"Me siento medio salvadoreño", dice el dominicano Eduardo Perdomo, director de la oficina de Asuntos Latinos de la alcaldesa Muriel Bowser, en Washington, D.C., quien en cada oportunidad que encuentra resalta que la salvadoreña Jackie Reyes, quien fue la primera salvadoreña en dirigir la oficina que hoy lidera, ha sido su mentora.
La diáspora salvadoreña es la más grande que tiene Washington, D.C.
"En el único lugar del mundo donde la diáspora salvadoreña es la más grande es aquí en la ciudad de Washington, D.C. Y el valor de los salvadoreños para nuestra ciudad es muy importante, porque están en todos los núcleos económicos de la ciudad; en cuidados infantiles, en la construcción, en hospitalidad, restaurantes. En cada una de las áreas vitales de la economía de Washington, los salvadoreños tienen su mano. Y han hecho de la ciudad una mejor ciudad", expresa Perdomo, quien viste una camisa alusiva a El Salvador, durante el cuarto festival anual Mi Pequeño El Salvador, que organizó la alcaldía, el pasado 15 de septiembre.
El carisma de Perdomo lo hace conectar fácilmente con los salvadoreños; quienes lo identifican y hablan con él con mucha familiaridad.
Él describe a los salvadoreños como: "Una persona que es bien humilde, muy cariñosa, muy abierta a trabajar, la gran mayoría con ganas de echar para adelante. Gente muy trabajadora, Y le digo, la ciudad de Washington en los últimos 20 años, principalmente, se ha construido con sabor salvadoreño".
El fenómeno de la migración se mantiene. Y en Washington D. C. , a criterio de Perdomo tiene características particulares.
"El fenómeno de la migración generalmente está asociado a la reunificación familiar, cuando tienen bastante tiempo, y los salvadoreños tienen más de cuatro décadas, llegando acá a la ciudad de Washington, D.C. Siempre hay flujos migratorios que llegan a unirse con sus padres. Principalmente los jóvenes de entre dieciocho y veintitantos años de edad, que pocos de ellos han podido conocer a su padre en persona. Sus padres son tepesianos, vinieron hace veintitantos años, veintitrés, veinticuatro años. Esos jóvenes todavía no conocen a su padre. Muchos de ellos lo vienen a conocer acá.
Esa es la mayor de las migraciones que tenemos. Pero es una migración de reunificación familiar, una migración que generalmente está asociada a los marcos legales. Y la oportunidad de seguir haciendo de esta ciudad la mejor ciudad", expone Perdomo.
Basta caminar por "la Manplesa" o la calle 14 para ver el peso de la diáspora salvadoreña, en donde abundan los restaurantes cuyo atractivo principal son las pupusas, aunque también hay otra variedad de platillos propios de la cocina salvadoreña.
"Este barrio donde nos encontramos aquí fue el epicentro de la migración salvadoreña. Y se puede percibir a simple vista el toque de la comunidad salvadoreña en este barrio, que de hecho se llama Mount Pleasant, pero los salvadoreños lo han llamado con mucho cariño la Manplesa", explica el dominicano, que le va al equipo de fútbol del Águila de San MIguel, aunque también conoce del Alianza, y que sabe usar en el contexto correcto la palabra "cachimbona".
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