“A los tres días reaccioné en que pude haber sido una víctima más del terremoto”, reflexiona Jorge Reyes, un fotoperiodista de El Diario de Hoy, que hace 22 años caminó hacia el municipio de Comasagua, en La Libertad. Esta localidad fue duramente golpeada por el terremoto del 13 de enero de 2001.
La travesía de este fotoperiodista y sus instantáneas contribuyeron para que la ayuda llegara a Comasagua, una localidad duramente golpeada por el terremoto del 13 de enero de 2001
Al día siguiente, con su cámara análoga al hombro, dos rollos de 36 fotos, aquel joven de 25 años y periodista “freelance” comenzó su andar desde la colonia Las Delicias, en Santa Tecla, hasta Comasagua.
Las seis horas a pie por los 23 kilómetros entre un punto y otro se sintieron larguísimas.
“A las 8 de la mañana del 14 de enero fui primero a Las Colinas, pero luego decidí ir hasta Comasagua”, recuerda Jorgito, como le llaman en el gremio periodístico.
Mientras se hacía camino por veredas, vegetación, humildes casas dañadas y rostros consternados por el sismo, Reyes solo llevaba una idea en mente: informar a las autoridades sobre la difícil situación de los habitantes de aquel municipio y de la urgencia de ayuda.
A la distancia vió, desde la calle de la cordillera del Bálsamo, cómo nubes de polvo quedaban suspendidas sobre Santa Tecla cada vez que ocurría una réplica.
A medida que avanzaba, se encontró con estampas dramáticas que recordará toda su vida: “me impactó ver cuerpos, huesos y calaveras fuera de las tumbas de un cementerio a causa del movimiento de la tierra, personas enfermas que eran sacadas de sus casas en hamacas sostenidas por varas, calles que se habían partido. No podían entrar vehículos ni ambulancias. Estaban completamente aislados”, recuerda el fotoperiodista.
Entonces, el cansancio comenzó a ralentizar sus pasos. Sin agua para el trayecto, Reyes encontró un pequeño estanque del que pudo beber y retomar fuerzas.
“Fue como un oasis, ni pensé si era agua potable, pero era eso o morirme de sed”, recuerda.
El dolor, la impotencia y el miedo en el rostro de las víctimas se mezclaban con las calles agrietadas y los escombros de casas de bahareque que el sismo de 7.6 grados Richter había derribado al suelo.
Hombres, mujeres y niños descansaban en colchones sobre el asfalto, bajo las sombras de los árboles que se mecían en cada réplica.
Comasagua en ruinas
Ya en Comasagua, a la 1 pm, la gente estaba en las aceras y en el parque central con algunas de sus pertenencias, la iglesia católica en ruinas, escombros amontonados y casas destruidas.
“Me admiró la solidaridad de la gente: unas estaban haciendo tortillas, había frijoles y queso y lo compartían con los demás”, relata Reyes quien también recibió una porción tras su largo andar sin probar alimento.
Luego de la publicación, el 15 de enero, el profesional comenta que le dio “satisfacción que al documentar estos hechos de calamidad las autoridades acudieron en auxilio y eso me hizo entender que por medio de la fotografía podía ayudar a las personas”.
“El terremoto de 2001 nos marcó, pero existió el espíritu de solidaridad. Esa vez nos unimos como país, pero debemos unirnos no solamente en situaciones de tragedia, sino aún más en las cosas buenas, con objetivos de mejorar como sociedad salvadoreña”, exhorta Reyes.