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Rompiendo el silencio: mitos, realidades y desafíos de la menstruación en El Salvador

Hablar sobre la menstruación sigue siendo un tabú para muchos en El Salvador, una realidad que perpetúa mitos y desinformación. En este artículo, abordamos las experiencias de mujeres de diferentes generaciones que comparten sus testimonios sobre cómo vivieron su primera menstruación, las creencias a su alrededor y los retos que enfrentan para cuidarse adecuadamente.

Por Damaris Girón | Ene 31, 2025- 06:00

Natalia García de 18 años siempre mantiene una reserva de toallas sanitarias. Foto EDH/ Jessica Orellana
Natalia García de 18 años siempre mantiene una reserva de toallas sanitarias. Foto EDH/ Jessica Orellana

Para muchas personas, la primera menstruación llega acompañada de miedo e incertidumbre debido a la falta de información previa, e incluso si recibieron información, todas coinciden en que el sentimiento de miedo es casi imposible de evitar. Sin embargo, es innegable que las mejor informadas pueden tomar decisiones más acertadas para obtener dignidad menstrual y cuidar de su salud.

El concepto de dignidad menstrual implica que las personas tienen acceso a productos menstruales, a información sobre la salud menstrual pero sobre todo a expresarse sin censura ni vergüenza sobre este tema. En El Salvador, esto aún no se ha logrado por completo, así se puede constatar al hablar con mujeres de diferentes edades y clases sociales.

Mercedes Céspedes, de 30 años, recuerda haberse despertado una madrugada, asustada por la sangre: "sentía que me iba a morir porque no sabía qué era lo que me estaba pasando". Sin acceso a toallas sanitarias en ese momento, recurrió a un trapo como solución improvisada. Ella, al igual que el resto de mujeres que hablan en este reportaje, es residente de una zona rural del distrito de Guaymango, en el municipio de Ahuachapán. 

Carolina Martínez y su madre, Rosa Martínez han aprendido sobre la menstruación juntas. Foto EDH/ Jessica Orellana

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Mercedes no recibió información sobre la menstruación de parte de su madre, no porque ella no quisiera brindarsela, sino porque ella tampoco obtuvo información sobre el tema cuando era joven. En la escuela no le explicaron lo que sucedería al tener su primera menstruación y esto la obligó a aprender sola del tema.

Una experiencia similar vivió Ana Miriam, de 62 años, quien afirma que en su juventud hablar de la menstruación era algo vergonzoso: "Todas éramos ignorantes sobre ese tema", lamenta. A pesar que actualmente hay más información sobre la menstruación, sigue siendo un tema tabú que causa vergüenza a muchas mujeres. 

Para la ginecóloga Aleida Marroquín, hablar sobre menstruación es algo necesario, ya que se sigue asociando a algo sucio que hay que ocultar y esto, no solo está alejado de realidad, sino que limita a las personas menstruantes para obtener información de calidad sobre este tema. 

“La sangre menstrual está llena de células madre, tiene un poder regenerativo que se está ocupando en medicina de investigación. No es sangre sucia, no es sangre que se necesite limpiar y sacar, al contrario, tiene un rol que va más allá”, enfatiza Marroquín.

Dos mujeres que se dedican a los servicios de salud pública en la zona de Guaymango y de quienes omitiremos el nombre para evitar conflicto en su trabajo, coinciden con la doctora Marroquín en que es necesario hablar abiertamente sobre la menstruación, pero esto no siempre es posible, ya que aún existen barreras culturales. “Algunas familias piensan que al dar este tipo de información a sus hijas, ellas decidirán iniciar su vida sexual”, explican.

Además aseguran que no existen programas de información sobre la menstruación específicamente y que se explica junto con otros temas reproductivos, a través de charlas en las unidades de salud y visitas de campo en las comunidades. 

En medio del mar de desinformación hay excepciones, como el caso de Natalia García, de 18 años, quien tuvo la orientación previa por parte de su madre, pero esta no suele ser la norma. “Fue a los 14 años.Tanto en la escuela como en la casa nos habían educado sobre ese tema y fue una experiencia normal, se podría decir. Yo sabía que eso podía pasar por mi edad”, comenta la joven.

Carolina Martínez, de 27 años, lo vivió de una forma diferente. Su primera menstruación también fue a los 14 años, pero ella sintió miedo e incluso le preguntó a su madre si estaba enferma. Fue hasta ese momento que su madre le explicó lo que estaba sucediendo con su cuerpo. “En las escuelas no nos explicaban nada, era más ignorancia. Ahora es diferente, las niñas tienen más información desde pequeñas", asegura.

Carolina recuerda que cuando ella era adolescente siempre tuvo cólicos muy fuertes con su periodo, pero a pesar de esto nunca consultó a un médico. El dolor mejoró cuando empezó a planificar (tomar anticonceptivos), pero regresaba en cuanto los suspendía. Fue hasta que se casó y quiso formar una familia que se dio cuenta que tenía quistes y que eran estos los que le causaban dolor. 

“Yo tuve un embarazo anembrionario, no se formó el bebé, o sea, sí parecía embarazada, pero no se formó. Entonces me dijeron que pudo haber sido eso, por los quistes que tenía, porque no me revisé antes de salir embarazada”, lamenta. A pesar de esta experiencia, Carolina recibió tratamiento y ahora es madre de un niño de tres años. Ella tiene más presente ahora la importancia de hacer chequeos médicos.

Los mitos que moldean el cuidado menstrual

En muchas comunidades salvadoreñas persisten creencias sobre restricciones alimenticias durante el periodo menstrual. "Decían que no podíamos comer huevo, pescado, aguacate o cosas ácidas, porque hacían daño", relata Santos Ramos, de 48 años. Estos mitos llevaron a generaciones de mujeres a evitar alimentos que podrían haberles dado mejor nutrición, por temor a problemas de salud.

“A través del aparato digestivo también se producen hormonas y reguladores neuroendocrinos que tienen que ver con el equilibrio de nuestro cuerpo, en este proceso está desde nuestro humor, sueño y depresión, por lo que se recomienda una alimentación saludable y equilibrada”, explica Marroquín.

Modificar la dieta durante la menstruación también puede tener consecuencias en la salud. Reducir drásticamente la ingesta de ciertos alimentos debido a mitos puede privar al cuerpo de nutrientes esenciales, como hierro y proteínas, que son fundamentales para combatir el cansancio y la pérdida de energía típica de este periodo. 

De acuerdo con datos del UNFPA (Fondo de Población de las Naciones Unidas), mantener una alimentación balanceada que incluya frutas, vegetales y proteínas magras es crucial para el bienestar físico y emocional durante el ciclo menstrual. Además, evitar ciertos alimentos no tiene fundamento científico y, en algunos casos, puede generar un déficit nutricional innecesario.

Aleida Marroquín explica que consumir solo tortilla con queso es una costumbre ancestral, que han practicado muchas mujeres durante su periodo menstrual, sin embargo ella detalla que esta práctica también puede privar al cuerpo de vitaminas y antioxidantes, además de ser más propensas a estreñimiento debido a la falta de fibra. 

Además, ella también recomienda evitar ingerir en exceso los carbohidratos simples, alimentos ultraprocesados como azúcares y harinas, ya que estos han demostrado estar relacionados a un mayor sangrado. 

A nivel global, también persisten mitos que refuerzan la desigualdad. El UNFPA también ha publicado datos sobre cómo en algunos países se considera que las mujeres menstruantes son “impuras” y se les excluye de actividades diarias, incluso siendo obligadas a permanecer en aislamiento. Aunque en El Salvador estas prácticas no son comunes, la influencia cultural ha mantenido estigmas que aún afectan la forma en que se percibe la menstruación.

Un claro ejemplo de esto es que, en vez de verlo como un proceso natural del cuerpo, se asocia la menstruación a una enfermedad, suciedad e impureza. En algunos casos incluso  se normaliza el dolor extremo durante el periodo, sin consultar a médicos especialistas. 

La menstruación esta asociado a algo sucio, sin embargo, esto es un mito, ya que es un proceso natural del cuerpo. Foto EDH/ Jessica Orellana

Productos menstruales

El acceso a productos menstruales sigue siendo un desafío económico para muchas mujeres en El Salvador, especialmente en áreas rurales o para aquellas personas que se encuentran en condición de calle, en donde el acceso a agua potable o a baños en condiciones óptimas es difícil. 

En el pasado, las mujeres recurrían a pañales de tela o trapos que lavaban y reutilizaban. Actualmente la gran mayoría usa productos como toallas sanitarias y tampones, ambos hechos de algodón, pero según explica Aleida Marroquín, esta no es necesariamente es la mejor opción.

“Hay estudios que han comprobado que el uso de absorbentes hechos de algodón, sean tampones o toallas sanitarias, alteran nuestro PH, alteran nuestra flora y muchas veces de ahí viene el mal olor que se puede sentir en la menstruación”, detalla Marroquín y explica que incluso los químicos de estos productos pueden causar irritación, promueven un aumento del sangrado y hacen al cuerpo más propenso a endometriosis (enfermedad en la que, en la parte exterior del útero, crece un tejido similar a la mucosa interior del útero que puede causar un dolor intenso en la pelvis), adenomiosis (invasión inadecuada del tejido que normalmente reviste el interior del útero) y dolor pélvico. 

Según la ginecóloga, la mejor opción es la copa menstrual o el uso de ropa interior menstrual. 

“Los absorbentes de algodón suelen ser mucho más caros mientras que una copa menstrual bien empleada puede durar 10, 15 o más años, resulta muchísimo más económica y es más respetuosa con nuestro cuerpo. Disminuye la cantidad de sangrado, disminuye infecciones y disminuye el dolor”, asegura. 

La copa menstrual está hecha de silicona médica, látex o caucho natural; se introduce en la vagina y funciona como un recipiente para el fluido menstrual, el cual puede utilizarse por entre ocho a 12 horas para descartar el fluido, higienizar y reutilizar. Cuesta entre 30 a 40 dólares, aproximadamente.

Debido a la cultura salvadoreña, muchas personas no apoyan que las niñas utilicen este tipo de productos, pero en estos casos se puede optar por la ropa interior menstrual. 

Para mantener una buena salud menstrual la doctora recomienda cambiar los productos cada cuatro horas, en caso de ser de algodón, esto debido a las infecciones. En caso de ser toallas de tela, ropa interior menstrual o copa menstrual, pueden utilizarse hasta por 12 horas, todo depende del flujo de cada persona. 

Este tipo de productos, como la copa, son una posible solución a la pobreza menstrual que es una realidad para millones de mujeres en el mundo. Según un informe del Banco Mundial, más de 500 millones de personas carecen de acceso adecuado a productos menstruales y servicios básicos de higiene, lo que limita su capacidad de manejar la menstruación de manera digna y saludable.

La importancia de hablar sobre menstruación

Los testimonios de todas las mujeres coinciden en que es fundamental romper el silencio y educar a las nuevas generaciones sobre la menstruación. Mercedes lamenta no haber tenido orientación en su juventud, pero está decidida a hablar abiertamente con sus hijas para evitarles esa incertidumbre: "Es importante explicarles para que estén pendientes y les cueste menos entender". De manera similar, Carolina considera que la comunicación es clave para desmitificar el tema: "Es importante que las niñas sepan lo que les va a pasar, para que no se asusten y puedan cuidarse adecuadamente".

Hablar de la menstruación debería ser tan natural como cualquier otro aspecto de la salud. La falta de educación y la perpetuación de mitos no solo afectan la autoestima de las mujeres, sino también su salud y bienestar.

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