Una estructura metálica sostiene unas pocas cajas plásticas con guineos, manzanas y lechugas bajo un toldo que parecía encapsular el calor de media mañana. De los tres puestos móviles solo este funciona y es el único autorizado para vender verduras. Los contornos del negocio están limitados por una cinta amarilla con la palabra "precaución", que no permite a los compradores ingresar al espacio y tocar los productos.
Este mercado organizado por el Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG), en el parque Daniel Hernández, de Santa Tecla, tiene un horario específico de funcionamiento y es uno de los aspectos que más molestias causa a los compradores. "Es que muy tarde se instalan, yo pasé como a las siete de la mañana y ni habían ordenado nada", cometa una señora que apenas se detiene, frunce el ceño y sujeta su bolsa de colores de la que fácilmente se puede observar que no lleva nada adentro.
La mujer camina a paso acelerado en dirección al mercado buscando una alternativa para llenar su bolsa. Dice no haber encontrado nada de lo que sale en la publicidad gubernamental: "No hay tomates, no hay cebollas, no sirve de nada que a uno le cuenten los precios si no hay nada", comenta la mujer que rápidamente se pasa la calle.
DE INTERÉS: Canasta básica aumentó un cuarto en primer gobierno de Bukele
Estos mercados es una iniciativa impulsada por el presidente Nayib Bukele y el MAG como alternativa con precios más bajos, debido a los costos altos en verduras y frutas que han prevalecido en las últimas semanas en el país.
En una conferencia reciente, Bukele advirtió a los comerciantes que bajarán los precios de frutas o verduras, si no que se atuvieran a las consecuencias.
Pedidos de compradores
En una silla flanqueado por unas coloridas bolsas de pita está Alberto Burgos, su vestimenta formal combina con un bastón de madera que acompaña sus pasos, sonríe mientras estructura una pregunta a manera de saludo, "¿Verdad que allí no hay huevos?". Después de lamentarse ante la negativa, comenta: "Por gusto vinimos de lejos, encontramos cosas, pero la diferencia no es mucha, uno o dos productos más o menos del precio".
Este hombre espera que su hija obtenga una buena oferta de cartones de huevos, pues, dice que no la puede acompañar por una lesión producto de una caída que limita su movilidad. Se cayó hace unos años en este mismo sector, precisamente comprando alimentos para una pequeña tienda que les significa el sustento diario.
Los visitantes al parque se acercan y al ver pocos productos se van, encontrar alimentos más cómodos es la motivación de la mayoría. Y de repente un pickup cargado de papas se parquea cerca de los toldos, cinco jóvenes saltan del automotor y comienzan a descargarlo, lo que llama la atención de la gente y rápidamente se hace una columna.
"¿A cuánto la libra?", pregunta Alejandro Dueñas, como liderando al grupo, a lo que un muchacho con báscula en mano contesta: "$0.95".
Inmediatamente se activa el enojo de las personas cuestionando el valor: "Ese no es el precio que dijo el presidente", dice Dueñas, quien recibe una respuesta justificando el tamaño y origen mexicano de la papa. "Entonces no salimos de nada porque son las mismas cinco papitas en la libra solo que lavadas y vienen de otro país", comenta mientras cancela su compra con un puñado de monedas.
De la columna sale Lilian Méndez. Con las dos manos sostiene una bolsa con las relucientes papas que parecieran no haber salido de la tierra y su respiración se nota acelerada: "Desde allá por el hospital (San Rafael), me vine buscando, y esta papa la encontré a $0.95 la libra. En la bolsa me salieron $3.80, aún está cara, como el gobierno dijo que la iba a poner a $0.60, yo no he encontrado de esa. No he encontrado nada barato", acota la señora mientras toma un respiro y continua.
"Vengo de Ciudad Arce hasta Santa Tecla a buscar lo que el presidente dijo, que iba a tener cómodo, no tengo tomate, ni cebolla, ni chile, porque lo mismo el chile solo de tres por el dólar. Por eso preferí caminar para ver y no he encontrado precios cómodos", concluye Lilian que se dispone a seguir sus compras.
William Córdoba coordina el puesto de legumbres: "La gente viene antes, desde la seis de la mañana ya andan buscando alimentos, pero aquí no permiten vender hasta las ocho. Ahí la gente pierde porque a esa hora ya están en sus trabajos, nosotros venimos a las cuatro", comenta el joven mientras muestra una fotografía en su teléfono celular de su puesto surtido de verduras y frutas instalado desde la madrugada.
Precios similares en el mercado
A un lado se encuentra el Mercado Municipal de Santa Tecla, la principal central de abasto de la localidad. La oscuridad de su interior no es el más atractivo edecán invitando a los compradores a ingresar al recinto, no hace falta llegar hasta adentro para descubrir que los precios no cambian mucho con respecto a los ofrecidos por el gobierno. La cebolla, el pepino y la zanahoria se venden a tres unidades por el dólar. El chile es bastante escaso, pero se puede obtener por un precio similar y el güisquil se consigue aproximadamente por $0.75.
En el parque San Martin un pequeño pasillo formado por diversos vendedores de frutas y verduras contrasta con la sombra que producen los canopys en el sector. Papayas, piñas, guineos y tomates dan colorido a las ventas, con más de 10 puestos que se repiten con productos diversos.
María del Carmen es una de las comerciantes autorizadas por la comuna para permanecer en el lugar y comercializar sus productos. Comenta lo mismo que se dice como principal elemento de análisis en este lugar de transacción económica.
DE INTERÉS: Producción agropecuaria en gobierno de Nayib Bukele fue menor que en los anteriores
"Fuera bonito que ellos surtieran al precio justo, pero ¿Cómo voy a esta comprando caro para dar barato? No se puede, la gente mejor lo que se hace es no comprar para no meterse en problemas", agrega.
En otro extremo la inconformidad sale a relucir, mientras ordena sus productos un hombre que prefirió no revelar su identidad.
"Esas cadenas de televisión que hace el presidente solo sirven para engañar a las personas, nos meten en un gran problema, la gente no entiende y se cree todo lo que dicen, aquí vino un señor bien enojado, nos dio una gran ultrajada y por allá tiró los tomates, con uno se desquitan por esos anuncios irresponsables", agrega.
La situación es diferente en Apopa, en comparación a otros mercados del MAG. En este lugar el abastecimiento de productos es más variado.
Un grupo de personas se protegen del sol en el parque central de la localidad, improvisan una columna mientras esperan la apertura de un perímetro marcado por una cinta plástica.
Jesús Núñez es la primera en la fila, lo dice con orgullo mientras come unas pupusas sentada en una grada del parque. Nunca había visitado un agromercado y salió de su casa solo con una taza de café en el estómago. "Me vine rápido a ver si logro comprar algo", comenta, a la espera de encontrar mercadería barata.
Sobre una mesa de plástico al centro del puesto y rodeada de cajas de verduras, una mujer elabora una lista a mano, verifica los precios en una imagen de su celular. Los encargados de la venta a su alrededor tratan de ponerse de acuerdo, mientras hasta aquí se escuchan llamados de impaciencia y silbidos.
Exactamente a las ocho de la mañana la espera de Jesús Núñez llegó a su final. Su lista tiene ocho productos de los cuales solo encontró dos: "Imagínese, no hay pepino, la zanahoria no estaba fresca y vine antes de las seis, voy a tener que ir al mercado porque ya vine a perder mucho tiempo".
Uno a uno llegan personas queriendo integrar la fila, desde la cual más de uno comenta: "Allá va la cola". Y los recién llegados caminan para integrarse, y cada quien se sabe de memoria el rostro de la persona que va adelante suyo y nadie está dispuesto a ceder su lugar.
Adelante de Rosa Vásquez había unas 10 personas. Ya conoce los productos que no hay, dice que de aquí aprovecha a llevar más barata la papa ($0.95) y los tomates (10 y 15 por $1). "Ya traigo cabal, de aquí me voy para el mercado y encuentro lo demás si no, no alcanza", comenta.
Los precios con respecto al mercado municipal de Apopa no cambian mucho. Igual que en otros distritos la variación con respecto a las propuestas del gobierno son uno o dos productos, en casos como las cebollas, zanahorias, tomates y pepinos los compradores reciben una legumbre menos o su equivalente en tamaño más grande.
A unos 100 metros de la plaza, Ruth Martínez mete casi a la fuerza seis tomates medianos en una bolsa plástica. "Ni modo así nos toca, resignarnos a tener menos ganancias", comenta.
Mientras que en el Mercado Central de San Salvador, Marta Alicia ofrece frutas y verduras.
"De todo esto es un dólar", menciona mientras muestra diversos productos por este precio: tres chiles verdes, dos zapotes, cinco tomates, tres zanahorias, diez limones, tres pepinos y cinco plátanos.