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Saraí, la santaneca que conquista Tijuana con la cocina salvadoreña

En 2017 huyó con su familia de la violencia, diez días después de presenciar el asesinato de un médico; dejaron todo y emprendieron camino a México y se radicaron en Tijuana donde más de 3,000 salvadoreños se han quedado a vivir

Por Jorge Beltrán Luna | Ago 09, 2024- 12:21

Saraí Flores, una santaneca que huyó a México de la violencia de pandillas, se ha dedicado a conquistar a mexicanos y salvadoreños que viven en Tijuana, con sus ricas pupusas. Foto EDH/ Francisco Rubio

En Tijuana, ciudad mexicana con más de 2.1 millones de habitantes, Saraí Flores se ha abierto camino con el sabor de la cocina salvadoreña: las pupusas. Lo hace desde hace siete años, cuando tuvo que migrar hacia México, huyendo de las pandillas.

La vida de Saraí y su familia dio un vuelco en junio de 2017, cuando frente a ella asesinaron a un amigo y vecino, el doctor Jorge Reyes, en una colonia de Santa Ana. Ese mismo día, las pandillas tenían planeado asesinar al esposo de Saraí, por ser deportado y tener tatuajes artísticos.

Todas las mañanas, Saraí y su familia atienden una pupusería en Tijuana, donde viven más de 3,000 salvadoreños. Foto EDH/ Francisco Rubio

Al enterarse de esa intención, decidieron salir huyendo de Santa Ana. Se fueron 10 días después del asesinato del médico. Así fue como Saraí y su esposo, Alfredo Acosta, y el hijo de ambos salieron de El Salvador. También los acompañaba la madre de Saraí.

En Tapachula vivieron algunos meses, Para entonces, comenta Saraí, no extrañaba el sabor de las pupusas, pues había varios lugares donde las vendían; en esa misma ciudad se enteraron que existía el COMAR (Comisión Mexicana de Ayuda al Migrante) y comenzaron a tramitar documentos mexicanos, para legalizar su estadía.

Pero mientras esperaban respuestas a sus trámites migratorios, de repente, por ser una ciudad de llegada de muchos inmigrantes, comenzaron a ver personas salvadoreñas vinculadas a pandillas, incluso unas que eran del mismo lugar de donde ellos habían huido. Saraí entró en pánico. Ya no era seguro estar en ese lugar.

"Porque usted sabe que uno se ha criado allá y sabe cómo son esos grupos. Y ahí empecé a decirle a mi esposo que ya no quería estar allí (en Tapachula). Fue como que volvió a empezar otra vez mi pesadilla", comentó Saraí, quien ahora tiene 29 años.

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En Tapachula, Saraí y Óscar trabajaban en un restaurante. Luego de ver que el proceso en Comar demoraba mucho, optaron por tramitar permisos de trabajo, lo cual lograron más rápido, con la ayuda de varias personas con quienes habían establecido relaciones. Hecho eso, comenzaron a tramitar la residencia permanente, lo cual lograron todos.

"Yo me decía: yo aquí ya no estoy a salvo, ya no estoy segura. Prácticamente era como estar allá, ¿verdad? Y nuestro patrón nos ayudó y pudimos sacar nuestro permiso de trabajo. Estaba esa opción. En México estaban dando esa opción todavía de permisos de trabajo y así fue como sacamos nuestra residencia permanente", narra. La familia se movió al norte de México con la ayuda de un salvadoreño que conocían, que vivía en Tijuana y que sabía porque habían huido de El Salvador. Fue él quien les sugirió moverse al estado de Baja California, fronterizo con California, de Estados Unidos.

En principio, llegaron a Rosarito, pero Saraí no soportó el clima helado de ese lugar en invierno, donde a veces hasta caía aguanieve, por lo que solo estuvieron un mes y luego se desplazaron a Tijuana.

A los seis meses de estar viviendo en Tijuana, a Saraí le llegó la nostalgia. "Comencé a extrañar mi tierra y, ¡ay!, las pupusas. Allá en Tapachula sí había pupuserías, pero aquí no", comentó.

En Santa Ana, Saraí trabajaba en un negocio propio de comida, especialmente pupusas. Cuenta que en Tijuana mucha gente no conocía las pupusas y si las conocía era sólo de nombre.

A pesar de que Saraí y su familia viven cerca de la frontera con Estados Unidos, no está en sus planes cruzar de manera ilegal. Tijuana les ha sentado bien, afirman. Foto EDH / Francisco Rubio.

Fue entonces que le dijo a Óscar que necesitaba trabajar sin descuidar a su hijo, que entonces tenía un año. En Tijuana el trabajo en maquila abunda pero no quería alejarse de su niño.

Ambos comenzaron a ver que los "sobre ruedas" era una opción para comenzar a vender pupusas pero tenían que tramitar permiso antes. En Tijuana le llaman sobre ruedas a los carretones de comida. Luego de pensarlo mucho, Saraí le dijo a su esposo que establecería una pupusería.

Juntos acordaron comenzar primero en la casa, despachando a domicilio. Óscar se encargaba de hacer los "delivery" en su propio carro. "Y así empecé en mi casa con un comalito, en la cocina"-

Para entonces, comenta Saraí, comenzaba a hacerse más común los grupos de amigos o con intereses similares por WhatsApp y Facebook, y se hizo miembro del grupo que tenía la comunidad de salvadoreños residentes en Tijuana.

"Empecé de a poquito a hacer mi chicharrón, mis frijoles, a comprar queso y todo. Y me publiqué en el grupo.¡Nunca imaginé la demanda que iba a tener", recuerda Saraí. Pero luego se vino otro desafío: ¿cómo llevar los pedidos a todas partes si apenas tenían algunos meses de haber llegado?

En Tijuana, según cifras del gobierno local, hay 3,000 salvadoreños residiendo permanentemente. Saraí dice que nunca se imaginó que fuera a tener tanta demanda y tan rápido. El próximo desafío era ver dónde había un mercado para comprar más materiales: chicharrón, queso, harinas, etc.

Óscar le dijo que no se preocupara, que comenzaran primero en los alrededores de la colonia.¿Está seguro? le preguntó. "Sí, diga que le manden la ubicación y ahí no vamos ir perdiendo y vamos a ir conociendo".

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La cocina en la casa dejó de ser suficiente y tuvieron que tramitar permisos para vender en las calles, en los espacios que la alcaldía destina para hacer los "sobre ruedas", que son una especie de mercados en determinados días y horas.

"Compré mi planchita, compré un canopi, la carpita, una mesa y con eso me vine para acá, para el sobre ruedas", detalla con aparente entusiasmo, explicando también que tuvo que hacer un pequeño cambio al servir las pupusas: ponerle mucho chile a la salsa.

En el negocio se involucran Saraí, su madre, Óscar (en el reparto a domicilio y las compras de materiales en el mercado) y tienen una empleada.

Saraí dice que no se queja de haber emigrado de El Salvador para ponerse a salvo. Tijuana le ha sentado bien y aunque prácticamente están a un paso de la frontera, en sus planes no está entrar de manera ilegal a Estados Unidos.

Saraí comenta que el único cambio que le ha hecho al platillo de las pupusas es que a la salsa le tiene que poner mucho picante, exigencia de los mexicanos. Foto EDH/ Francisco Rubio

"Yo estoy muy agradecido con México. No tengo nada malo de que hablar. El temor de mi esposo de que me discriminaran o que hubiera alguna discriminación no ocurrió; sí hay, pero lo que es a mi persona no", afirmó.

En Tijuana Saraí es conocida como la muchacha de las pupusas. "Toda la gente mexicana ha sido muy linda conmigo. Muy lindos todos y donde quiera me identifican como la muchacha de las pupusas, la salvadoreña", comenta mientras prepara un pedido a domicilio de pupusas, pasteles y empanadas a los clientes fijos de un call center.

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