El Salvador aumentó el saldo de su deuda externa en $1,450 millones solo en 2024, según los datos del Banco Central de Reserva (BCR). Este salto es el más importante desde que esa entidad tiene registros, 1991.
El aumento es incluso mayor que el del 2020, el año de la pandemia, cuando la economía global se cerró y los gobiernos del mundo tuvieron que salir a rescate de sus ciudadanos. Entonces, el alza fue de $1,171.44, casi $300 millones menos que en el ejercicio recién pasado.
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Puede consultar la evolución de la deuda externa en los últimos 10 años en la gráfica de abajo. Para diciembre de 2024, el saldo llegó a los $13,539.01 millones, su récord histórico.
El desproporcionado aumento de 2024 coincide con dos emisiones de bonos por $1,000 millones cada una, realizadas en abril y noviembre. Las mismas tenían como objetivo brindar recursos al Gobierno para recomprar bonos con vencimientos entre 2025 y 2034. Sin embargo, solo destinó $729.6 millones para ese fin, un 36% de los $2,000 millones que tenía disponibles.
El resto, $1,270 millones (el 64%) fueron para otros destinos. En el caso del remanente de la segunda emisión ($757.1 millones) fueron destinados para gasto corriente del Gobierno, según lo confirmó la diputada de Nuevas Ideas y vicepresidenta de la Asamblea Legislativa, Suecy Callejas, en el dictamen con el que se incorporaron esos fondos al Presupuesto General de la Nación de 2024.
"El Ministerio de Hacienda colocó estos títulos valores, fueron comprados a nivel internacional y estos $1,000 millones están esperando que se incorporen al Presupuesto General de la Nación del año 2024, para que el Ministerio de Hacienda pueda proceder a hacer los pagos correspondientes de la deuda de largo plazo (recompra de bonos) y también el financiamiento de gasto corriente. ¿A qué nos referimos con gasto corriente, pueblo salvadoreño? Salarios, indemnizaciones, pago de alquileres, compras diversas del gobierno en general", explicó Callejas durante su intervención.
Problema sistémico
Para el economista Rafael Lemus, que en 2024, un año sin ninguna crisis financiera, se haya dado un salto tan grande en el saldo de la deuda externa es un síntoma de una práctica sistemática de la administración de Nayib Bukele: aprobar presupuestos generales de la Nación no como límite o guía del gasto público, sino como punto de partida.
Al menos eso es lo que ha ocurrido después de que la Asamblea Legislativa pasara a ser controlada por una abrumadora mayoría de diputados de Nuevas ideas, en mayo de 2021. Desde entonces, desde el Ejecutivo son conscientes que pueden hacer cualquier cambio en el presupuesto, y de forma exprés.
En el primer año con una Asamblea con mayoría de Nuevas Ideas, el 2021, se realizaron 77 modificaciones, que se tradujeron en un alza de más de $1,000 millones. Al siguiente año, el 2022, hubo menos alteraciones (64), pero los fondos inyectados fueron más, al superar la adición de $1,700 millones. Es decir que en 2022, el gobierno terminó solicitando un 22 % más que lo que había planeado, casi una cuarta parte.
Para hacerse una idea de la desproporción, solo hay que pensar que el número de modificaciones en 2021 y 2022 fue superior al año de la pandemia de Covid-19, donde todos los países del mundo tuvieron que cambiar sus prioridades. Ese año, el 2020, solo hubo 28 modificaciones, con un aumento del 27 % del presupuesto. Sin embargo, se trató de un estado de emergencia, muy diferente al de los dos años posteriores.
Pero lo ocurrido en 2024 no tiene precedente: El presupuesto votado fue de $9,068.7 millones y, para diciembre de ese año, se había aumentado a $13,141.20 millones, $4,072.50 millones más, un alarmante 45%.
Esto según "Informe de Seguimiento y Evaluación de los Resultados Presupuestarios Preliminares del Gobierno Central al mes de Diciembre 2024", del Ministerio de Hacienda.
Sin embargo, en 2025, la administración de Nayib Bukele no podrá hacer lo mismo, pues está en medio de un programa de 40 meses, en los que tendrá que cumplir con rigurosas metas fiscales para recibir financiamiento con baja tasa de interés por parte del Fondo Monetario Internacional (FMI).
"Hay metas cuantitativas ya establecidas con el FMI en la ejecución del presupuesto, en la expansión del gasto, no puede salir diciendo 'nos pasamos en esto' sin justificar hasta el último dólar", explica Lemus.
Para el economista Alfonso Goitia, el alto endeudamiento del Gobierno central, que también se expresa en la deuda interna, es un asunto que debe preocupar a la situación porque se traduce en que, cada vez, el servicio de la deuda (los fondos que se usan para pagar capital e intereses) con cada vez mayores. Esto resta espacio para la inversión, por ejemplo, en infraestructura.
"El gobierno tuvo que llegar a un acuerdo con el FMI y eso demuestra lo mal que iban las cosas… Ha significado despedir trabajadores del Estado, eliminar instituciones, modificar los propósitos de otras… pero el FMI le está salvando la plana. Si no llega el FMI hubiéramos a entrado en una gran crisis, peor… es un costo altísimo", dice Goitia.
Las malas previsiones
El FMI y el Banco Mundial publicaron esta semana sus proyecciones de crecimiento para El Salvador en 2025, con el 2.5% y el 2.2%, respectivamente.
Sin embargo, según Lemus y Goitia, estas previsiones se hicieron en base a datos del noviembre, cuando todavía no se asomaba en el horizonte la incertidumbre de los aranceles de Estados Unidos.
Para ambos economistas, es muy probable que la previsión se ajuste a la baja en siguientes publicaciones y que el crecimiento real sea aún menor.
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