En la playa El Zonte, la comerciante María Aguirre, de 53 años, dice que fue “buenísimo” haber invertido $2,200 en comprar Bitcoin hace cuatro años. Ahora, con la subida de la criptomoneda, tiene $19,000.
Los vendió y, con las ganancias, pudo comprar lavadora, cocina, refrigerador y muebles para el hogar y la tienda. Esos $2,200 eran sus excedentes de ahorros, fondos que no necesitaba. Otras dos comerciantes entrevistadas por AFP dicen que también han ganado gracias a su ahorro en Bitcoin.
María Aguirre atiende a un cliente que compra en su “Tienda Mary”, cuya fachada exhibe un pequeño rótulo que dice: “Se acepta Bitcoin”, algo que ya no es habitual en los comercios de El Salvador, ante su poco uso por parte de la población en sus transacciones de todos los días.
La revista estadounidense Science, una de las más prestigiosas a escala mundial cuando de divulgación científica se trata, se asoció con la empresa de sondeos sociales CID-Gallup para conocer el uso de Bitcoin en El Salvador.
Y publicó un estudio con hallazgos contundentes: a pesar de todos los esfuerzos y la enorme inversión del Gobierno para impulsarlo, ha sido imposible que este activo sea adoptado como moneda en este país centroamericano.
La playa específica donde María Aguirre tiene su negocio recibe el apodo de “Bitcoin Beach” por haber sido el primer lugar del país que acogió el uso de la criptomoneda para hacer pagos cotidianos.
Pero esta popular playa es una excepción dentro del país. Una encuesta de la privada Universidad Centroamericana mostró en enero que el 88% de los salvadoreños no utilizó el Bitcoin durante 2023.
El ahora presidente en licencia, Nayib Bukele, introdujo la criptomoneda con el fin de bancarizar a una población que mayoritariamente estaba al margen del sistema financiero, lo que no pasó.
En el mencionado estudio de Science, los investigadores concluyeron que Chivo o Bitcoin no sirvieron para bancarizar a una población que no lo estaba. Quienes más descargaron la aplicación fueron personas que ya estaban familiarizadas con pagos electrónicos.
La apuesta no ha servido ni siquiera para las remesas: en 2023, solo el 1% de los $8,181 millones de remesas llegaron por alguna de las billeteras digitales, según el Banco Central de Reserva (BCR).
“La gente sigue usando más los métodos tradicionales de envío (de remesas) y en esto tiene que ver mucho la desconfianza de la gente a la volatilidad de la criptomoneda. Y en eso no le han salido las cuentas al gobierno”, señala a la AFP el economista César Villalona.
La inútil inversión estatal
Uno de los chistes más famosos de la serie estadounidense “Big Bang Theory” es sobre la película “Indiana Jones y los cazadores del arca perdida”. En este, se sostiene que el protagonista es irrelevante para la trama: los nazis encontrarían el arca y, con ella, su espantosa muerte, existiera o no Indiana Jones.
Algo parecido pasa con la enorme inversión en Bitcoin en El Salvador. María Aguirre, la dueña de la tienda en El Zonte, hubiera podido hacer sus cobros en una de tantas billeteras de Bitcoin que ya existían en el mercado. Para que ella ganara cerca de $17,000, no era necesario que Nayib Bukele desviara $200 millones de un préstamo que venía para apoyar a mipymes afectadas por la pandemia.
Tampoco que se construyera Chivo Wallet (que costó $4.7 millones de fondos públicos) o que se instalaran cientos de cajeros por los que el Estado paga $360,000 al mes.
Hubiera bastado con una sólida campaña de formación, en la que los salvadoreños aprendieran a invertir en la criptomoneda y a manejar la tecnología asociada a su uso.
Ni siquiera hace ninguna diferencia una inversión directa del gobierno en Bitcoin, que congela dinero que se pudiera estar usando para atender otras necesidades.
“Los estados manejando Bitcoin, no se me hace nada razonable… Los estados no pueden comprar activos tan a largo plazo porque la sociedad tiene necesidades presentes, que se dejan de atender para guardar ese dinero”, dice el economista estadounidense Aaron Sepúlveda-Cué.