el tema de la alimentación no hay soberanía, porque a nosotros, los productores agrícolas, nos han dejado desprotegidos frente a las decisiones de los importadores”, dice Rodríguez.
El líder gremial asegura que, como Frente Nacional Agrario, buscarán llevarle una propuesta al presidente Nayib Bukele, con el objetivo de que se establezca una política para el sector de al menos cinco años. Uno de los grandes problemas es que no ha habido continuidad en estas, con hasta cinco ministros diferentes en el pasado quinquenio.
“Si no se hace algo a largo plazo, todo lo que digan es propaganda”, dice Rodríguez.