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“Los policías me entregaron a mi papi muerto”: Reo de Mariona muere por múltiples golpes

Fue deportado en 2006 de EE. UU., pero desde entonces no se metía en problemas. Fue exjugador de futbol de tercera división, arbitró incluso en algunos partidos de la Policía local. Su captura y muerte conmocionó a todo el pueblo de San Buenaventura.

Por Jonatan Funes | May 22, 2022- 12:01

Alexander Humberto Cárdenas Blanco, de 35 años de edad, fue enterrado en el cementerio general de San Buenaventura, Usulután, el domingo 15 mayo 2022. Su acto fúnebre estuvo acompañado de un centenar de familiares, amigos y conocidos. Llegó gente hasta de municipios cercanos como Jucuapa, Chinameca, Santiago de María y Alegría, donde había hecho amigos por medio del fútbol.

Incluso la diputada de Nuevas Ideas por Usulután, Marisela de Guardado, lamentó en su cuenta de Twitter su muerte, y reconoció que era muy querido en San Buenaventura.

Blanco murió producto de una golpiza que recibió en el penal de Mariona, según su compañera de vida.

Foto EDH/ Jonatan Funes

El hombre fue capturado el 7 de mayo cuando se encontraba con su hija e hijo en su vivienda.

La PNC llegó a detenerlo porque lo denunciaron por medio de una llamada anónima, según cuenta la familia. Un día después lo trasladaron al penal La Esperanza, en Ayutuxtepeque, donde permaneció hasta el 13 de mayo, día en que fue murió.

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La familia denuncia que cuando las autoridades le entregaron el cuerpo estaba irreconocible y con señales de que había sido torturado, incluso los lugares en su piel donde tenía tatuajes estaban quemados y con marcas de la suela de los zapatos.

El personal de la funeraria tuvo que reconstruirle el rostro porque estaba su piel desprendida del cráneo. Tenía varios huesos quebrados. En la esquela del Instituto Nacional de Medicina legal dice que la causa de su muerte fue un “edema pulmonar”.

“Nunca me imaginé que me lo hubieran entregado muerto con golpes, peor que cuando crucificaron al Señor”, comentó la pareja, quién prefirió el anonimato por miedo a represalias.

Alexander Humberto Cárdenas llegó a San Buenaventura el 2 de marzo del 2006 a la edad de 19 años. Entonces el municipio tenía 4700 habitantes. Él venía deportado de Estados Unidos por pertenecer a la pandilla MS.

Sus años en el municipio se los pasó en trabajos eventuales como albañil, mecánico, agricultor; de todo lo que le generara un ingreso, pero sobre todo cuidando a sus dos hijos.

También se la pasó en la cancha: fue jugador del España, un equipo de fútbol de Tercera División hasta que vendió su categoría. Jugó e  incluso pitaba partidos también, organizados por la Policía Nacional Civil local.

Alexander Humberto junto a sus compañeros de equipo. Foto EDH/ Cortesía

“Cuando los policías lo agarraron, los de aquí, a ellos les dolió llevárselo porque él les pitaba cuando ellos hacían un partido, llegaban y le decían: 'Álex vamos a pitar'; anduvo jugando con ellos, ¿cree usted que alguien que sea un criminal iba a andar jugando con ellos (policías)?”, manifestó la mujer.

Blanco fue capturado por tener tatuajes alusivos a la mara, aunque su familia asegura que se los hizo cuando estuvo en Estados Unidos, cuando aún era menor de edad. También asegura que nunca estuvo detenido en El Salvador. Nunca buscó asociarse con el grupo criminal de nuevo y siempre trató de ocultar sus tatuajes con la ropa, porque borrarlos se le hacía imposible por la falta de dinero.

De hecho, según declaración de un policía destacado en San Buenaventura, no hay presencia de pandilleros en el municipio.

“Que tengamos nosotros perfilados no, sí hubo hace bastante, pero todo están presos o muertos. Algunos venían a veces de Jucuapa (municipio vecino), de lo contrario, gracias a Dios, está bien tranquilo”, afirmó.

Foto EDH/Jonatan Funes

La preocupación de la viuda de Cárdenas es la salud mental de sus hijos, ya que a diario le preguntan por qué los policías mataron a su papá.

Un día, la niña de seis años le dijo que “los policías me entregaron a mi papi muerto”.

En otra ocasión, el niño de cuatro años le dijo a una  amiguita que no se hiciera tatuajes, porque si no la policía se la va a llevar y la van a matar. “¡Han quedado traumados!”, confirmó la madre.

Matilde, una mujer que reside en el pueblo, también testifica que la víctima se dedicaba al cuidado de sus hijos, al fútbol y a la buena convivencia. “No se metía con nadie, yo siempre lo veía y era una persona respetuosa. Andaba con sus niños, aquí todo el pueblo lo lamentó porque él no se metía con nadie”, afirmó.

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