Cuatro años después de haber superado la pandemia por covid-19, especialistas en psicología afirman con preocupación que sus repercusiones en la salud mental continúan siendo notorios y poco atendidas por las instituciones públicas.
“La cifra normal es que un 8% de la población general de un país esté afectada por trastornos de origen orgánico y emocional, pero a mí me parece que ahora con la pandemia esta cifra podría incrementar hasta un 20%, si no es que más población quedó afectada”, sostiene el doctor en psicología Óscar Aldana Torres, especialista en trauma complejo y suicidios.
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Datos oficiales indican que el 20% de la población se está viendo afectada por problemas como la ansiedad y la depresión profunda, según información proporcionada por el Instituto Nacional de Salud salvadoreño.
El experto sostiene que es difícil medir la cifra exacta de la población afectada, debido a que muchas personas no se encuentran diagnosticadas, por diversas razones, entre ellas la falta de recursos económicos.
Salud mental: “¿un desafío individual o colectivo?”
Datos actuales recolectados a través de la octava Encuesta de Humor Social y Político: "Hay otros Problemas más importantes", del Centro de Estudios Ciudadanos (CEC) de la Universidad Francisco Gavidia (UFG) presentada en julio de este año, incluyeron una parte de preguntas relacionadas con psicología, donde resultó que 19.6% de la población con mayoría de edad reconoce que “tenía/tiene miedo a uno de sus padres”.
Para el experto, esto se debe a que el hogar no siempre resulta ser un lugar seguro. “La gente está terriblemente vulnerable, por eso considero que el 20% de la población o más está afectada, yo estoy hablando del cálculo de estadísticas en salud mental. Puede ser que más del 20% de las personas estén afectadas por temas de origen familiar y contextual”, agregó el experto de origen mexicano, que participó en el “Primer congreso de salud mental en El Salvador” organizado por cuatro fundaciones benéficas, la primera semana de septiembre.
Entre las observaciones del experto, las personas que buscan ayuda profesional son mayores de 25 años, quienes son capaces de reconocer un problema psicológico no tratado y acceder a los servicios de un profesional.
“Hay dos polos que están completamente desatendidos, los niños o adolescentes que no saben que tienen depresión, crisis de ansiedad; pero también el otro polo, como las personas de la tercera edad por problemas neurodegenerativos. Podemos encontrar personas de más de 60 años con problemas de depresión de origen orgánico, porque su cerebro o sistema nervioso ya está desgastado”, agregó Aldana Torres.
Aunque existen profesionales en psicología que trabajan en el sector público, la red hospitalaria se encuentra saturada y los servicios básicos tienen largos periodos de espera.
“Entonces estas personas que no tienen acceso a los servicios de salud mental, a lo mejor está la institución, pero no tienen dinero para pagar un psiquiatra, gerontólogo o un paidopsiquiatra y obviamente eso genera una enorme condición de vulnerabilidad, porque son personas que viven su vida como pueden”, señaló el especialista Aldana Torres, quien planteó que esto es un escenario que se vuelve “muy peligroso porque muchas, no están ni siquiera diagnosticadas con un trastorno mental”.
La encuesta del CEC sacó a la luz que 16 de cada 100 personas en el país en algún momento de su vida han tenido pensamientos suicidas por problemas personales (7.85 %), por aspectos sentimentales (5.07 %), por razones económicas (3.27 %), un 0.16 % prefirió no responder y el 83.65 % de personas respondió que no.
El experto sostiene que pensar en el suicidio es la respuesta final de las personas ante la imposibilidad de mejorar sus condiciones.
Cada 10 de septiembre se conmemora el Día Mundial de la Prevención del Suicidio, en los últimos años diferentes asociaciones e instituciones públicas han realizado esfuerzos para poner el tema en la palestra y brindar atención oportuna.
Otro dato que llama la atención sobre la salud mental en la población de El Salvador son los factores que les han causado frustración en los últimos seis meses.
El 47.27% de quienes participaron en la encuesta, mayores de edad, afirmaron sentir frustración por problemas económicos y familiares.
Frente a este escenario, el porcentaje de personas que tienen acceso a un especialista en psicología es muy bajo: se estima que solo el 13.46% de la población ha podido hacerlo, sin detallar si estos servicios fueron adquiridos de forma privada.
Aldana Torres sostiene que existen diferentes niveles al pensar en atención para la salud mental, debido a que no es el mismo panorama para una persona adulta que reconoce la necesidad de pedir ayuda, que alguien de menor edad, que no tiene la madurez emocional para hacerlo; esto puede ser expresado por su cuerpo a través de terrores nocturnos, ansiedad, bajo rendimiento escolar, entre otros.
“Las crisis de la salud mental no siempre se dan hasta que somos adultos, los niños que experimentan el divorcio de sus padres, violencia, abuso sexual, enfrentan pérdidas y crisis, pero hasta que somos más grandes somos capaces de comprender que necesitamos ayuda”, dijo el doctor en psicologia.
“Pero, ¿de qué sirve que yo sepa que necesito ayuda, si no hay un sistema institucional de salud mental que me lo ofrezca? Se requieren instituciones no solo privadas, porque entonces la salud mental se vuelve un privilegio”, concluyó Aldana Torres, como experto en trauma complejo y suicidios.
El doctor Carlos Novo, especialista en neurociencia clínica, sostiene que no tomar medidas preventivas y esperar a resolver los problemas es más caro y complejo para un Estado.
¿Cómo impactar positivamente en la salud mental de los niños y las niñas?
“Intentar intervenir a las personas que están en riesgo siempre va ser más barato a largo plazo, aunque se necesiten muchos recursos para hacerlo”, señaló el especialista, también ponente en el congreso.
Novo sostiene que identificar a los grupos vulnerables es un proceso complejo que debería iniciar con la observación de los padres, educadores y pediatras cuando los niños y niñas rondan los 4 años, debido a que en la adolescencia pueden potenciarse comportamientos fatalistas, impulsividad, explosividad, aislamientos, entre otros factores que indican que las personas tendrán más problemas para controlar sus impulsos.
Una de las consecuencias que el especialista resalta es la probabilidad de “hacerse daño a sí mismo o a otros. No hay una manera de saber quién sí y quién no va intentar un suicidio, por eso es tan complicado, hay muchos tipos de comportamientos que pueden ser de autodaño y que no buscan como tal el suicidio”, dijo Novo.
Las políticas de salud mental juegan un rol fundamental, debido a que, según el experto, son parte de los primeros acercamientos que se pueden dar desde la niñez y luego en la adolescencia “sería ideal tener un mínimo de monitoreo, proceso terapéutico, seguimiento, ayuda a nivel profesional de salud. Ver cómo un proceso biológico se está manifestando de esta manera, es un proceso de salud, por lo que es importante captarlo, no solo como un proceso social”, señaló Novo, quien concluyó que es básico y necesario tener espacios en los cuales se les pueda dar atención a las personas.