Siempre que llega septiembre y su fervor patriótico, se hace referencia a la belleza natural que tiene El Salvador; su ave y árbol nacional, sus montañas, volcanes, lagos y playas. Las imágenes de televisión, y otros medios de comunicación, destacan los paisajes con un verde intenso, acompañadas de palabras como “patria”, un concepto que más allá de definirlo como el lugar que nos vio nacer, que creo nuestras costumbres y las actitudes que tenemos con los demás; y la naturaleza, a la que hemos extraído sin piedad todos sus tesoros hasta convertirnos en uno de los países con menos bosques en América.
EDH buscó la opinión de dos biólogas y a un biólogo para saber, desde su visión científica de profundo conocimiento de la naturaleza de El Salvador, qué significa para ellos “La Patria”.
Todos se tomaron unos segundos para pensar que responder. El primero que tomó la palabra fue Néstor Herrera, ornitólogo reconocido por especializarse en estudios de impacto ambiental y conocedor de las áreas naturales protegidas nacionales, esas pequeñas islas de vida silvestre que aún no han sido destruidas. “Nosotros, creo, realmente vivimos la patria porque convivimos con ella y puedo definirla como un territorio que tiene una diversidad de ecosistemas donde hay cantidad especies carismáticas y valiosas que representan un tesoro para todos”, reflexiona con mucho entusiasmo.
Herrera, por su especialidad, recorre todos los días diversos bosques de nuestro país observando con sus binoculares a animales en su ambiente natural, por lo que se considera un privilegiado, ya que no todas las personas tienen esa oportunidad.
La misma opinión comparte Johanna Segovia, bióloga marina y coordinadora del Centro de Investigación Marina y Limnológica en la Universidad de Francisco Gavidia (UFG). Para ella, lo que observamos en la naturaleza en su estado primigenio, “es un tesoro” que pasará a otras generaciones y que debe preservarse. Ella trabaja en la conservación y protección de arrecifes y especies marinas y conoce mucho sobre los cangrejos.
“Nuestra vinculación a un territorio nos hace sentir responsables de trabajar en pro de nuestro patrimonio cultural, natural y científico. Si tenemos ese sentido de pertenencia a este territorio, que nos hace sentir seguros y orgullosos, es necesario trabajar y proteger nuestro hogar”, indica.
Segovia enfatiza que los ministerios deben de esforzarse para que toda la comunidad estudiantil, desde los primeros años de estudio, conozca las especies que habitan en nuestro territorio, porque al saber de ellas y apreciarlas, recae en un compromiso de no dañarlas.
Por su parte Gabriela Gavarrete, egresada de la licenciatura en Biología de la Universidad de El Salvador y coordinadora del programa de reforestación “Suma un Bosque” de la fundación Un Pulmón Más, indica que ser patriota no es solo el hecho de que una persona pertenezca a un territorio, sino que también es el sentirse responsable de la protección de los recursos naturales, porque existe una relación entre ambos.
“Es nuestro deber comprometernos con el bienestar de la naturaleza bajo el derecho de vivir en un medio ambiente sano. Claro, hay entidades responsables de por medio, pero nosotros convivimos con la naturaleza y tenemos responsabilidades. Cada lugar donde nos paramos es importante”, señala.
Desde la biología explican que la población salvadoreña no siempre hace buen uso de los recursos a causa del desconocimiento, indiferencia y gestiones de entidades gubernamentales y privadas que no siempre tienen permisos ambientales a la hora de hacer megaproyectos, urbanismo y plantas de extracción de minerales. Todo esto se suma a lo que Herrera llama “daños ambientales acumulados” que a la larga acarrearán consecuencias.
¿Qué es lo que les hace sentirse orgullosos y orgullosas de la patria ahora y en un futuro?
Entre las respuestas está la diversidad de ecosistemas y la capacidad de las comunidades para recuperarlos.
Para Herrera es un orgullo que El Salvador es una especie de “muestra de catálogo” de una gran diversidad de ecosistemas en un pequeño país. En poco tiempo se puede transitar de un bosque latifolio (conformados por árboles de hojas anchas), a bosques de coníferas (pinos) y hasta manglares que convergen en un territorio de 20 mil kilómetros cuadrados.
“Me sentiría orgulloso de mi país si hubiera un poquito más de protección real y desarrollo del pequeño sistema de áreas protegidas que tenemos. Que la gente las conociera, las visitará para conocer la información valiosa que hay ahí”, explica.
Gavarrete comparte la opinión de Herrera y agrega que otro punto destacable e importante para el orgullo es la resiliencia que tienen las comunidades, que cuando se deciden a cambiar las cosas, lo hacen. Ella es parte de un proyecto junto a la organización “Un Pulmón Más” donde trabaja con familias del cerro Tecana, en Santa Ana, con el objetivo de reforestar y conservar el ecosistema.
“He tenido la suerte de trabajar con las comunidades y me di cuenta de lo rápido que pueden ayudar a transformar. También me siento orgullosa de la diversidad de ecosistemas porque en un rato puedes estar en la montaña y luego en la playa. Podemos decir, ¡qué bonito este lugar turístico! Pero si no tiene ningún manejo real de un turismo sostenible, va a terminar destruido y no lo veremos más”, dice.
Por su parte, Segovia señala que la educación es un factor importante para que en el presente y en un futuro las personas aprendan a cuidar lo finito de la naturaleza salvadoreña. Considera que algo que le enorgullecería, sería que todo ciudadano tenga conocimientos, desde la escuela, de cómo tratar mejor a la naturaleza.
“Me hace sentir orgullosa que en el país donde vivo se produce ciencia y me gustaría que, en un futuro, empecemos a formar ciudadanía que implemente un pensamiento crítico y con perspectivas más amplias. Me gusta apostar por la gente (…) tenemos una gran capacidad de adaptación ante los problemas y con el conocimiento se puede potenciar a la gente para convertirlos en líderes locales”, concluye.