Sara de Morales, una mujer de 40 años, tenía 12 años de vivir con su pareja, Jaime Alexander Morales, cuando fue detenido y enviado al penal de Izalco como parte del régimen de excepción impulsado por el gobierno de Nayib Bukele.
Ambos se dedican a la venta de queso, carnes y verduras; sin embargo, desde hace dos semanas, su rutina cambió: cuando regresaban, a las siete de la noche, de repartir los lácteos que comercializan. “Ellos (policías) llegaron como a las 8:30 (de la noche) a la casa, se lo llevaron diciéndole que ya iba regresar, pero ya no regresó”, comentó Sara.
El 25 de mayo, Sara, luego de haber enfrentado una gran tormenta, con su ropa, cabello y rostro empapados, relató que, con ese, ya eran 13 días durmiendo en las calles de los alrededores del centro penal de Izalco, a la espera de información sobre su esposo que, según dijo, es inocente: “Aquí no se duerme, así como estamos ahorita mojadas, amanecemos y llegamos hasta la noche”.
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Sara no es la única mujer que permanece, bajo sol y lluvia, esperando por información sobre un ser querido: “muchas mujeres estamos sufriendo acá, esperando que les den la libertad a nuestros parientes inocentes”, señaló.
Además de soportar el calor del día y las inclemencias de la noche, Sara expresó que el hambre es otro de los problemas porque, desde que su esposo fue capturado, no hay quién lleve la provisión a su hogar. Desde su captura, ella no hace otra casa que esperar por una respuesta en las afueras del centro penitenciario.
“Yo no trabajo por estar esperándolo a él porque sé que es inocente y allí hay mucha gente inocente”, explicó. Sara, su suegra, y otras mujeres que conoció en los alrededores del centro penal de Izalco, consiguen alimentarse, algunas veces, gracias a organizaciones de la sociedad civil o religiosas, que llegan a compartirles alimentos. También los lugareños han les obsequian agua potable calmar la sed.
Al igual que muchos de los parientes que se acercan a ese centro penal, Sara y los otros familiares guardan, todos los días, la esperanza de tener información sobre los capturados y quiénes van a ser liberados día con día pero las autoridades siempre tienen excusas para no brindarles datos: como que están obstruyendo la calle y hasta que todos se encuentren en orden van a darles información.
“Nosotros aquí sufrimos desprecios y le dicen a uno que no corrigió a sus hijos”, destacó una de las señoras que acompaña a Sara. Ella ha tenido que prestar dinero para poder pagar el paquete que su esposo necesita dentro de la cárcel pero tampoco tiene certeza de que él realmente esté recibiendo los alimentos y productos de higiene. “Nosotros le pedimos al presidente que ya pare, que se ha llevado a mucha gente inocente”, expresó.
La madre de Jaime Alexander, quien tiene problemas cardíacos, ha pasado todos estos días junto a su nuera esperando, ansiosa por la libertad de su hijo. Él era quien le compraba los medicamentos para poder llevar una vida normal. “No es justo que nos miren a nosotras todas mojadas, aguantando hambre, durmiendo en el suelo”, narró, indignada, Sara.
Además, hace una solicitud directa al presidente Nayib Bukele: que pida a los policías que no maltraten ni golpeen a los familiares capturados porque son personas inocentes.