La muerte del empresario de buses de Quezaltepeque, Ricardo Ottoniel Hernández Córdova, un salvadoreño canadiense de 55 años, causó conmoción. Su desaparición y luego su asesinato, ocurrió justo hace 10 años, hoy tendría 65 años de vida. Su hija es una de las principales sospechosas, ya detenida por el régimen y ahora acusada también por este caso, delito: homicidio agravado.
Nadie imaginaba que en el hilo de las investigaciones que parecían nunca avanzar con las autoridades salvadoreñas, se descubriría que parientes del empresario del transporte estarían involucrados en quitarle la vida.
En la muerte del empresario de buses circularon muchos rumores y el caso había quedado abandonado por las autoridades, hasta que la insistencia de la familia de la víctima que venían una y otra vez desde Canadá a El Salvador para presionar a las autoridades, lograron poner el foco de atención en los responsables del crimen.
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Incluso, buscaron ayuda con las autoridades canadienses para que intervinieran con las salvadoreñas, pero no lograron nada, a pesar de que ahora también son canadienses.
La principal sospechosa, su hija, María Magdalena Henríquez Hernández, perfilada como pareja (jaina) de Carlos Ernesto Avelar Franco, alias Diabólico, cabecilla de la ranfla nacional de la MS-13, preso en el sistema penal del país.
La misma estructura delictiva estaría implicada en la muerte de otras personas en Nejapa y el caso de un policía en Quezaltepeque, según diferentes fuentes de investigación fiscal y policiales.
El día del asesinato
El 19 de junio de 2013, Ricardo Ottoniel había comentado a personas allegadas y algunos familiares que algo podría sucederle, presentía lo peor para su vida, siempre se encomendaba a Dios antes de acostarse para descansar, incluso tenía diálogos con un religioso. Esa noche recibió visitas en su casa en la colonia San Ramón, era su hija, pero no iba sola, estaba acompañada de varios sujetos de la clica QLS de la MS-13, de acuerdo con relatos de la investigación.
La visita se volvió tensa y terminó en una discusión, había de por medio una fuerte cantidad de dinero que le pedía a su padre. En lo acalorado de la discusión vinieron insultos, agresiones y Ricardo Ottoniel no puedo defenderse ante la lluvia de golpes de los delincuentes. Fue vapuleado, tomado del cuello con un alambre y asesinado en uno de los baños de su propia casa.
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Nadie escucho nada, los vecinos ignoraron lo que pasaba, nadie intervino ni llamó a las autoridades policiales, a pesar de que se escuchaban gritos de violencia. Luego el silencio de la noche regreso.
Los hechores colocaron el cuerpo de Ricardo Ottoniel en bolsas negras, luego decidieron salir rumbo a algún lugar alejado y desolado para deshacerse del cuerpo, y no dejar indicios.
Manejaron rumbo a Apopa y luego tomaron la Troncal del Norte, posteriormente se desviaron hacia Chalatenango. Buscaron un lugar alejado de Quezaltepeque para no despertar sospechas. Y así fue, el cuerpo fue tirado a la orilla de la carretera en la zona de El Paraíso, rumbo a la cabecera departamental.
Mientras, luego del asesinato, María Magdalena acudió a la PNC de Quezaltepeque a interponer un aviso de que su padre había desaparecido y no sabía nada de su paradero. Esa era la justificación perfecta para alejarse del crimen.
Incluso, dijo que había recibido un balazo en un hombro que le hizo un desconocido la noche que su padre desapareció.
Vapuleado
Pronto, las autoridades encontraron el cuerpo de Ricardo Ottoniel y fue levantado por Medicina Legal como desconocido. En el informe forense señala que fue encontrado en el cantón Santa Bárbara, colonia Santa Elena, jurisdicción de El Paraíso, Chalatenango. El Diario de Hoy tiene una copia de ese informe forense.
“De 12 a 18 horas de muerte, se observan cianosis facial (moretes), excoriaciones en la frente, equimosis (moretes) en ambos párpados con hemorragia. Surco (herida) atrás del cuello”, que fue la causa principal de la muerte detalla el informe.
La autopsia detalló “asfixia por comprensión”, fue ahorcado, lo más probable mientras se produjo la golpiza en la casa de la víctima. Fue asesinado en su vivienda con una cuerda o un alambre.
Ricardo Ottoniel, ciudadano salvadoreño y canadiense, fue velado y enterrado días después en Quezaltepeque, la familia tuvo que conformarse con dar sepultura y guardar los buenos recuerdos. Ahora 10 años después tienen la oportunidad de reclamar justicia.