Olivia Vásquez, es de las pocas artesanas que se dedican a la elaboración de los petates a base de tule en el caserío Playitas del cantón El Derrumbado en la jurisdicción de Lislique en el departamento de La Unión.
Son alrededor de seis las mujeres adultas mayores que trabajan haciendo la artesanía, en el referido caserío.
Hace más de 20 años, en la comunidad había más artesanos, pero algunos decidieron dejar el oficio por problemas de salud, otros fallecieron y varios consideran que la demanda es poca y son mínimas las ganancias.
Además, nadie de las actuales generaciones quisieron aprender el oficio. E incluso los artesanos consideran que la juventud se avergüenza de andar comprando petates en el mercado porque consideran que esas son costumbres del pasado.
Olivia tiene 77 años y dice que el oficio lo aprendió cuando tenía ocho años, de manos de su madre, que también se dedicó al arte del tule. “Mi mamá me decía: “hija usted tiene que aprender a hacer petates porque de esto usted ganará dinero y eso le servirá para comprar, aunque sea, frijoles”.
Ese consejo y el oficio le permiten sacar adelante a su familia. Cada quince días, ella viaja desde el caserío hasta el parque de Lislique a vender los petates los cuales tienen un costo de $20.
Entre los quehaceres del hogar, reserva cuatro horas al día para tejer el petate. Olivia explica que todo el trabajo lo tiene que hacer sentada en el suelo, “a veces me llevo una semana haciendo un petate cuando lo hago por ratos porque ya me duelen las manos de algunas heridas que me hago con las fibras del tule”.
Con cuatro petates que vende en el mes hace un total de $80, de ese dinero una parte es para comprar el tule que es la materia prima y el resto para llevar la compra de frijoles, arroz, aceite y leche cuando le alcanza el reducido presupuesto.
La artesana vive con dos hijos de 36 y 31 años, quienes tienen discapacidad visual, por lo que depende de los ingresos que ella obtiene de la elaboración y venta del petate.
Hace cinco años, Olivia quedó viuda, así que toda la carga familiar quedó en sus hombros. Dice que cuando los ingresos no llegan a través de ofrecer petates, ella hace y vende tamales. "Ya mi cuerpo dice que no trabaje pero mi estómago dice que sí porque siento hambre; el hacer petates es un trabajo de pasar tirados en el suelo por varias horas y días"
"Ya mi cuerpo dice que no trabaje pero mi estómago dice que sí porque siento hambre; el hacer petates es un trabajo de pasar tirados en el suelo por varias horas y días".
Olivia Vásquez, artesana.