Wilfredo tiene un padecimiento en ambas piernas que no le permitió caminar con normalidad desde pequeño, ya que lo hace utilizando también sus dos manos.
Pero eso no ha sido impedimento para que desde los 15 años le gustara domar caballos, bestias, mulas, y yeguas, ya sean “chúcaras o de corral”, aclaró.
Wilfredo Antonio Gutiérrez ha sido reconocido entre los vecinos del caserío Chiquilequita, cantón El Corozal, municipio de Santa Isabel Ishuatán, Sonsonate, por domar animales que, en su mayoría, son utilizados para realizar trabajos de campo.
Aunque cuando no tiene trabajo como “amansador” se dedica a acarrear agua.
Will Toro, como es conocido entre los pobladores del cantón, siempre ha sido una persona luchadora que no se ha dejado vencer por las adversidades.
Contó que su familia “descubrió” que no iba a caminar cuando tenía seis años. No sabe con exactitud el motivo porque no recuerda haber recibido atención médica, principalmente por lo difícil del acceso, en aquel entonces, hacia su humilde vivienda.
Dicha dificultad se mantiene, ya que para llegar a su casa hay más de una hora de recorrido desde Sonsonate.
Además se debe cruzar las riberas del río Acachapa, que es un afluente que cruza cerros y montañas de la cordillera de El Bálsamo.
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El caserío donde vive cuenta con energía eléctrica y agua potable; pero está aislados en cuanto a las telecomunicaciones ya que no hay señal para móviles.
Algunas personas caminan largas distancias para subir cerros para encontrar señal que les permita enviar un mensaje de texto o realizar llamadas telefónicas.
Otras personas optan por colocar varas de bambú amarradas entre sí para colocar una antena que les permita lograr señal.
Don Wilfredo quedó huérfano a los diez años, por lo que un familiar lo apoyó, enseñándole a realizar algunas tareas del campo.
Su condición física no provocaba únicamente que las tareas se le dificultaran; sino que también burlas de otros trabajadores del área rural.
“No fue fácil subirme por primera vez, me caí varias veces, los amigos se burlaban y otros me animaban. En ese momento era la única forma para que yo pudiera hacer algo en el campo”, recordó, sobre las primeras ocasiones que logró montar un caballo.
Su trabajo con animales consiste en amansarlos y educarlos, aunque más de una vez ha experimentado caídas.
Don Wilfredo demostró, durante la entrevista, cómo poner el aparejo y montura al animal, y amarrarla en el cuerpo.
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Lo hace con pericia, ya que su impedimento en las piernas no se reflejan en ese momento. Aunque para subirse a los animales a veces utiliza un lazo amarrado al techo o busca una piedra grande que sirva de grada.
“Mientras tenga fuerzas en mis manos, me podré seguir subiendo a los caballos. A veces me preocupo cuando llegue a una edad donde ya no pueda dominar mi cuerpo y no haré uso de los caballos”, dijo el sonsonateco, de 51 años.
Will Toro se desplaza utilizando sus manos, a las que les coloca un par de sandalias para no lastimarlas cuando se dirige a los cerros, veredas y senderos, que usualmente están llenos de espinas, matorrales y piedras.
Los lugareños lo contratan para que haga viajes de agua a las milpas, cargas de maíz o maicillo, sacar leña de los cerros, y buscar animales extraviados en los potreros; todo lo realiza en su medio de transporte: un caballo.
Caminar entre las patas de dichos animales se ha convertido en algo normal para don Wilfredo, quien señaló que nunca ha recibido una patada de estos.
Will no tiene hermanos ni hijos y, a pesar del viento en contra, es un ejemplo de tenacidad y coraje.