Los rayos del sol han dejado al descubierto el paisaje de lámina en la comunidad Primero de Diciembre, en Soyapango. Unos niños caminan, acompañados de una mujer con un manto en la cabeza, sobre calle principal de la comunidad. El objetivo de la mujer es invitar a los menores a un culto religioso en una iglesia sobre la calle Agua Caliente, en las afueras de la comunidad.
Mientras la mujer continúa, policías y soldados han montado un operativo de búsqueda de pandilleros o personas que tengan delitos pendientes. Es un mar de soldados pero, por cada dos de ellos, les acompaña un policía, quien es el encargado de llevar la ruta entre las casas que se revisaran durante el día.
El Diario de Hoy realizó una visita a esta comunidad para observar las actividades en la zona, a una semana de haberse instalado el despliegue militar en Soyapango.
Entre la tranquilidad y lo cotidiano, los policías y soldados buscan “delincuentes”. La búsqueda no dieron los frutos que esperaban pues al llegar a las casas indicadas, sus habitantes no eran los relacionados a esas direcciones. Ellos suponen que los documentos que les entregaron estaban mal organizados, según comenta un agente de la Policía.
La población de la comunidad dice que son más de mil “champas” las que se ubican en ese sitio, aunque no cuentan con el número exacto de familias. La pobreza que vive la comunidad no ha cambiado en mucho desde sus inicios, cuando se le conocía como comunidad Las Victorias.
El despliegue militar fue implementado desde el sábado 3 de diciembre, luego de ocho meses de régimen de excepción en El Salvador.
Según cifras de la Policía, se desplegaron 1,500 policías y 8,500 militares con el objetivo de “extraer pandilleros”.
Carlos Ponce, criminólogo y experto en seguridad militar, aseguró a este periódico que la militarización de zonas ha demostrado ser una estrategia fracasada en otros países como Brasil.