“Lo único que nos queda son preguntas de cómo fueron sus últimos días”, dice consternada una de las hermanas de Noelia, frente a su ataúd, minutos antes de salir del lugar donde fue velada hacia el cementerio de Municipal de Candelaria de la Frontera, en el departamento de Santa Ana.
Noelia Elizabeth García murió el 1 de febrero en el hospital San Juan de Dios de Santa Ana, mientras permanecía bajo custodia del Estado, siete meses después de ser arrestada, durante el régimen de excepción. La Fiscalía General de la República la acusó ante los tribunales por el delito de asociación ilícita.
Sus familiares aseguran que nunca fueron notificados por parte de las autoridades penitenciarias sobre su padecimiento de salud mientras permanecía recluida en el penal de Apanteos, ni les informaron oficialmente de su deceso.
Según consta en un documento, en poder de la familia, extendido en Medicina Legal, la muerte de la mujer de 42 años fue por un “choque séptico por una inmunosupresión causada por un carcinoma nasal (cáncer)”.
La familia supo que Noelia estaba enferma, cuando una persona cercana a la familia, que había ido a consulta, se percató que la tenían esposada en una silla de ruedas en el hospital, el pasado 23 de enero.
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Al ver las imágenes la familia entró en desesperación debido a que Noelia estaba irreconocible por su delgadez. “Cuando se la llevaron ella era una mujer llena de vida, alegre, trabajadora, era casi imposible pensar que podía estar así”, relata una de sus hermanas.
Dos días antes que Noelia fuera vista en el hospital, sus parientes le habían llevado el paquete al penal de Apanteos, pero aseguran que, en ningún momento les informaron sobre la condición de salud en la que ella se encontraba.
El 1 de febrero, ante el rumor de la muerte de una persona bajo custodia en el hospital de Santa Ana, sus hermanas fueron a preguntar por ella, pero durante todo el día, anduvieron de una institución a otra, hasta que pasadas las ocho de la noche les entregaron el cadáver en Medicina Legal.
Los restos de Noelia fueron velados en la vivienda de su madre, una señora de avanzada edad, quien hace algunos años perdió a un hijo víctima de la violencia social.
La mañana del viernes decenas de personas acompañaron el recorrido de la carroza fúnebre con los restos de Noelia, por las calles polvorientas de la colonia donde habitaba, hasta el cementerio municipal de la localidad.
Mujeres, niños y niñas llevaban una gran cantidad de rosas y ramos de flores que los acompañantes llevaron durante las dos noches de velación.
“Usted cree que si ella hubiera andado en algo malo como dice la policía, toda esta gente viniera a llorarla”, cuestiona una de las hermanas, mientras sostiene dos rosas blancas en sus manos.
Mientras tanto, atrás quedó la casa de adobe, donde permanece intacta la cama donde Noelia dormía la noche que los policías irrumpieron en su vivienda.
Los familiares narran que un contingente de policías habían rodeado la modesta casa de piso de tierra. “Le dijeron que los acompañara porque le iban a hacer unas preguntas”, aseguran.
Esa fue la última vez que sus dos hijos la vieron con vida.