La conmoción es evidente en el rostro de Alfredo Albanez Guardado, al recordar como tardó un año completo en recibir un diagnóstico acertado y ser sometido a una laringectomía en la red hospitalaria para salvar su vida en 2015.
Pasó un año viajando al hospital de Santa Ana, el personal de salud decidió internarlo en varias ocasiones para acelerar el proceso de los exámenes, “una señorita me decía que sino me ingresaba no me iban a salir nunca los exámenes, porque los lapsos que dejan de una cita para otra son muy largos”, recuerda Alfredo, quien se ha dedicado a la caficultura.
“Si te operas te podes morir, si no te operas te vas a morir más luego”, fueron las palabras del médico que atendió el caso en un hospital de Santa Ana, y aún hacen eco en la mente de Alfredo; para él la noticia fue devastadora y la decisión debía tomarse de forma apresurada.
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Tras pasar por quirófano y someterse a una laringectomía en la cual perdió su voz, el proceso de recuperación no fue nada fácil para Alfredo y su esposa, debido a que se vieron de frente a los problemas de comunicación, con ello la frustración y la depresión.
Su esposa, Leonor Pérez de Albanez recuerda que los primeros días “fueron una prueba” debido a que se comunicaban usando un cuaderno, “fue duro porque él se come letras al escribir, él no es directo, y a veces yo le decía aquí como pusiste volveme a escribir, como estaba de mal carácter le costaba mucho”, recuerda.
A los cuatro meses de su operación don Alfredo fue referido a la Fundación en pro de las personas laringectomizadas de El Salvador (Fundahabla), “el doctor Navarro me dijo que me iba a referir a una fundación para que me enseñen a hablar. ´si sos buen alumno vas a aprender´, yo todo el tiempo fui buen alumno sacaba buenas notas”, recuerda con una sonrisa.
Sus prácticas iniciaron en junio de 2016 y en octubre ya había obtenido los primeros resultados.
“Al principio se siente duro, yo trataba de hacer todas las prácticas en la casa y no podía”, aseguró el caficultor.
“Pasé dos años que no salía de la casa porque me daba pena encontrarme gente. Después de la fundación, vi más personas igual que yo y se me fue pasando ese sentimiento”, expresó.
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Para don Alfredo el proceso de aceptación a esta nueva condición no ha sido fácil debido a que sus hermanos y madre mostraron rechazo.
“Con mi señora, ella siempre me ha comprendido, pero mi mamá y mis hermanos ellos no, ella me dijo que mejor me hubiera muerto, con ellos yo he tenido problemas porque antes me visitaban todos para mi cumpleaños o fiestas de fin de año nos reunimos, después de eso nadie se asomó”, recuerda don Alfredo.
En la familia Albanez no existían antecedentes de cáncer, por lo que la noticia los tomó a todos por sorpresa; sin embargo, don Alfredo ha llegado a la conclusión que podría haber sido la víctima de la ingesta pasiva del tabaco que sus padres fumaron durante décadas.
La enfermedad se presentó de forma repentina y con síntomas poco claros. “Me cansaba mucho, no podía subirme a los palos de sombra o para llegar al terreno se me cansaba la respiración, ya no podía caminar ni visitar la finca”, recuerda Alfredo.
Debido a lo anterior, él comenzó a desatender sus labores en la finca por cansancio, los médicos le aseguraban que su malestar se trataba de una deficiencia de vitamina C, una teoría que los esposos Albanez Perez nunca aceptaron.
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“En la clínica le decían que eran las amígdalas, lo llevaba muy cansado casi ahogándose y no nos atendían, nos decían que no tenía nada. Una vez fuimos de emergencia al hospital en la noche, pero amanecimos y no nos atendieron porque no teníamos referencia”, narró Leonor.
Afortunadamente los esposos eran conocidos de una especialista en otorrinolaringología quién los atendió de forma privada, “la doctora de Corleto lo mandó a hacer otros exámenes al Rosales y después rápido se le hizo una biopsia, el médico nos dio poco tiempo para decidir, pero todo salió bien”, recuerda Leonor.
Para los esposos Albanez Pérez el personal de Fundahabla es completamente conocido llegandoles a considerar amigos, y reconocen que han sido la pieza clave en esta búsqueda silenciosa por la recuperación completa para devolverle la voz a los pacientes laringectomizados no solo con terapias, sino también con ayuda psicológica.
“A los que todavía no se han acercado a la fundación, decirles que si se puede hablar, yo tenía dudas, pero llegando ahí se me fueron todas. No había apoyo de la familia, pero sí de la fundahabla”, dijo Alfredo.