En los primeros dos meses de vigencia del régimen de excepción, en las celdas de los centros penales recluían, combinados, a todos los presos, es decir, miembros de pandillas, particulares y personas que tenían tatuajes artísticos.
Pero contrario a lo que algunos creen, referente a los reportes de prisioneros que murieron tras ser golpeados por pandilleros, eso no fue así, según Juan Renderos (nombre ficticio), en las celdas nunca vio agresiones entre los presos. “Aún hasta la comidita se respetaba; cada quien se comía la porción que llevaban a uno. Un pandillero no le quitaba la comida a un civil”.
Familiares de presos que fueron reconocidos en hospitales denunciaron que los cuerpos de sus parientes tenían huesos rotos, moretones en el rostro y otras partes del cuerpo y hasta heridas suturadas. Muchos hicieron suposiciones que recibían golpizas de pandilleros con quienes los metían en las celdas.
Pero según Juan no es así. “Son los custodios los que hacen eso”, responde sin vacilar, cuando se le comenta el caso de los cadáveres de presos que presentan golpes. por lo cual se cree que murieron tras ser golpeados por pandilleros.
“Toda esa gente que ha muerto así, ya lo llevan muerto al hospital y el hospital hace el documento que allí murió pero es mentira. Ya muerto lo sacan a uno y en el hospital hacen el documento, para que los penales no sean afectados. Allí son golpeados”, afirmó Juan.
cuando se le preguntó si conoció o vio enfermo a Óscar Alfredo Gallegos Pocasangre, quien murió el 20 de abril supuestamente cuando era trasladado a un hospital.
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De acuerdo con Juan, en la celda 32, donde estuvo por más de cuatro meses, vio morir a tres hombres que, ya muertos, fueron sacados de la celda por custodios. Estos no fueron golpeados sino que, de repente, cayeron al piso, desmayados.
En esos casos, afirma, murieron por la presión de estar encerrados sin deber nada y por desnutrición, pues en los primeros días solo les daban una tortilla con frijoles, a veces ya estaban descompuestos pero así tenían que comerla. Algunas veces había presos atrevidos que preguntaban qué había pasado con tal o cual preso que sacaron medio muerto la víspera. “Ya está en la casa”, respondían.
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Ingenuamente, el preso repreguntaba: “Salió libre”. “No, murió el hijo de p…”, contestaban los carceleros. “El pandillero llega (a un penal) y se siente bien. Los civiles no. Allí hay viejitos en los puros huesitos ya, tal vez porque el hijo es pandillero y como no lo hallaron se lo llevaron a él. Había como tres viejitos. Allí están los viejitos todos costilluditos”, comentó Juan para quien está bien que el gobierno meta presos a los delincuentes, pero no a la gente que no debe nada.
Entre las víctimas del régimen de excepción que han sido arrestadas sin pertenecer a pandillas también hay policías, militares y empleados de gobierno y municipales. Según Juan, durante los cuatro meses que estuvo en Mariona conoció a al menos 10 policías y ocho soldados.