Eran los primeros días del régimen de excepción, durante el mes de abril, cuando María Tránsito Pineda recibió la mala noticia de que su nieta había sido capturada por la policía.
“Fue a traer un dólar de pupusas cuando le cayó una llamada de un policía, tenían un muchacho detenido. A mí me vino a avisar una amiga mía, de que se la habían llevado a ella también”, recuerda.
María Tránsito es habitante del caserío El Limpio, en el cantón Santa Lucía, municipio de Ilobasco. En esa comunidad, unas 20 personas han sido arrestadas desde que inició el régimen de excepción, según ella. Pero su nieta no fue la primera capturada por esos días. “Mi nieto, uno de los hijos de mi hija mayor, fue capturado dos días antes de que iniciara esto, pero igual le pusieron que por régimen había sido arrestado”, asegura.
Alarmada por la noticia de la captura de su nieta, no dudó en irla a buscar a la delegación policial que está cercana a la comunidad, pero ya no estaba allí.
Su nieta había sido trasladada para las bartolinas de Sensuntepeque. Esos primeros días fueron complicados para la nieta de María Tránsito, la menor estaba embarazada y sufrió una complicación de salud, por la que tuvo que ser hospitalizada.
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En el centro médico pasó alrededor de 18 días. Durante ese tiempo, María Carmelina Hernández Pineda, de 42 años, hija de María Tránsito, estuvo al pendiente de su hija, llevaba alimentos y hacía algunas diligencias para recabar los documentos que les decían que tenían que presentar para el proceso judicial.
Habían pasado casi 30 días desde la captura de su nieta cuando María Tránsito recibió otra mala noticia. Su hija, María Carmelina también fue arrestada. Por esos días, en el mes de mayo, otros dos nietos que viven en el mismo caserío también fueron arrestados, cinco familiares en total desde que inició el régimen de excepción.
Desde que capturaron a su hija, María Tránsito ha tenido que velar por ellas y viajar constantemente a San Salvador para entregar paquetes de insumos y alimentos. Sus recursos son limitados y ha tenido que recurrir a la ayuda de familiares que viven en Estados Unidos.
Los primeros días de julio, recibió una llamada telefónica que fue como un vaso de agua en el desierto: su nieta había dado a luz, tras superar algunas complicaciones. “Me llamaron del Conna (Consejo Nacional de la Niñez y Adolescencia), para preguntarme si yo podía cuidar de la recién nacida, pero luego determinaron que se quedaría con mi nieta por cuestiones de lactancia”, cuenta.
María Tránsito aún no conoce a su bisnieta, pero sí tiene sus plantares que le proporcionaron para que ella la fuera a asentar. Desde que capturaron a sus familiares, ella vive con la esperanza de que la justicia los pondrá en libertad.
“Yo acá vengo a tender, porque me da una esperanza como que mi hija aquí estuviera”, dice la mujer antes de suspirar y observar la casa de lámina y adobe que está a pocos metros de su vivienda, en un terreno adyacente.
Para María Tránsito, la captura de su hija es arbitraria y cree que su único error ha sido descuidar a su hija por estar dedicada al trabajo.
“Para mí es bien duro porque no se pueden ver, saber si están enfermos o cómo están. Tampoco puedo pagar un abogado particular, mi único abogado es Dios y a eso me atengo. Como digo en mis oraciones, mi familia es pecadora, pero no son asesinos ni pandilleros”, asegura.