En Mercedes la Ceiba todos se conocen y cada vez que se ven se lanzan un gran “¡Salú!” o un “¡Eh, nos vemos!”, acompañado de una gran alegría mientras levantan las manos. Si no son amigos cercanos, son familia. Viven en un territorio de 6.5 kilómetros cuadrados, cuatro veces más pequeño que la superficie del lago de Coatepeque. Las casas de su casco urbano están en el contorno de una calle que conecta con Jerusalén y Verapaz, sus pueblos vecinos.
Es del departamento de La Paz y se encuentra a una hora y media de San Salvador. Y carga con el título del municipio más pequeño del país, por tener poca población y el territorio más diminuto. En el censo de 2007 tenía 637 habitantes. Para noviembre de 2022, la Unidad de Salud hizo un propio censo que registró 722 habitantes, 54 menos que el año anterior. Esa reducción se relaciona con la migración hacia Estados Unidos o a otras ciudades con más oportunidades.
El Diario de Hoy conversó con algunos de sus habitantes y todos tenían conocimiento de la idea del presidente Nayib Bukele, lanzada en una corta publicación en redes sociales el 30 de diciembre del año pasado, de reducir los 262 municipios del país a 50. Varios se enteraron por Facebook. La noticia de que su municipio podría desaparecer al ser absorbido por otro los sorprendió y generó opiniones divididas.
Cruz Azucena Ávalos tiene 79 años de edad y no sabe a ciencia cierta quienes fueron los primeros de su familia en llegar a vivir este pueblo, pero sí sabe que aquí nació, creció, formó una familia con la que sostuvo a sus hijos hasta que estos, a su vez, formaron a sus propias. Es religiosa, católica, y cree que las decisiones que tome el gobierno sobre el país “son buenas” y confía en que su voto en las elecciones presidenciales 2019 fue la correcta.
“Aquí nacimos y de aquí somos, por eso me siento bien en este pueblito. Pero, ¿qué podemos hacer nosotros si él (Bukele) es el que manda?”, dice satisfecha esta ama de casa, que también trabaja cuidando un pequeño negocio de “maquinitas traga moneda” de su hijo, donde los hombres llegan los fines de semana a jugar cuando no están trabajando la tierra.
Desaparecer del mapa
La vida es lenta aquí y todos los días parecen iguales. Por ejemplo, la clínica local tiene 22 años de existir y siempre ha tenido tres empleados: una promotora, una doctora y una enfermera. También cuenta con un Juzgado de Paz que tiene cuatro empleados. En la alcaldía trabajan 13 personas, dato que brindó un empleado municipal que no estaba seguro si ese es el número exacto de empleados municipales, de compañeros de trabajo.
En Mercedes la Ceiba la vida laboral se desarrolla en la agricultura y se divide en dos temporadas del año: cuando llueve, la faena es la milpa, y cuando no llueve es la caña de azúcar. Existen 14 moliendas artesanales donde hacen dulce de panela. Hay solamente tres tiendas en la que se encuentra lo básico para quienes bajan de los cantones.
Debajo de un arco, con un rótulo de bienvenida al pueblo, se encuentra Eliseo Barahona. Está secando al sol bagazo de la caña a la que el molino ya le exprimió todo su jugo. Es un buen alimento para el ganado, pero también se utiliza como combustible en las calderas de las moliendas. Él opina que, si el municipio de por sí ya está poco desarrollado, su fusión con una identidad territorial más amplia los dejaría “más olvidados que antes, porque los representantes estarán más lejos de las personas. Por ejemplo, se habla de un gobernador, no sabremos quién es y qué hace. Al menos el alcalde lo conocemos y podemos ir a platicar con él si tenemos un problema”, comenta.
Para Pablo Díaz, un agricultor que estaba trabajando en una molienda, no le preocupa tanto la desaparición de la figura del alcalde, sino que no exista una oficina cerca de sus casas para hacer trámites burocráticos como el registro del ganado, asentar a un recién nacido y hasta lo más común, sacar una partida de nacimiento. “Siempre tiene que existir alguna oficina o algo para poder hacer todos esos trámites. Hay mucha especulación y poca información de todo eso (…) no estoy de acuerdo con eso -con el reordenamiento-”, señala.
Sonia Rodas, de 40 años de edad, caminó una hora desde el cantón San Luis hasta la alcaldía municipal porque no encontró transporte, o sea alguien que le diera “aventón” al pueblo donde necesitaba sacar unas partidas de nacimiento y aprovechar para que un amigo le reparara el celular de su abuela.
“Quisiera que no fuera verdad (lo del reordenamiento a solo 50 municipios). Dicen que podrían cerrar la alcaldía y tendríamos que ir a otras más lejos para realizar los trámites. Aquí nos queda lejos, ya no se diga a otros lugares para sacar partidas de nacimiento”, señala con incertidumbre y agrega que se siente orgullosa de su municipio y se niega varias veces a pensar que podría dejar de existir. Considera que esta medida no debería de ser impuesta, como parece ser. “Me gustaría que me preguntaran si estoy de acuerdo con eso o no”, concluye.
El poder queda en familia
Los pobladores cuentan que de Mercedes la Ceiba nació Jerusalén, un municipio vecino. Aunque no es un dato histórico confirmado, lo cierto es que ahora su casco urbano es más grande y vistoso. Hay más casas construidas con nuevos materiales, el parque central es más amplio y equipado; el templo de la iglesia católica pareciera el de una ciudad más grande; brilla de nueva. Parece ser que La Ceiba se quedó en pausa en el tiempo, mientras su vecino avanzó.
A pesar de estas diferencias en la apariencia, ambos pueblos tienen algo en común, han tenido de alcalde a la misma persona. Es más, el hijo de esa persona ahora también es alcalde en uno de ellos, Henders Martínez en Mercedes La Ceiba y su padre, Víctor Martínez Aldana, es el alcalde de Jerusalén. Ambos son del partido Gana.
Víctor Martínez, antes de mudarse a Jerusalén y ganar ahí las elecciones municipales al candidato de Nuevas Ideas, fue alcalde de La Ceiba por 18 años por diversos partidos, incluidos Arena y FMLN. De este último se fue peleado por reclamar retraso en la transferencia del Fodes durante el gobierno de Sánchez Cerén y así que se unió a Gana.
Martínez gana votos por su aspecto bonachón y desenfadado y sobre todo repartiendo dinero y ayuda a las personas cuando se acercan a él. Le gusta comprar, con dinero público, cántaros plásticos, pelotas de fútbol, piñatas y refrigerios para las actividades religiosas y deportivas. Martínez es un personaje conocido en la Corte de Cuentas de la República y también en Fiscalía General de la República, que lo acusó de malversación de fondos Fodes y otros delitos, como estar incluido en la lista de 19 alcaldes señalados de no documentar el destino de un millón 176 mil 991.14 dólares gastados por Corporación de Municipalidades de El Salvador (Comures), pero nunca ha pagado alguna condena en prisión por los actos de corrupción de los que ha sido señalado.
El Diario de Hoy buscó a Henders y Víctor Martínez para obtener sus declaraciones sobre el tema de este reportaje, pero no se logró contactar a ninguno por medio de los empleados de ambas municipalidades. “No está, anda afuera”, fue siempre la respuesta.