Salvador Marroquín tiene una discapacidad física y a diario debe recorrer más de nueve kilómetros desde su casa hasta su trabajo, empujando una silla de ruedas que él mismo adaptó para facilitar su movilidad.
Para él es imposible usar el transporte público porque ninguno le permite subir con su silla de ruedas; y por si eso fuera poco, también debe enfrentar la falta de espacios aptos para que personas con discapacidad puedan desplazarse en San Salvador.
Un día en la vida de Salvador
Su día empieza a las 4:00 a.m. Su hora de entrada al trabajo es a las 8:00 a.m., pero él sabe que para llegar a tiempo debe salir de su casa con varias horas de anticipación.
Al igual que para miles de salvadoreños, trasladarse a su trabajo es un verdadero reto, sin embargo para Salvador esto tiene un nivel de dificultad aún mayor.
Él debe enfrentarse a la falta de empatía de muchos conductores, a la falta de rampas y aceras en buen estado. Además de la nula intervención de parte de las autoridades por brindar una solución a esta población.
Él tiene esta discapacidad física como secuela de haber contraído poliomielitis cuando tenía un año. Para salvar su vida, los médicos decidieron amputar sus piernas y a pesar que él no recuerda lo que sucedió, lo que sí recuerda es que a lo largo de su vida siempre ha buscado alternativas para facilitar su desplazamiento, muchas de estas las ha construido él mismo.
Un viaje en medio del tráfico
Cuando todo aún sigue a oscuras, Salvador emprende su viaje. Va preparado con un equipo completo, lleva casco con lámpara, un chaleco reflectivo, guantes y el elemento más importante para él: su fé en Dios.
Al estar listo, sube a su silla y toma impulso para salir de su casa. Él vive en una zona semi rural en donde la calle es de tierra y hay poca iluminación, por lo que lo único que logra verse en la oscuridad es la pequeña luz del casco de Salvador. Faltan 10 minutos para las 5 de la mañana.
La silla que utiliza para trasladarse no es igual a todas. Fue diseñada por él, tomando como inspiración las sillas de ruedas olímpicas. Su adaptación le permite trasladarse de un lugar a otro con mayor facilidad, pero también le exige gran esfuerzo físico, sobre todo en las calles más inclinadas.
Al incorporarse al Bulevar del Ejército inicia una de las partes más difíciles, luchar contra el tráfico y el irrespeto de muchos conductores. Salvador aprovecha las paradas del transporte público para incorporarse con más facilidad y aunque utiliza el espacio de un vehículo, varios carros buscan la forma de sobrepasar. Aún si eso implica pasar excesivamente cerca de él.
“Hay días en los que por lo menos cinco personas que me dan un tipo de maltrato, me quitan el paso en lugar de cederlo, ya me han botado de la silla. En dos ocasiones incluso, un microbús y un pick up que tenían grandes defensas, se subieron en las ruedas de mi silla y ya no me dejaban avanzar”.
La parte más difícil de su recorrido es el paso a desnivel de Molsa, la cuesta es pronunciada y no hay espacios para tomar descansos. A pesar que Salvador asegura estar acostumbrado al trayecto, también dice que le gustaría tener más facilidades para movilizarse.
Al llegar a su trabajo, el sol ya salió por completo, son las 06:43 a.m.
Han pasado casi dos horas desde que Salvador inició su viaje. Aún con todo el cansancio por el trayecto, él sigue de buen ánimo; llegó a tiempo a su empleo e incluso podrá tomarse un momento para descansar y desayunar algo.
Oportunidades de empleo
Actualmente Salvador trabaja en una fábrica de bicicletas, lo que le ha permitido adquirir conocimientos técnicos para crear sus propias sillas, pero su sueño más grande es tener su propio negocio, en el que pueda crear opciones que ayuden a otras personas con discapacidad física.
Reconoce que encontrar empleo es una tarea difícil y cuenta que él buscó durante mucho tiempo antes de llegar a su empleo actual.
“Anduve tocando puertas de empresas pero de muchas que toqué, ninguna. Apliqué hasta ocho empresas, de esas ninguna. La barrera es que las empresas no le dan la oportunidad a uno aunque tiene el deseo”.
Además de un negocio propio, Salvador sueña con tener más facilidades de transporte que mejoren su calidad de vida. Su deseo es mejorar sus ingresos para tener la posibilidad de comprar un vehículo adaptado para su discapacidad y así trasladarse sin problemas.