El terremoto del 13 de enero de 2001 que afectó, hace 22 años, a gran parte del territorio nacional, se ensañó con los municipios de la cordillera del Bálsamo. Santa Tecla fue el epicentro de la tragedia, pero Comasagua también fue un lugar lleno de dolor. Ahí destruyó y dañó viviendas, carreteras y hubo pérdida de vidas humanas. La economía local tardó años en ponerse en pie.
Sandra Orellana comentó a El Diario de Hoy lo que vivió ese día, y fue devastador. Eran gritos de angustia de las personas de su comunidad, Vista Hermosa, en el cantón Los Amates, que se ubica en el límite de tres municipios: Comasagua, Talnique y Santa Tecla.
Sandra tenía 15 años cuando sucedió el terremoto y en ese momento estaba viendo en la televisión: el programa “Variedades del Seis”, recuerda, cuando empezó a temblar despacio.
“Mi suegra siempre me había recomendado que saliera de la casa cuando temblara, pero ese día no pude salir. En la entrada escuché un estruendo, vientos y todo se puso oscuro, como si fuera un tornado, y después se escucharon los gritos de la gente”, comenta. Una vecina y su hijo murieron soterrados en un derrumbe cuando iban hacia el molino a moler maíz. Otra anciana quedó aplastada cuando le cayó encima su casa. Hubo lugares donde no quedó ni una vivienda en pie.
La mamá de Sandra logró llegar a la comunidad bajo la oscuridad de la noche. Estaba trabajando en Santa Tecla y las calles estaban tapadas por varios derrumbes. Ella caminó por veredas en las montañas y viendo muchos muertos, incluidos los de Las Colinas, en Santa Tecla.
Sandra guarda, en sus recuerdos, la llegada de helicópteros, días después, a la finca San Ernesto, el único lugar donde podían aterrizar. Las autoridades les llevaron víveres, colchas y ropa para los que habían perdido sus cosas soterradas. Ella anduvo cuatro días con la misma ropa del terremoto, manchada de sangre de una amiga que salió lesionada cuando le cayó la estructura de su casa encima. Con la ropa donada, al fin se pudo cambiar.
Sandra, al igual que muchas de las personas que perdieron sus hogares, abandonaron Comasagua. Al inicio fue evacuada a un enorme campamento que fue instalado en las cachas del complejo deportivo El Cafetalón, en Santa Tecla. Ahí pasó más de medio año, viviendo en tiendas de campaña. Poco a poco los refugiados fueron recibiendo nuevas casas o terrenos en distintos puntos del país. Sandra se mudó con su familia a la villa Tzu-Chi, San Juan Opico, un complejo habitacional donado por una organización de religiosos budistas de Taiwan, a los damnificados por el terremoto. El lugar, poco a poco, se fue convirtiendo en presa de los pandilleros que llegaron a mandar en los destinos de los habitantes, incluso al punto de expulsar a personas que recibieron su casa para robárselas.
Con el régimen de excepción han huido del lugar, lo que ha dado un respiro a los residentes. Ahora regresa a Comasagua solo para visitar a los parientes que siempre se quedaron a vivir en el cantón.
Marta García tiene 79 años y también vive en la comunidad Vista Hermosa. A ella y su familia les cayó literalmente encima su casa de adobe. Sus hijos quedaron soterrados, pero todos sobrevivieron. A ella la lesionó la pierna una viga del techo y aún tiene dolores en el tobillo. “Hemos sufrido todos estos terremotos, gracias al Señor aquí estamos todavía”, dice, refiriéndose a que su casa fue destruida tres veces en tres terremotos distintos: en el del 19 de junio de 1982, en el del 10 de octubre de 1986 y en el del 13 de enero del 2001.
Magdalena García, hija de Marta, dijo que ese día estaba en Santa Tecla donde fue a cobrar el pago por su trabajo en la corta de café. Cuando regresó caminando a la comunidad, vio que todas las casas fueron destruidas por el terremoto. A sus hijos los encontró llorando, pero ilesos, al lado de su casa construida con bloques de concreto y madera que tampoco soportó la fuerza del sismo. “Frente a la casa se abrió un gran hoyo, fue un milagro que no se fueran por ahí mis hijos”, dijo Magdalena y agregó que de las cosas que más le impactaron fue la gran cantidad de niños que deambulaban solos por el cantón, porque también sus papás andaban trabajando y no podían regresar fácilmente a Comasagua.
Ahora, la comunidad ha cambiado, pero como antes, la principal actividad económica de la que participan sus habitantes está en el cultivo y corta del café. Otros viajan a trabajar, sobre todo a Santa Tecla. Las calles ahora están asfaltadas; antes la mayoría eran de tierra. Las casas están construidas más formalmente, con sistema mixto, con mejores materiales. Todos tienen energía eléctrica, servicio que en 2001 no existía en todos los lugares, incluso algunas viviendas tienen servicio de Televisión por cable.