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Periodista que estuvo preso: "En Izalco te tratan como una rata"

En la segunda parte de su testimonio, el periodista Víctor Barahona narra el sufrimiento que vivió en el penal de Izalco, hasta su liberación el 19 de mayo.

Por Carlos López Vides | Jul 21, 2023- 11:20

Víctor Barahona, un periodista comunitario, fue detenido el 7 de junio de 2022 acusado de "agrupaciones ilícitas". Tras ser declarado inocente, fue liberado el 19 de mayo de 2023. Barahona narra los sufrimientos que vivió y vio dentro dentro de los penales. EDH/Manuel Cruz

Después de ser detenido el 7 de junio de 2022, de pasar por las bartolinas de Apopa y por el penal de Mariona, el periodista comunitario Víctor Barahona fue llevado en agosto al penal de Izalco, donde tras unos 15 días en una isla, fue llevado a la celda 48.

El siguiente es su relato del sufrimiento que experimentó en ese centro penitenciario, pues sin la atención médica adecuada estuvo a punto de morir y atestiguó, de primera mano, las torturas y palizas a otros reos. Todo ello, de forma injusta, pues no cometió delito alguno y declara "totalmente inocente" del supuesto cargo de "agrupaciones ilícitas" con que le detuvieron, en el régimen de excepción.

"La celda 48 era más grande que la isla donde estaba, quizá para estar cómodo unas 50 personas, pero habíamos 100. Dormíamos como pan de caja, porque si no, no cabés. Dormíamos de lado. Nos dieron unas colchonetas que a saber cuántos años las habían tenido ahí; después empezamos todos con un rasquín. Podés ver todavía secuelas en mi cuerpo, horrible, todos llenos de aquello, y no teníamos asistencia médica (muestra cicatrices en sus manos). No teníamos sol. No te bajan a que pegue el sol, estábamos en la celda todo el tiempo.

VER: "Soy el primer periodista enviado a la cárcel en régimen de excepción": Víctor Barahona

Recién llegado, nos bajaron como unas dos veces unos 15 minutos, para unas fotografías, y luego nos volvían a subir.

Nos despertaban a las 2 de la mañana para que nos bañáramos. Todos estábamos enfermos, con rasquín. Una pesadilla… nos daba tanta picazón, que nos daban unos desodorantes de esos de Gillete, y con ese tapón azulito, todos en la noche parecía que estábamos tocando el violín (hace el movimiento con sus brazos)… nos desangrábamos la piel, para sangrar esas ronchas, porque con eso se te calmaba la picazón. Después de eso, dormías un poco tranquilo.

La suciedad en las bartolinas de Izalco le provocaron hongos y daños en su piel, tanto a Víctor Barahona como a otros reos en su celda. En la imagen, captada el 11 de julio de 2023, muestra las cicatrices. Foto EDH/ Menly Gonzalez

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Y otros privados de libertad, gritaban '¡cállense, dejen de hacer bulla!', porque aquello se oía raca, raca, raca… horrible cómo teníamos el cuerpo. Eso me fue debilitando".

Los diviesos

Nota del redactor: un divieso es una protuberancia dolorosa y llena de pus, provocada por bacterias, que se forma debajo de la piel. Da comezón y produce dolor al contacto. Tanto Barahona como el resto de reos en la celda 48 se vieron llenos de diviesos, por la suciedad en el lugar. Continúa el relato de Barahona.

"A un pastor evangélico de Ciudad Delgado, le salió un divieso en su parte íntima. Se le fue haciendo un hoyo horrible, él me decía 'me voy a morir aquí'. Y yo le decía 'no, Dios te va a curar, te vas a curar, no perdás la fe'. Con él era con quien yo más platicaba.

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En esa semana me empecé a debilitar tanto, que empezaba a ver empañado, me decían mis compañeros que quizá la presión me estaba molestando.

Me salieron tres diviesos en el ano, pero no creás que diviesos pequeños. Yo ya no me podía sentar, ni de lado, sentía yo que me iba a morir. Eso me debilitó tanto, que dicen mis compañeros que pasaron tres días que deliraba, que yo solo mencionaba a mis hijos en aquellas grandes fiebres.

Y ellos le decían a los custodios que estábamos mal de salud, pero los custodios solo te dicen, 'de aquí solo va a salir solo que esté pataleando, que de verdad esté grave'.

Y a veces mejor no decís nada, con tal de no escuchar lo mismo, que no te van a sacar.

No todos los custodios son malos, no todos te hacen psicología de tortura. Unos te dicen 'te van a dar 40 años, que 30, que los que tienen tatuajes artísticos 25 años', y te tratan de la patada.

Pero también había custodios cristianos. Ellos nos escuchaban y decían, 'tené fe en Dios, ya van a salir, ustedes son inocentes'. Y eso también nos fortalecía.

De acuerdo con la denuncia de Barahona, hay casi nula atención médica para los reos en el penal de Izalco. / Foto EDH Archivo

A un custodio le pidieron que me viera. En ese lugar perdés la pena hermano… te desnudan, le enseñás aquello, me vio y dijo sí, estás mal. Me sacó de la celda ese día y me llevaron a clínica.

No te ven médicos: ahí están unos de amarillo que dicen que son médicos, y me dijeron 'no, si no tiene nada', y me volvieron a subir.

'Bueno', me dijo otro privado de libertad, un muchacho de Chalatenango, 'yo se los voy a reventar'.

Cuando me acuerdo de esto… mi familia me había puesto unos rollos de papel higiénico mil hojas. Se fueron tres rollos de papel de esos. Cuando empezaron a reventar, solo miraba que salía aquel chorro de pus, aquella suciedad que yo tenía ahí. Me los reventaron. Decían que yo seguía delirando en la noche.

Me acuerdo en una noche, que yo sentí que iba a morir. Le dije a un compañero, 'la verdad siento que no voy a amanecer', 'cómo no viejo, usted va a amanecer, si usted es fuerte', me dijo. Le contesté: Solo quiero decirte algo: Yo vivo en Valle del Sol…

Nota: en este momento de la entrevista, Víctor no logra contener el llanto. Luego prosigue.

"Disculpá, porque recordar esto es sanar mentalmente también, tengo que decirlo.

Le dije al compañero: 'decile a mis hijos que lo lamento, de haberme visto, que me dio vergüenza que me hayan metido preso, porque de mi familia, nadie ha estado preso, nunca. Nadie de nosotros. Y deciles que los amo. A mis nietos, a mi Puchi Puchi', mi nieto de dos años y medio.

Ese muchacho me dijo, 'usted no se va a morir. Yo creo en Dios también. Y Él me ha dicho que usted no se va a morir'.

Víctor Barahona, periodista comunitario detenido por el régimen de excepción. Estuvo 11 meses en prisión aunque no cometió delito. Foto EDH/ Menly González

Esa madrugada tenía una gran fiebre, y como solo te permiten una sabanita, en el frío recuerdo que me puse mis dos shorsitos, porque solo te permiten dos shorts, dos camisetas. Esa madrugada sentí que no iba a amanecer.
Ese día hice un trato con Dios. Le dije 'mirá, si me vas a eliminar aquí, eliminame ya, sacame en una caja. Pero yo ya no quiero vivir. Ya no'.

Ahí hay compañeros que se querían ahorcar a veces, fijate, por la misma depresión. Personas inocentes que te dicen 'mirá, yo dejé a mis hijos solos, yo no sé quién tiene a mi hija, a mis hijos. Me fueron a traer de mi trabajo, yo soy el sostén de mi mamá'. Y todo eso te estresa más, y uno se da fuerza el uno del otro.

Y yo le dije a Dios, 'quiero hacer un trato. Es cierto, te he fallado en muchas cosas, he sido mal padre, mal hijo', ahí te acordás de todo. Le dije a Dios, 'sacame de este lugar, y cuando salga de aquí te voy a ir hacer un culto para decirte Gracias, ante cualquier altar que yo vea te voy a dar la honra y la gloria, que eres grande. Pero ya no quiero estar aquí'.

Castigos

Si los custodios decían que habían escuchado bulla, llegaban y decían 'están castigados', y todos hincados desde las seis de la tarde, hermano, hasta la madrugada del día siguiente.

A veces se asomaban, hincaban a un compañero cerca de la reja, y ahí le daban su macanazo.

Si alguien se caía, te tenían que agarrar los demás para que te volvieras a hincar. Así era el castigo.

Guardias del Centro Penal de Izalco, en donde -según reportes- han muerto decenas de detenidos por posibles abusos o por falta de atención médica adecuada. Foto EDH / Archivo

Te quitaban la comida a veces, te quitaban el almuerzo porque decían que habías hecho bulla. O no te daban el desayuno, eso de castigo.

Si estás enfermo pedís que te saquen a consulta y no te sacan.

También sacaban a veces de la celda a algunos y les pegaban. Recuerdo que a algunos no les pegaban solo por pegarles, sino que los encontraban haciendo señales alusivas a pandillas. Al que veían con eso les daban unas tundas ahí delante de todos, horribles, que ahí quedaban tirados.

¿Vio reos morir en el penal?

"En nuestra celda no hubo fallecidos, hasta el día que yo salí. Lo que sí es que a un muchacho que le dieron un medicamento, de repente se inflamó todo. Los trasladaron al hospital de Sonsonate.

Pero a veces como estábamos en el tercer nivel, veíamos enfrente a los demás sectores, y solo oímos que decían ¡emergencia, emergencia!, cuando es así es porque saben que estás por morirte.

De repente veíamos que sacaban personas tiesas, rígidas, y decían 'ese ya va muerto'.

Casi todas las noches, oíamos ¡emergencia!, a cada momento, muchísimas veces. Cinco veces en la noche, en la celda de a la par, ¡emergencia, está grave!

Solo si ellos de verdad creen que estás mal, te sacan.

Algunos vimos que llegaban (de regreso), otros no. Algunos llegaban al día siguiente y veíamos en la celda que lo ingresaban. Eso era ya normal para nosotros.

Entierro de Carlos, un joven que según su familia murió dentro del penal de Izalco. Su cuerpo tenía señales de haber sufrido golpes. Foto EDH/ Francisco Rubio

De mi celda sacaron a muchísimos de emergencia, del día, y cuando volvían les preguntábamos ¿qué tenés?, y decían 'ah, solo me pusieron inyecciones'. Te inyectan y no te dicen qué te ponen".

Una pausa en el relato de Barahona, porque le hicimos una pregunta: En teoría, los penales tienen como objetivo que los reos logren su reinserción a la sociedad, y para eso hay talleres, educación, etc. Al preguntarle a Víctor si vivió eso durante su estadía en el penal de Izalco, lo descarta completamente y continúa su historia.

"Cuando hablás de talleres de reinserción… en un espacio pequeño, empezaron unos compañeros a estirar las calcetas. Jalaban hilos y empezaron a hacer como unas hamaquitas. Y eso costó que nos quitaran una comida, porque un custodio vio que estaban haciendo las hamaquitas y unos forros para las Biblias, como tejidito, y nos quitaron la comida esa vez, como castigo por hacer esas manualidades.

Te llevaban un ajedrez cada tres semanas, para cien personas, y un juego de damas.

Nos dieron 10 biblias, las hicimos por línea, de 10 en 10. Yo casi no miraba, casi no veo las letras, porque desde que llegué ahí la vista me comenzó a bajar. Aun así prediqué como diez veces".

Otra pausa para pedirle al periodista otra explicación. También según la ley salvadoreña, los reos tienen derecho a tener comunicación con su familia y con los abogados que trabajen en su defensa. Víctor no tuvo ninguno de estos beneficios.

"Llegaban grupos supuestamente de instituciones de derechos humanos, pero solo se paseaban, no hablaban con nosotros, iban con los custodios. Solo nos preguntaban si teníamos comida… solo hablaban con ellos los encargados de celda (reos elegidos por el resto de reos). Y siempre les decíamos, hablen en lo jurídico de qué es lo que pasa, y había algunas celdas que sí les decían, 'yo fui detenido así, yo así'. Ellos solo anotaban, y nada.

Nunca llegó un abogado de visita, ni llamada. Incomunicado. La única esperanza que teníamos era cuando te llega al paquete. Ese paquete, cuando llega, es emotivo. Los compañeros llenos de lágrimas decían, ''mi familia entonces está bien', '¿por qué gastan, si yo no dejé dinero?', 'mi familia a saber qué ha vendido para mandarme esto'. Te estoy hablando de personas con cero recursos, agricultores, 'yo dejé mi milpita así, todo se perdió'.

Unas 400 personas, en su mayoría mujeres, se abarrotan en la calle de acceso al penal de Izalco buscando información sobre detenidos durante el primer mes del régimen de excepción. FOTO EDH / Jessica Orellana

No te dejan pasar las cremas que te pone tu familia; mi hija me dijo 'papá, yo te ponía hasta 25 dólares en pastillas, en cremas, tu Corn Flake, tu leche, avena, tus shorts'. Porque a mí me llegaban mis paquetes completos, pero no te dejan pasar lejía, Rinso, medicina.

Eso es injusto, porque te llenas de enfermedades ahí, y tu familia hace un sacrificio para ponerte eso, y no te lo dan.

Hubo un día que nos bajaron a todos y nos bañaron con yodo, aquello era amarillo que nos echaron.

En el penal no sos nada, perdés todos tus derecho, te tratan como a una rata. Así, con esas palabras. Quizá un perro está mejor afuera, que uno ahí. Un hacinamiento horrible.

Te hacen firmar documentos, solo te dicen firme aquí, firme aquí.

¿Negarse? Te castigaban. Vas a firmar y vas a firmar. A mí me hicieron firmar como unas seis a siete hojas, que a saber que firmé, yo ya ni miraba bien.

Me decían mis hijos, 'verdad que a vos te cambiaron de celda varias veces', y yo 'no, a mí no me movieron de la 48', pero a ellos les decían que me habían movido a una celda, que después a esta, y ellos contentos, porque pensaban, 'si lo están moviendo es porque mi papi ya va a salir', y a mí nunca me movieron de la celda 48.

La liberación

El 7 de mayo, en un conteo rutinario en Izalco, Víctor escuchó su nombre cuando un custodio hablaba por radio. Lo primero que pensó es que lo iban a trasladar a otra área, o que la Fiscalía le había inventado otro delito.
Trasladaron al periodista y a otros 10 reos a un edificio de registro. Él iba temblando, no de temor, sino de debilidad. Le recibieron unas abogadas y le hicieron firmar unos papeles.

"Mi sorpresa es que me dicen, vaya, usted ya firmó su carta de libertad, el penal tiene entre 5 a 10 días para ponerlo en libertad", describe sobre ese momento. Estuvo en otra fase, donde vivió días de incertidumbre porque muchos reos eran liberados, pero luego volvían porque habían sido recapturados, ya que las autoridades les habían señalado por algún nuevo delito. Barahona le pidió a Dios no vivir una recaptura así.

"El 19 de mayo, que me llamaron, cuestioné a Dios, que me perdone… porque como a las 3 de la tarde sacaron como a 23 personas, y le dije 'Dios, y por qué se van estos y no yo. Ellos van llegando, ¿y por qué no yo?'. Ahí te falla la fe, cuando miras tanta injusticia, que los abogados no llegan y no sabes nada. Ahí le dije a Dios, 'si me vas a mandar a recapturar de nuevo, mandame, pero ya, o mandame a mi celda donde estaba'. Ese día se me salieron las lágrimas, porque me dijo un joven, de unos 22 años, de Tonacatepeque. Me dice 'nombre viejo, hoy nos vamos en la noche libre, tenga fe'. Y que un joven me haya tocado la fe… yo dije 'no Dios, si yo he confiado en ti'", narra sobre ese trance.

A eso de las 5 p.m. de ese viernes, fue conducido con esposas, junto a otras 22 personas, todas de blanco y en chancletas, hacia una pluma en las afueras del penal. Les pidieron nombres de familiares para que llegaran a traerlos, para supuestamente avisarles. Y finalmente fueron liberados. Barahona narra que no les dieron ningún papel que certificara que eran libres.

"Llegó otro custodio y nos dijo, 'ya se van, no no los quiero volver a ver aquí. Se van porque no deben delito, no los van a recapturar, porque ustedes no tienen requerimiento fiscal ni son reclamados por otro juzgado", describe Víctor.

Puente de acceso al penal de Izalco, en Sonsonate. / Foto EDH

Ese momento fue de total alegría pero también incertidumbre. Solo salir y ver el sol de esa hora era ya una felicidad que contrastaba con la oscuridad de la celda, pero no tenía cómo volver a casa y sus hijos, su familia, no estaban ahí. El periodista cuenta que había unos conductores de Uber que les cobraban de 120 a 150 para llevarlos a sus hogares.

Una señora que vivía en Tonacatepeque, que había llegado a traer a su hijo que también era liberado en ese momento, le ofreció llevarlo a Apopa. Víctor accedió. Antes de eso, una muchacha apareció y le dio ropa para que se quitara la indumentaria de reo.

"Te sacan de blanco. A este joven le había llevado la mamá camisa, zapatos, hasta loción. Otros señores de Zacate se fueron juntos en ese Uber. No sé de dónde llegó una muchacha y me dijo, 'aquí esta ropa señor, póngasela, para que se vaya'. Me acuerdo que saqué una camisita negra y me quedaba cabal. Y de ahí saco y veo un pants negro a rayas, y me quedaba cabal. Yo no lo creía todavía", cuenta.

Pasaron por una gasolinera en Ciudad Versalles. A Víctor le dio miedo comer una hamburguesa que le compró la señora, porque le podía dar diarrea.

Le pidió que lo dejara ahí, porque hay taxistas que lo conocen porque lo trasladan en su trabajo en el canal de Apopa.
Le habló a uno y no lo reconocía; 'viejo, si hasta verde estás, ¿te llevo a un hospital? ¡Si vos no sos así!'. Le pidió que lo llevara a su casa.

La felicidad fue triple para Víctor al volver a Valle del Sol: pudo reunirse de nuevo con sus hijos y, después de unas horas, abrazar a su nieto Puchi Muchi. Y Dios le tenía un regalo especial: una nueva nieta.

"Cuando llego, mi hija acababa de llegar de tener una bebé. Mi hija tenía una gran fe, es cristiana, y que Dios le había dicho a ella que el día que llegara Gracia Elizabeth, iba a llegar yo. El esposo de ella le dijo, 'bueno, ya te fui a traer al hospital, en la noche viene tu papá'. Y dice mi hija que lo dijo el esposo con una convicción, y ella se puso a llorar", explica Barahona. "Mi regalo era Gracia Elizabeth, que no la pude ni chinear, porque iba lleno de ranfla (así se le dice a las heridas y pústulas en el cuerpo, provocadas por la estadía en el penal)".

Su familia no fue a traerlo porque nadie le avisó que lo iban a liberar. Tampoco fue informada su abogada defensora pública. Sus hijos tenían meses de haber presentado un hábeas corpus ante la Procuraduría para la Defensa de Derechos Humanos, sin respuesta. También reunieron más de 500 firmas de personas de Valle del Sol, que daban fe de que el periodista no era un delincuente. Pero nada.

Lo que viene

Víctor ha recibido el apoyo de la Asociación de Periodistas de El Salvador (APES) y el 10 de julio dio una conferencia de prensa para denunciar el infierno que vivió.

San Salvador, 10 de julio de 2023 La Asociación de Periodistas de El Salvador brindó conferencia de prensa para informar sobre la detención arbitraria del periodista comunitario de Apopa, Víctor Barahona. El arresto se realizó el 7 de junio de 2022 y fue hasta 19 de mayo de 2023 que salió en libertad. Foto EDH/ Yessica Hompanera

Por ahora, con asesoría legal está valorando demandar al Estado salvadoreño, "porque tiene que haber un precedente. No es lo económico. Le hago un llamado a la Procuraduría de Derechos Humanos, a la Corte Suprema de Justicia, que hay un habéas corpus presentado por mi familia; a la comunidad internacional que aboguen por los periodistas en El Salvador. La APES ha mostrado las denuncias que ha habido contra periodistas en los últimos días. Que nos dejen ejercer la libre expresión, que los periodistas no somos enemigos del Estado. Al contrario, cuando hacemos una denuncia o recibimos una persona, es para que seamos constructivos".

Barahona reflexiona y lamenta que "nunca pensé que en El Salvador íbamos a retroceder tanto en la democracia, en la libre expresión. Yo he cuestionado tres gobiernos, ARENA, FMLN y el actual. A veces me hablaba algún funcionario, pero les decía 'ese es mi trabajo, para que ustedes mejoren'. El Frente igual, algún ministro o diputado, 'mirá, no seás así', y les decía 'no, mejoren'. Y más al Frente, porque esa era la esperanza del pueblo después de la guerra. Yo soy constructor de paz, soy experto en derechos humanos, los he estudiado, tengo un diplomado en solución de conflictos de la UCA, donde aprendimos a identificar cómo construir paz, lo hice en mi comunidad, en otras comunidades.
Y con este gobierno es bien difícil construir paz. Digo con este gobierno, porque ahora tú haces una entrevista, o dices algo de lo que estoy diciendo ahora, y te ponen mil troles a atacarte, o a cualquier periodista. Mi periodismo ha sido siempre constructivo. Si cuestionas a un funcionario, a un alcalde, no es porque no lo querés, sino que si una ciudad está embasurada, por ejemplo, es para que mejore".

Seguirá haciendo periodismo, ya está de nuevo activo en Tu Onda Club con un programa deportivo y, más adelante, continuará con espacios de análisis político.

Después de casi 2 horas de conversación con El Diario de Hoy, Víctor pide que su testimonio sirva como escudo para el gremio: "Soy el primer periodista preso de El Salvador por el régimen, a los demás los han acosado. No quiero que le toque a alguien más vivir lo que yo viví. Sí, tengo miedo. No quiero volver a una cárcel. Si me animé a hacer estas denuncias, es porque no quiero que un periodista en El Salvador, o en Centroamérica, en cualquier parte, viva lo que yo viví".

Duros momentos en prisión

Castigo por su fe
"Cuando en la celda estábamos en comunión con Dios, hacíamos nuestros cultos y eso era ilegal, no te permiten religión. A veces hacíamos culto y nos llevaban a castigarnos, nos hincaban, nos dejaron sin comida un par de veces. Decíamos 'por Dios, no importa que nos dejen sin comer'.
A un compañero lo vieron leyendo la Biblia a las 10 de la noche y se lo llevaron (a golpearlo).
Después sí permitieron religión, de unos cuatro a cinco meses para acá sí permitían un culto a la mañana, 5:30 a.m., llegaba un pastor de ellos de amarillo, de fase de confianza. Se dieron cuenta que a la celda no le importaba el castigo por hacer su culto".

Víctor Barahona, periodista

Medicinas vencidas
Barahona asegura que en el penal de Izalco les entregan medicamentos ya caducos a los reos, pues lo vivió en carne propia. Al ser hipertenso y después del único chequeo médico que recibió cuando llegó al centro penitenciario, dice que le entregaron unas pastillas; pero las revisó y estaban vencidas. Un custodio le dijo: "bueno, agarralas si las querés, si no las bebés, aquí otro las va a beber". El periodista prefirió conservarlas y no tomarlas, para evitar que hicieran daño a otra persona. "Cuando yo descubrí eso, otros compañeros vieron que sus medicinas tenían un mes de vencidas, y así".

Víctor Barahona, periodista

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