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Mesones, el hogar de miles de salvadoreños, con cifras récord

Los altos costos y la carencia de vivienda han llevado a muchos salvadoreños a buscar alternativas. El aumento de los cuartos de mesón en el país refleja que la calidad de vida no ha mejorado significativamente en casi dos décadas.

Por Jessica Orellana | Feb 22, 2025- 21:46

Ivania y Henry Erickson formaron una pareja que vive en un cuarto de mesón en el centro de San Salvador que mide aproximadamente 4 x 4 metros. Foto EDH/ Jessica Orellana
Ivania y Henry Erickson formaron una pareja que vive en un cuarto de mesón en el centro de San Salvador que mide aproximadamente 4 x 4 metros. Foto EDH/ Jessica Orellana

Según datos del último censo poblacional, en El Salvador ha aumentado el número de habitaciones de mesón en comparación con el censo de hace 17 años. En 2007 había 19,326 piezas de mesón, mientras que en 2024 hay 21,859, lo que representa un incremento de 2,533 cuartos que los salvadoreños usan como su hogar.

Aunque la cifra no es considerable, demuestra que, en 17 años, los salvadoreños no han mejorado su nivel de vida y han tenido que seguir recurriendo a los mesones como una solución a la falta de vivienda digna, a pesar de que estos representan una de las formas de vida más precarias del país.

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Para la arquitecta Claudia Blanco, especialista y directora ejecutiva de FUNDASAL, una ONG dedicada al mejoramiento de la vivienda para comunidades de escasos recursos, el aumento se debe a que no ha habido cambios significativos en casi dos décadas en cuanto a la posibilidad de acceder a una vivienda, especialmente para las personas de bajos recursos.

Los gobiernos del siglo pasado, especialmente los militares desde principios de los años 50, comenzaron a combatir los mesones porque en ellos residían los empleados del Estado, como los maestros, y sus salarios no les permitían adquirir viviendas en el sector privado. Por ello, se creó el Instituto de Vivienda Urbana (IVU), a través del cual se emprendió la construcción masiva de casas y apartamentos por parte del Estado, para que los empleados pudieran adquirir, mediante créditos blandos o alquileres accesibles, un lugar digno.

Sin embargo, las políticas inspiradas en el neoliberalismo, que sostienen que el Estado es un mal administrador y que la producción de bienes debe estar en manos del sector privado, han frenado este tipo de iniciativas gubernamentales.

La vida en un mesón

Incremento de mesones
Para Ivania vivir sola con su pareja en un cuarto de mesón le resulta cómodo en comparación a lo reducido del espacio que compartía desde pequeña con sus hermanos en la casa de sus padres. Foto EDH/ Jessica Orellana

Ivania Mejía ha experimentado la carencia de una vivienda digna durante toda su vida. Nació y creció en una casa pequeña junto a sus padres y cuatro hermanos, y posteriormente alquilaron diversos espacios hasta que, con gran sacrificio, lograron adquirir una vivienda propia en la colonia Mariona, en el centro de San Salvador, hace siete años. Sin embargo, el espacio limitado se convirtió en un problema cuando ella decidió formar su propia familia y tuvo que mudarse.

Actualmente, a sus 19 años, Ivania vive con su pareja Henry Erickson en un mesón, la alternativa que encontraron ante la imposibilidad de costear una vivienda propia. Habitan un cuarto de aproximadamente 4 x 4 metros, por el cual pagan cuarenta dólares al mes, y en él tienen una cama, un sillón, una mesa y un colchón extra.

Por el momento vivimos aquí, ya tenemos nuestro propio espacio. Después de dormir con todos mis hermanos en un mismo cuarto, este espacio es grande para nosotros", comenta Ivania con seguridad, aunque mantiene la esperanza de que algún día ella y Henry puedan tener una casa propia.

La madre de Henry, María Samayoa, quien ha residido en mesones durante más de 30 años, alquila el cuarto contiguo al de la pareja. El mesón cuenta con tres cuartos; la propietaria alquila dos por $40 y uno más pequeño por $20. Comparten un baño, el patio para secar la ropa y un área para cocinar con leña. El bajo costo del alquiler ha propiciado un descuido notable en el mantenimiento de la infraestructura por parte de los propietarios.

Al igual que para Ivania y Henry, para muchos salvadoreños esta es la única posibilidad de garantizar un hogar. Los altos costos de las viviendas y la falta de oportunidades para acceder a mejores ingresos económicos les impiden alquilar una vivienda más amplia o acceder a un préstamo para adquirir una propia.

Incremento de mesones
Según datos del último censo poblacional, en El Salvador ha aumentado el número de habitaciones de mesón en comparación con el censo de hace 17 años. En 2007 había 19,326 piezas de mesón, mientras que en 2024 hay 21,859, lo que representa un incremento de 2,533 cuartos que los salvadoreños usan como su hogar. Foto EDH/ Jessica Orellana

¿Qué es una vivienda digna?

Aunque parezca extraño, el tamaño que debería tener una vivienda para ser digna y decorosa para sus habitantes no está establecido en la Constitución, ni en ninguna norma, reglamento o ley salvadoreña.

Con respecto a la Organización Mundial de la Salud (OMS), una vivienda adecuada debe ofrecer protección contra enfermedades transmisibles, traumatismos, intoxicaciones y enfermedades crónicas. Asimismo, debe reducir al mínimo el estrés psicológico y social, y proteger a las poblaciones en condiciones de vulnerabilidad.

La Organización de las Naciones Unidas (ONU) establece como derecho universal una vivienda adecuada que garantice la seguridad de la tenencia, la disponibilidad de servicios, materiales, instalaciones e infraestructura adecuados, la accesibilidad y la adecuación cultural.

Las dimensiones no son universales, ya que dependen de factores económicos y culturales de cada localidad. A modo de comparación, en México, la Comisión Nacional de Vivienda establece que las viviendas para las familias más pobres del país deben contar con terrenos de al menos 40 metros cuadrados, dos recámaras, cocina, baño y un área común de usos múltiples para ser consideradas espacios de hábitat digno.

Según especialistas en hábitat, en los mesones difícilmente se cumplen estos requisitos, ya que puede vivir más de una familia por cuarto, y es común que haya hasta siete personas en una sola habitación. Este cuarto cumple todas las funciones de una vivienda: se utiliza para dormir, cocinar, comer, estudiar y descansar. El hacinamiento en un mesón, junto con la falta de servicios básicos domiciliarios, constituye una violación de los derechos humanos.

Por su parte, la Constitución Política de El Salvador otorga a los ciudadanos el derecho a la vivienda como una garantía individual. Sin embargo, la Ley del Fondo Social para la Vivienda, la Ley de Urbanismo y Construcción, la Ley de Planes Reguladores, el Reglamento de Construcciones, el Código Municipal, las Normas Técnicas Salvadoreñas (NTS) y la Ley de Urbanismo y Construcción, en lo relativo a parcelaciones y urbanizaciones habitacionales, solo garantizan que la construcción de viviendas esté regulada en cuanto a la seguridad estructural, funcionalidad y sostenibilidad de las edificaciones.

Poco o nada se menciona sobre el tamaño que deberían tener estos espacios. Debido al aumento del precio de los materiales de construcción, la mano de obra y la tierra, las empresas desarrolladoras de proyectos habitacionales disminuyen cada vez más el tamaño de la vivienda formal para maximizar sus ganancias, además de minimizar las dimensiones de las áreas verdes, de circulación y de esparcimiento común.

Incremento de mesones
En los cuartos de 16 metros cuadrados los inquilinos tienen un equipamiento de una cama, una cocina pequeña y un televisor. Foto EDH/ Jessica Orellana

El auge de los mesones

Según Claudia Blanco, "el mesón es un asentamiento que carece de un control adecuado por parte de las autoridades competentes. Es una relación exclusiva entre el propietario del terreno y un inquilino que paga, sin un documento legal que lo proteja como sujeto de derechos y deberes."

Los mesones, cuartos de un solo espacio y de uso múltiple, son la única opción de "vivienda" para las familias de bajos recursos que residen en los centros urbanos. Su presencia allí no es por elección, sino porque es el único lugar que pueden costear, con un gran esfuerzo diario, según la especialista.

Existen diversas categorías de mesones. Los más comunes son aquellos que funcionan en casas antiguas, construidas en el pasado por familias de altos ingresos, pero que, debido a cambios en el estilo de vida y al envejecimiento de los barrios, han caído en desuso.

Otros mesones son edificaciones construidas específicamente para tal propósito, ubicadas en zonas desfavorecidas de la ciudad y caracterizadas por el hecho de que todos los habitantes comparten los sanitarios y las áreas de baño.

Asimismo, aunque no se les denomine mesones, existen numerosas habitaciones en alquiler en colonias y barrios de clase media baja, bajo el formato de "pupilaje", que, a pesar de tener un precio más elevado, comparten características con los mesones, como la ausencia de un baño privado dentro de la habitación y la falta de un espacio específico para preparar y cocinar alimentos.

Según el estudio sobre condiciones de habitabilidad en cuatro ciudades de El Salvador, presentado por FUNDASAL en 2024, se estima que Centroamérica tiene aproximadamente 13 millones de hogares y un déficit habitacional del 53%; es decir, 5.3 de cada 10 hogares presentan alguna carencia en infraestructura. Al menos el 38.1% de los salvadoreños viven en hacinamiento, definido como tres o más personas por dormitorio, y en algunas zonas, como Ahuachapán Centro, el 54% de los hogares experimentan hacinamiento.

Según Blanco, el hacinamiento se debe a la falta de una vivienda que se considere un ejercicio pleno de un derecho humano. "Es un fenómeno que ha perjudicado gravemente a las familias salvadoreñas, ya que obstaculiza su desarrollo".

Incremento de mesones
Existen diversas categorías de mesones. Los más comunes son aquellos que funcionan en casas antiguas, construidas en el pasado por familias de altos ingresos, pero que, debido a cambios en el estilo de vida y al envejecimiento de los barrios, han caído en desuso. Foto EDH/ Jessica Orellana

La Encuesta de Hogares de Propósitos Múltiples (EHPM) de 2023 reveló que la mitad de la población posee vivienda propia, mientras que el resto alquila u ocupa propiedades de forma gratuita. Por otro lado, los datos comparativos entre los censos de 2007 y 2024 (BCR) muestran un incremento de 6,569 viviendas improvisadas o champas.

La administradora de un mesón

Reina Cruz administra uno de los mesones en el centro de San Salvador cerca de la Avenida Independencia. Este tiene uno 15 cuartos y viven 11 familias, la mayoría son parejas.

Cruz pasó de administrar un hospedaje a emprender en el rubro de los mesones en búsqueda de mayores ingresos. "Ha sido una buena decisión, muchas personas están buscando donde vivir, muchas de las personas que alquilan acá viven del comercio y no ganan mucho para pagar lo que cuesta una vivienda ahora" asegura.

Tras un año de haber cambiado de hospedaje a mesón se siente satisfecha porque las normas establecidas para el negocio le han funcionado. "Todos los días cobramos la cuota de cuatro dólares si es una persona y cinco dólares si es una estadía de solo un día. Ya los inquilinos saben que tienen que pagar, nosotros pagamos agua y luz, los baños y las duchas compartidas están limpias y después de las ocho de la noche nadie puede entrar" comenta. 

En los cuartos de 16 metros cuadrados los inquilinos tiene un equipamiento de una cama, una cocina pequeña y un televisor.

"Más allá de hablar de dimensiones métricas, ideales de una vivienda social en centros históricos, sería importante pensar en las características y perfil del inquilino: Son personas económicamente activas, comerciantes creativos e innovadores, inversionistas modestos que mueven la economía local, con enormes habilidades que se ven limitadas por su carencia de dinero" añade Blanco.

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