La migración femenina irregular, a menudo invisibilizada, deja huellas profundas en comunidades como San Martín distrito del municipio de San Salvador Este. Las historias de Ana, Karla y Rebeca son testimonios de la valentía y la determinación de mujeres que enfrentan la adversidad tras ser deportadas.
Ana Mendoza, de 44 años, emigró hacia Estados Unidos junto a su hija hace más de un año, decididas a reencontrarse con su esposo y padre de su hija a quien no ve desde hace más de 18 años. Emprendieron el camino solas, sin nadie que las guiara, más que el celular y personas contratadas en las fronteras para cruzarlas.
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Ana no quiso contratar a un "coyote" por temor a ser estafada. Salió de San Martín en bus hacia la frontera con Guatemala y luego recorrió por su cuenta tres países. En el camino, descubrió que había otros indocumentados que buscaban lo mismo que ella: llegar a Estados Unidos.

“Mi hija tenía un año cuando mi esposo se fue por la situación del país. No encontraba trabajo y era muy peligroso. Cuando empezamos a escuchar mucho de que, si cruzabas la frontera con tus hijos, tenías muchas probabilidades de que te dejaran quedar no dudamos y lo intentamos”, comenta.
Así fue como tomó la decisión: “Para mí fue duro porque llevaba a mi hija de 17 años, solo eso era un peligro, pero Dios me guardó y, aunque no logramos cruzar, nos trajo con bien, mi deseo siempre es que estemos juntos como familia”.
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Ana vio lo peor de la migración como ella lo describe. Recuerda el día que les tocó cruzar el río por la noche para llegar a Texas. Una de las jóvenes que iba en el grupo se ahogó, situación que marcó su vida, por lo que, al ser detenida por migración después de cruzar la frontera y ser deportada al país, no intentó volver a emigrar.
Las caravanas migrantes de 2018 incluyeron un número significativo de mujeres salvadoreñas. Estas caravanas resaltaron la magnitud de la migración irregular desde Centroamérica.

Informes de organizaciones como el Observatorio de Violencia Ormusa y la OIM (Organización Internacional para las Migraciones) destacan la vulnerabilidad de las mujeres migrantes, especialmente en relación con la violencia de género.
Información del Boletín mensual de estadísticas migratorias, mujeres y hombres 2024, elaborado por la Unidad de Política Migratoria, Registro e Identidad de Personas de México, contabilizó 56,300 casos de personas salvadoreñas en situación migratoria irregular, entre enero y agosto de 2024. La migración irregular es difícil de cuantificar debido a su naturaleza clandestina, a menudo oscurece las experiencias específicas de las mujeres migrantes.
“Para mí, como madre, fue duro. Yo no dormía por cuidarla, ya que había veces que solo estábamos ella y yo, y los demás eran hombres, y uno escucha historias de mujeres violadas o desaparecidas. Por eso, cuando migración nos capturó, yo solo pensé que solo Dios sabe por qué no seguimos”, comenta Ana.
Hoy, Ana, al enfrentarse al retorno y perder más de $12,000 dólares entre las dos al querer cruzar, lamenta haber tomado la decisión, pese a que “agradece haber regresado con bien”. Ana ha emprendido un negocio de alquiler de sillas y artículos para fiestas, piñatas, y así está sacando adelante a su familia.
“Ha sido difícil empezar de nuevo. Apliqué a un proyecto de entrega de capital semilla y estoy invirtiendo en un negocio, pese a que todo está caro salimos adelante”. Ana recuerda cómo fue cuestionada por haber migrado de un país que los agentes migratorios describen como seguro y con protección, sin entender lo que significa estar alejada de su esposo y sin el padre de su hija por más de 18 años.
"El camino es muy peligroso": Karla Ventura
Karla Ventura tiene 24 años. El 9 de mayo de 2023 decidió emprender el viaje que esperaba le cambiaría su vida económica. Cansada de tener un trabajo que le generaba ingresos menores al salario mínimo, Karla decidió viajar de forma irregular a Estados Unidos.
“Es difícil vivir con un ingreso así, no me alcanzaba para mucho”, lamenta. Después de convencer a sus padres de querer migrar y con la ayuda de una tía, Karla consiguió una persona que la llevaría a su destino.

Su viaje duró más de 21 días, durante los cuales tuvo que cruzar un río para llegar a México, durmió en mesones, expuso su vida en una redada y caminó largos trayectos donde vio personas que habían muerto en el camino buscando el anhelado sueño americano, hasta que, al encontrarse perdida en el desierto después de caminar más de 10 horas, exhausta tuvo que entregarse a Migración.
“Para las mujeres, el camino es muy peligroso, pero se ven obligadas a migrar, ya sea solas o con sus hijos. En el desierto ves huesos de personas que han muerto, ves narcotraficantes, escuchas de mujeres desaparecidas, violadas es muy fuerte”. Como Karla, muchas mujeres le han apostado al sueño americano, ya sea para solventar su situación económica o por reunificación familiar, pero al emprender el viaje, fueron capturadas por migración y regresaron al país a enfrentar la situación que las obligó a migrar.
San Salvador Este, un municipio marcado por la migración, enfrenta un creciente número de mujeres retornadas, un fenómeno que plantea desafíos complejos. Muchas de ellas, impulsadas por la búsqueda de mejores oportunidades, se vieron obligadas a abandonar sus hogares, enfrentando riesgos y dificultades en su travesía.

Solo en San Salvador Este, a donde pertenece San Martín, se estima que hay más de 15,000 salvadoreños retornados entre 2015 y 2024, una cifra que seguramente aumentará con lo que está pasando en Estados Unidos, afirman representantes de FESPAD.
Marcado por la migración, enfrenta un creciente número de mujeres retornadas, un fenómeno que plantea desafíos complejos. Muchas de ellas, impulsadas por la búsqueda de mejores oportunidades, se vieron obligadas a abandonar sus hogares, enfrentando riesgos y dificultades en su travesía.
Tras ser deportada, Karla, no quiso intentarlo de nuevo. “Nos tocó perder el pago del ‘coyote’, que fueron como unos $4,000 dólares. La verdad, no valía la pena”. Así fue como, después de más de un mes, Karla regresó a El Salvador esposada de manos, cintura y pies, y escoltada por trabajadores de migración de Estados Unidos.
Al decidir no emigrar, empezó de nuevo enviando un sinfín de currículums para buscar trabajo, pero no tuvo oportunidad. Hoy, Karla ha emprendido un negocio: una tienda al lado de la casa donde vive. Así ha solventado la falta de empleo a la que se enfrentó a su regreso.
La reinserción laboral y el apoyo psicosocial son algunas de las necesidades apremiantes que estas mujeres enfrentan en su intento por reconstruir sus vidas en su lugar de origen. “La situación económica en el país es difícil y, si los jóvenes no encuentran trabajo, nos toca a nosotros ‘inventar’ para poder tener un ingreso estable”, añade.

La migración femenina, en particular, tiene un impacto significativo en la dinámica social y económica de muchos municipios. Para las mujeres retornadas, la situación es desafiante. Existen iniciativas y organizaciones que trabajan para apoyar a las mujeres migrantes retornadas en San Martín.
Programas de capacitación laboral, apoyo psicosocial y asesoramiento legal son algunas de las acciones que se están llevando a cabo para emprender negocios por parte de FESPAD, para impulsar la construcción de respuestas locales y nacionales a favor de la población salvadoreña retornada, con el objetivo de incluirlos en la sociedad.
Sin embargo, se necesita un mayor esfuerzo conjunto entre el gobierno, las organizaciones de la sociedad civil y la comunidad en general para garantizar que estas mujeres tengan las herramientas y el apoyo necesarios para reintegrarse con éxito y construir un futuro digno en su tierra natal.
“Después de lo que vivimos dimos gracias a Dios regresar con bien": Rebeca Carranza
Rebeca Carranza, de 55 años, intentó viajar tres veces a Estados Unidos hace 7 años, tras verse acorralada por la violencia que se vivía en el país. Al igual que Karla, no logró cruzar la frontera y, tras ser deportada en su tercer viaje, decidió que al final mandaría a su hijo mayor, quien sí logró cruzar la frontera de forma irregular.
“Nosotros teníamos una tienda. Un día, recibí una llamada de alguien que nos amenazó si no pagábamos la renta. Después de eso, decidimos emigrar con mi hija menor”. De ese viaje han pasado 7 años y Rebeca todavía se pregunta de qué se habrá librado.

Foto EDH/ Jessica Orellana
Rebeca viajó por más de un mes con la ilusión de tener una mejor vida. Su esposo ya estaba en Estados Unidos. “Nosotros vendimos una casa para poder costear los gastos del viaje y saber que lo perdimos todo dan ganas de llorar”.
Rebeca narra cómo se sintió avergonzada cuando la esposaron para retornarla, pese a que ella solo estaba buscando salvar su vida. “Después de lo que vivimos dimos gracias a Dios regresar con bien aunque uno viene con la angustia de no saber lo que le viene después que uno regresa”, comenta, y asegura que después de su regreso pasó muchos años con miedo razón por la que mandar a su hijo para protegerlo fue lo primero que hizo.
Hoy, Rebeca vende ropa en un puesto en el mercado de San Martín: pijamas, calzones, brasieres, blusas, y así logra sacar adelante a su familia.
En Estados Unidos viven unos 2.5 millones de salvadoreños, quienes son un sostén importante para sus familias en El Salvador y también para la economía del país centroamericano. Las amenazas del presidente Donald Trump en el marco de la nueva política migratoria de deportar a miles de personas de América Latina mantiene una constante preocupación para quienes no tienen un estatus legal en dicho país.
El "sueño americano" se desvanece en el desierto para muchas mujeres de San Martín, pero su lucha por sobrevivir continúa al regresar a casa y enfrentar todos los días que Estados Unidos no les dio la oportunidad de rehacer sus vidas.
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