“Panita, soy gringo por dos años, panita; me dieron mi parole (permiso humanitario) para dos años”, repetía casi a gritos un joven colombiano mientras hablaba por teléfono al salir del recinto migratorio llamado El Chaparral, en San Ysidro, ciudad fronteriza de Estados Unidos con México, en los estados de California y Baja California, respectivamente.
Todas las noches, entre las 6:00 y 7:00 p.m., decenas de personas migrantes, la mayoría de latinoamérica, cruzan la frontera entre México y Estados Unidos, pero lo hacen de manera legal, con permiso de las autoridades migratorias estadounidenses, aunque en su trayecto desde su punto de origen hasta el Distrito Federal, lo hacen de manera ilegal, sufriendo cualquier clase de delincuencia.
El pasado 15 de julio, las primeras dos personas en salir con un legajo de papeles en mano y con rostros alegres, fueron dos mujeres originarias de Guatemala. Ambas pidieron no ser identificadas con sus verdaderos nombres, por lo que las llamaremos Carmen y Natalia, pero dijeron que eran originarias del departamento de Izabal, Guatemala, de donde salieron a principios de mayo.
Ambas afirmaron ser maestras; Carmen con 16 años en el ejercicio de la docencia y 37 de edad; Natalia, más joven, de solo 24 años, de los cuales los últimos tres los trabajó como profesora. Salieron huyendo de Guatemala por amenazas que recibieron, aunque no quisieron detallar de dónde provenían las amenazas.
Carmen y Natalia tuvieron mucha suerte, pues salieron de su país a principios de junio, 15 días después ya estaban en Ciudad de México, donde solicitaron una cita con autoridades migratorias de Estados Unidos a través de la aplicación CBP One, que el gobierno estadounidense ha puesto a disposición de personas que quieren ingresar a ese país pero que no tienen los documentos necesarios para hacerlo.
|El Departamento de Estado describe así la aplicación: “es una herramienta gratuita en línea que está disponible para los migrantes en el centro y norte de México y permite que las personas programen citas para presentarse en un POE (puerto de entrada) en la frontera suroeste. Concertar citas posibilita que el proceso sea más seguro y ordenado, y la información anticipada que se envía a funcionarios de la CBP (Servicio de Aduanas y Protección Fronteriza) crea un proceso más eficiente y simplificado para la CBP y para las personas.
A unos 300 metros de donde decenas de migrantes salen con su permiso migratorio, se escucha el golpeteo fuerte de los martillos y taladros que son utilizados en la construcción de un tramo de la valla metálica, el muro, justo al lado de un complejo de tiendas de ropa y zapatos de marcas reconocidas.
Cada vez más caro y difícil cruzar ilegal
En el sector del condado de San Diego, California, las condiciones para cruzar la frontera de México hacia Estados Unidos parecen más difíciles. A lo largo de la línea fronteriza, en muchos tramos es visible no solo un muro sino dos, a unos 25 metros el uno del otro.
Del otro lado de San Diego está Tijuana, donde el negocio del tráfico de personas está en manos de cárteles de la droga, quienes controlan casi todo lo que pasa ilegalmente hacia Estados Unidos.
San Ysidro es uno de los ocho puertos de entrada a Estados Unidos con cita a través de CBP One. Pero para agendar la cita se debe llegar a la mitad de México, pues si se está más al sur, la aplicación, a través de geolocalización, es decir, que detecta dónde estás, no permite al migrante llenar el formulario y agendar la cita.
Carmen y Natalia dijeron que todos los días hay que estar revisando la aplicación. El pasado 25 de junio, fecha cuando se celebra el día del maestro en Guatemala, ambas recibieron la confirmación: el 15 de julio tenían que llegar a la frontera de San Ysidro.
Carmen dijo que lo tomó a manera de regalo, aunque al recordar a sus niños, a sus alumnos, su rostro se volvió triste. Ella no se despidió de ellos porque no estaba segura de lograr pasar a Estados Unidos.
“Pues es el bienestar de uno; cómo no van a estar felices”, respondió al preguntarle cómo estaba su familia, en Izabal, al saber que lo había logrado.
Cada día, son 1,450 migrantes los citados a cualquiera de los ocho puertos de entrada (Brownsville, Paso del Norte, Eagle Pass, Hidalgo y Laredo en Texas; Calexico y San Ysidro en California; y Nogales en Arizona), según el Departamento de Estado.
Un informe publicado el 3 de agosto de 2023 daba cuenta que desde el 23 de enero (cuando inició el programa) hasta finales de junio de 2023, 170,000 personas habían programado con éxito una cita; en ese período, la mayoría de beneficiados eran de nacionalidad haitiana, venezolana y mexicana.
Un equipo de El Diario de Hoy constató que entre el lunes 15 y martes 16 de julio, muchas de las personas beneficiadas con un permiso temporal, eran de nacionalidad venezolana, aunque había colombianos, guatemaltecos, hondureños, mexicanos; incluso había algunas personas que supuestamente eran de Pakistán.
Entre los venezolanos que el martes recibieron su “parole” estaban Víctor Linares, su esposa Enderlin y el hijo de ambos, Alonso David, de 7 años. Estos afirmaron que sólo ese día, en su grupo, había por lo menos 80 venezolanos.
Antes de explicar las razones por las que abandonaron su país, Enderlin aseguró que estaba feliz pero a la vez se sentía triste porque dejaron a su familia, a sus padres, hermanos. “Dejas tus raíces y vienes a un país que te da oportunidades, pero siempre se siente un vacío”, afirmó la joven.
La mayoría de personas que emigran a Estados Unidos huyen de regímenes autoritarios, de la criminalidad imperante en sus países y por motivos económicos., aunque esto último son pocos quienes lo confiesan, pues temen ser rechazados y devueltos a sus países de origen.
La huida de Víctor y su familia
Víctor Linares y su familia dijeron que habían salido huyendo de Venezuela para salvar su vida luego de sobrevivir a un atentado el pasado 1 de mayo, durante una manifestación contra el régimen de Nicolás Maduro.
“Fue el primero de mayo, estábamos en una marcha y había unos colectivos (grupos), armados por el mismo gobierno de Nicolás Maduro, y comenzaron a tirarnos piedras, se nos vinieron encima. A mí me iban a cortar en el cuello pero metí la mano y me alcanzaron a cortar la mano. De ahí comenzamos a recibir más amenazas y por eso tomamos la decisión de salir de Venezuela y venirnos a Estados Unidos que es un país donde por lo menos se respetan los derechos humanos. Mientras ese gobierno no cambie, tendremos que estar acá en los Estados Unidos”, comentó Víctor.
El venezolano mostró su mano con una cicatriz reciente. Según detalló, le dieron 22 puntos de sutura, pues la herida fue muy profunda.
Víctor y cuatro más de su familia (incluyendo su esposa e hijo), hicieron el viaje desde Venezuela por tierra. Pasaron por Colombia y luego llegaron a la Selva del Darién, en Panamá, cruzaron a Costa Rica, luego a Nicaragua y de allí a Honduras. Después pasaron a Guatemala y cruzaron a México; todo por tierra.
“Todo fue por tierra hasta llegar a Ciudad de México, allí aplicamos a la cita del CBP One y, bueno, gracias a Dios, favorecidos que nos salió solo en una semana y tres días, nos aceptaron la cita de una vez para entrar a Estados Unidos y hoy ya estamos aca (San Isidro)”, afirmó Víctor.
De acuerdo con el Departamento de Estado, “la aplicación brinda una forma directa de que las personas soliciten sus propias citas, reduce la posibilidad de que los contrabandistas u otros actores exploten a los migrantes”.
A pesar de lo anterior, la mayoría de personas que entran a Estados Unidos a través de un permiso migratorio por medio de la aplicación CBP One, siempre son explotados por bandas criminales y traficantes de personas por las rutas que utilizan para llegar hasta la mitad del territorio mexicano.
Según testimonios recabados por El Diario de Hoy, en promedio, un venezolano necesita entre 4 o 5 mil dólares para hacer el viaje vía terrestre, dinero que va dejando regado a lo largo de su ruta para evitar ser encarcelado, devuelto a su país de origen, violados o explotados laboralmente o asesinados.
Para un venezolano, los pagos comienzan desde que dejan su país, pero se incrementa significativamente mientras cruzan la Selva del Darién, donde muchos se aprovechan de la necesidad de los migrantes de ser guiados, de obtener comida o ser transportados por lugares menos peligrosos.
El paso por El Salvador, Guatemala y México también implica robos y extorsiones, incluso de autoridades policiales y migratorias. José Zapata, un colombiano originario de Cartagena, afirmó haber sido extorsionado por tres grupos de hombres armados en su paso por El Salvador.
Si bien la aplicación CBP One es una herramienta “segura, ordenada y humana” para el fenómeno de la migración ilegal hacia Estados Unidos, esta solo ofrece un respiro a los migrantes una vez que llegan a Ciudad de México, antes deben entregar dinero a toda suerte de criminales que les salen en su ruta. ¿Qué tanto fácil es el viaje o qué tanto sufres en la travesía? Eso depende de la cantidad de dinero que lleves para pagar, afirmó Víctor Linares.