La presencia de policías y militares en comunidades empobrecidas y zonas con alta presencia de pandillas ya es motivo de tensión para la población joven, expuesta a revisiones violentas e incluso golpizas por parte de agentes del Estado.
Para la especialista en psicología Lissette Macúa, todo el evento que los menores viven durante el estado de excepción es traumático porque se quedan sin una figura materna o paterna o sin ambos. “Es un vínculo truncado y habría que preguntarnos quiénes asumen el rol al faltarles la madre y el padre; muchas veces son los mismos hermanos, tías, tíos, abuelas, abuelos y en algunos casos hasta vecinos”.
Efraín solo tiene siete años y a su corta edad ya sabe qué es cuidarse solo.
Desde que su madre fue capturada ha quedado bajo el cuido de una vecina. Aunque dice extrañar mucho a su madre, Efraín no puede llorar porque ya está “grande”; él es uno de tantos menores que espera afuera del penal de Izalco, acompañado de su tutora, en busca de información.
Desde el pasado 27 de marzo, cuando inició el régimen de excepción solicitado por el Ejecutivo y aprobado por la Asamblea Legislativa, de mayoría oficialista, las detenciones arbitrarias aumentaron, dejando a muchos menores asumiendo roles de adultos a su corta edad.
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“Habría que preguntarnos qué va a pasar con estos niños y niñas si realmente el Estado asume el cuidado de ellos, garantiza que quien los cuida brinde las necesidades básicas, cuál es la educación que reciben, la carencia afectiva que tienen que vivir” comenta la sicóloga.
“Ya no fui a la escuela, me toca quedarme acá porque no podemos venir todos los días y no nos dicen nada de mi mamá” expresa Efraín ante un policía que cuida en los alrededores del penal de Izalco.
Para la especialista, lo que viven niños entre los 5 a 12 años, como Efraín, es porque ya asimilan las situaciones y les toca no solo vivir su entorno sino asumir responsabilidades de adultos, como el cuido”.
“No podemos negar que quien se queda a cargo también vela por el que ha sido capturado y eso también hace que no se les tome importancia a los pequeños y no porque la familia no quiera sino por lo fuerte de la situación por la que pasan”, añadió Macúa.
Efraín es uno de tantos menores que corren y juegan a las afueras de los penales, a pesar de que el panorama respecto de su madre no es nada alentador; después de casi una semana no han podido tener información.
Macúa señaló que estas condiciones generan traumas: “Hay niños cuidando niños”, afirmó. Según ella, lo más importante en este contexto es establecer medidas de protección para la niñez y también brindar herramientas de salud mental, así como proveerles de actividades que les permitan distraerse.
Sin embargo, esto no entra en las posibilidades de la mayoría de familias en el país; la profesional reconoce que en El Salvador la salud mental no se toma con la debida importancia. “Nuestro país tiene una carencia en el tema emocional. El Estado debería tener un compromiso más fuerte para atender la salud mental de todos estos niños sino esto se va a convertir en una bomba de tiempo”. aseguró.
Un problema a largo plazo
Juan Carlos Torres, director de la Maestría en Políticas Públicas, prevención de violencia y cultura de paz, de la Universidad Don Bosco, cree que ya pasamos por esta misma situación. “Las pandillas venían de un ciclo de violencia y es algo que se va a volver a repetir al no darle seguimiento”, sentenció.
“Son víctimas directas de la violencia, porque han presenciado la captura de sus padres; los niños lo ven todo y no existe una asistencia social que los proteja” asegura Torres.
Para el especialista el Estado está fallando, nadie les da seguimiento a estos niños después de lo que pasan ni siquiera la Ley Crecer con Cariño ha contemplado esta situación añade.
“No hay un cuido familiar, no hay un programa que cuide a los niños. El CONNA se ha vuelto un show político, el INJUVE se ha dedicado a buscar votos; ¿Quiénes se preocupa por todos ellos? Nadie”, afirmó.