La relación comercial entre El Salvador y China es la más desigual con la que cuenta nuestro país. El promedio del último cuarto de siglo muestra que solo hemos logrado enviar a esa nación asiática un 1.79 % de todo lo que hemos importado. Y la tendencia no ha mejorado ni siquiera desde que establecimos relaciones políticas con China en detrimento de Taiwán, a partir de 2018.
Por ejemplo, en 2023, desde nuestro país enviamos apenas $11.3 millones, el 0.47 % de lo que se importó desde China, unos escandalosos $2384.5 millones. Es decir que, de cada $100 enviados desde allá, desde El Salvador solo zarparon 47 centavos. China es el segundo país del que más importamos productos (sobre todo, celulares), pero no está ni siquiera en el top ten de los principales destinos de los nuestros.
Otra es la realidad de nuestro socio comercial más importante: Estados Unidos. Según los datos del Banco Central de Reserva (BCR), desde 1998, el gigante norteamericano ha enviado a El Salvador unos impresionantes $81,000 millones.
Pero desde nuestro país hemos exportado más de $55,000 millones. El Salvador ha enviado a Estados Unidos $70 por cada $100. La relación es tan importante y consistente que esa nación ha sido la receptora del 48 % de todas nuestras exportaciones en los últimos 25 años. Por eso es que, cuando allá se viven tiempos de contracción económica, nuestro mercado sufre.
Teniendo en cuenta tales números, sorprende que desde la administración de Bukele se haya coqueteado en varias ocasiones con la nación oriental y que incluso (en un evento en noviembre de 2022), el ahora mandatario en licencia haya afirmado que se estaba a las puertas de la firma de un tratado de libre comercio con China.
“China es la segunda economía más grande del mundo y durante mucho tiempo El Salvador había estado aislado de ese potencial para nuestro comercio, para nuestros productos, para el intercambio económico”, dijo el presidente Nayib Bukele durante el evento en el que estuvo presente la embajadora del país asiático, Ou Jianhong.
Después de ello, ya nunca se volvió a hablar del asunto, como si esas palabras nunca hubieran salido de la boca del ahora candidato-presidente. Como muchas otras promesas (Ciudad y Bonos Bitcoin, el Plan Maestro de Rescate Agropecuario), lo que en ese momento llamó la atención de toda la región quedó en una curiosidad de la hemeroteca.
Para economistas como Rafael Lemus, este hecho puede constituir todo un alivio para El Salvador, pues este país no tiene ninguna oportunidad de aprovechar un tratado de esa naturaleza, teniendo en cuenta lo asimétrico de la situación. Y lo más llamativo es que casi todas las exportaciones desde El Salvador a China consisten en azúcar y café, productos que fueron tradicionales el siglo pasado, pero que están bajando en producción.
Las expectativas de que una apertura a la República Popular de China impactarían de forma positiva en nuestra economía y en diversificar nuestros mercados han existido desde que el gobierno de Salvador Sánchez Cerén rompió relaciones con Taiwán y las estableció con ese país en 2018. Sin embargo, ese despegue nunca ocurrió. Algo que, en el evento en el que se anunció el inicio de las conversaciones por un TLC, Bukele prometió que iba a cambiar.
“Pero ahora ya no va a ser así, y no solo porque hemos tenido una muy buena relación, sino que ahora vamos a firmar un TLC entre nuestros dos países y eso nos va a abrir un gran abanico de posibilidades”, dijo el presidente en licencia. Pero de ello ya no se volvió a hablar.
El país que sí lo concretó fue Nicaragua: su Tratado de Libre Comercio con China entró en vigor el 1 de enero de 2024. Sin embargo, la realidad de ese país centroamericano no es muy diferente a la de El Salvador. Más bien, es peor: durante 2021, por ejemplo, exportó a la nación asiática apenas $18 millones. Importó, en cambio, $1,100 millones. Desde El Salvador se envió a China el triple. Las ideas de este tipo de tratados entre países centroamericanos y el gigante de Oriente, ¿tienen algún sentido?
“Más que el de la propaganda, no hay ninguno”, comenta Napoleón Campos, especialista salvadoreño en Relaciones Internacionales. “En una región tan pequeña como Centroamérica, China no se va a jugar ningún interés comercial o financiero”, añade. Para el analista, China ya logró todo lo que pretendía: que estas naciones dejaran de reconocer a Taiwán, con la que mantiene un conflicto sobre la soberanía de esa isla. En Centroamérica, solo dos países no lo han hecho todavía, Guatemala y Belice. Es la primera la que más se está aprovechando de la situación, pues todos los aportes que ya no llegan a sus vecinos se están reorientando hacia esa nación.
“¿Qué ventajas le ha traído la relación con China a los países centroamericanos? Nada que aporte a su desarrollo, fuera de un par de edificaciones. Hay países que viven con más fuerza las consecuencias de romper con Taiwán, como Honduras, que perdió al principal mercado de su camarón. Es un golpe fuertísimo para esa industria”, dice.
Para Campos, es posible que China vea con buenos ojos que en El Salvador se reelija Nayib Bukele a pesar de que no se lo permite la constitución. Le es conveniente, pues que en un país exista un mejor balance de poderes se podría traducir en el rompimiento de sus relaciones para buscar el restablecimiento con Taiwán.
Pone como ejemplo que, en el caso de Guatemala, un presidente con un aura democrática como Bernardo Arévalo ya haya anunciado un mayor fortalecimiento con Taiwán, una de las democracias más maduras de Asia.
“Las democracias se buscan. Las tiranías también”, dice Campos, que vaticina que muchos países que viven en Estado de Derecho no reconocerán la reelección de Bukele, una que está “larvada de origen”. Será entonces cuando la posición del país se radicalice. Y quizás se vuelva a hablar de un TLC.
“Un tratado como este no sería más que una broma de mal gusto”, sentencia el experto.