Existe un pequeño grupo de salvadoreños a quienes de repente, la vida les comenzó a cambiar cuando recibieron una llamada en la que les informaron que habían sido favorecidos para viajar a trabajar temporalmente a Estados Unidos.
Sin embargo, ese pequeño grupo está formado por varios miles que tienen la posibilidad de viajar sin correr riesgos, sin endeudarse y sin hipotecar su casa. Son quienes viajan con permiso temporal de trabajo.
No romper su compromiso de no quedarse ilegalmente en Estados Unidos o en los otros países, les ha permitido conservar la unidad familiar y hacer cambios en su vida y la de los suyos.
En algunos casos, para quien tiene el privilegio de tener un empleo formal y una casa, los cambios que Carlos Díaz ha hecho en su vida y la de su familia pueden parecer insignificantes, pero para ellos son grandes avances; no lo habría logrado en muchos años de trabajo como jornalero en El Salvador.
Yesenia y Salomón, en una zona rural de Cuscatlán, no habrían podido costear un tratamiento médico para una de sus hijas con el más severo grado de autismo. Y en Guaymango, Luis Monterrosa no estaría haciendo planes para costear la educación superior de uno de sus hijos.
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En El Salvador existen dos programas bajo los cuales, cientos de salvadoreños han viajado una o varias veces a trabajar a Estados Unidos, Canadá o Costa Rica.
Uno de esos programas es el de Movilidad Laboral, canalizado a través del Ministerio de Relaciones Exteriores (RR.EE.) en coordinación con la Agencia Internacional para el Desarrollo de los Estados Unidos (USAID) y la Embajada de los Estados Unidos de Norteamérica, que otorga visas tipo H-2B, que son permisos temporales de trabajo, con lo cual, hasta noviembre de 2023, se había beneficiado a 8,600 salvadoreños, entre mujeres y hombres de diversas edades, según afirmó Gerardo Pérez, director de Diáspora y Desarrollo del mencionado ministerio.
El otro programa es conducido por el Ministerio de Trabajo y Previsión Social (MTPS). Se llama Programa de Migración Laboral, que articula la intermediación laboral con empresas internacionales para los salvadoreños a través de la migración regular, ordenada y segura hacia países donde se identifiquen oportunidades de empleo.
Actualmente, de acuerdo a información disponible en redes sociales, este programa ha enviado salvadoreños a Canadá y Costa Rica. Los trabajos que realizan en ambos países son similares a los desarrollados por beneficiarios del Programa de Movilidad Laboral, de Relaciones Exteriores, en Estados Unidos: limpieza, hotelería y jardinería. Y los beneficios también lo son.
“Estamos consiguiendo muchos resultados a corto plazo que son beneficiosos para nuestra gente. Así también nosotros estamos dando muy buena mano de obra a empresas de Estados Unidos, por lo cual siempre decimos que ha sido un programa exitoso en todo sentido”, informó Pérez, en una conferencia de prensa en noviembre pasado.
“A la fecha hemos generado aproximadamente 8,000 oportunidades laborales temporales en Estados Unidos para trabajadores salvadoreños”, detalló Pérez.
Una de esas 8,000 oportunidades la tiene Carlos Díaz, un poblador del área rural del municipio de Jujutla, departamento de Ahuachapán, quien a mediados de febrero dijo a El Diario de Hoy que estaba a la espera de recibir la llamada de Relaciones Exteriores para iniciar los trámites para volver a Arlington, donde trabaja con la empresa Prime Landscape Service.
Sería la cuarta vez consecutiva que Carlos viaja a Arlington. Lo hace en abril para retornar a mediados de diciembre, cuando se reencuentra con su mujer y sus cuatro hijos quienes poco a poco se han ido acostumbrando a verlo partir, seguros de que volverá para estar con ellos en las fiestas de fin de año.
Carlos vive en el caserío El Mango, de Jujutla, en una casa que ha logrado mejorar con lo que ha ido a ganar a Estados Unidos en la empresa de jardinería, que está muy satisfecha con el trabajo de él y de otros dos salvadoreños que ha empleado a través del Programa de Movilidad Laboral.
Para muchos, los arreglos que Carlos ha hecho en su vivienda podrían parecer pocos o apenas perceptibles, pero para un habitante de la zona rural que jamás había tenido empleo fijo y que cuando conseguía un día de trabajo a lo sumo podría ganar 5 o 6 dólares, poder colocar techo de zinc, repellar parcialmente las paredes de adobe y cambiar los horcones de madera por pilares de concreto, significa mucho.
De esta última vez que fue pudo comprarse un carro más grande en el que se traslada él y su familia a trabajar en un pequeño negocio durante los meses que pasa en El Salvador. Pero lo más importante, según Carlos, es haber tenido la capacidad de pagar un médico particular para que le curaran a la hija mayor.
“Ya este año, el carrito que tenía lo vendí y compré esta camioneta. Y estando allá, se me enfermó esta niña más grande; le cayó en una enfermedad, que aquí cerca no me le hallaban cura y me dijeron que había que llevarla a un (médico) particular, allá a Sonsonate, allá me le hallaron que tenía dengue y era del malo, y entonces estuvo en tratamiento dos días. Solo ahí se gastaron como 1,300 dólares”, detalla Carlos, quien admite que de no haber estado trabajando en Estados Unidos, no habría podido costear los gastos de salud de su hija.
Carlos solo estudió hasta cuarto grado de educación básica. “No me gustó el estudio”, afirma, aunque la experiencia de viajar a Estados Unidos lo ha hecho notar lo necesario que es estudiar y ahora considera importante que sus hijos estudien y, de hecho, el dinero que gane en viajes posteriores, piensa invertirlo en que sus hijos estudien.
La oportunidad de viajar una buena parte del año, ha hecho notar a Carlos en la necesidad de estudiar; no saber inglés es una de las grandes barreras que está dispuesto a franquear aprendiendo de noche.
“Ahí donde estamos hay unas escuelas que de noche dan clases de inglés. Con los compañeros que viajo tenemos la idea que después de salir de trabajar ir aunque sea un par de horas ir a recibir inglés. Este año es de la idea de nosotros, porque sí es necesario aprender inglés”, afirma Carlos.
Cerca de donde vive Carlos, en el caserío Cashagua, del municipio de Guaymango, vive Luis Monterrosa. Este hombre también está esperando la llamada de Relaciones Exteriores para poder viajar en cuarta ocasión a Arlington, a trabajar en la misma empresa que Carlos y Rudy Azmitia, quien también vive en Guaymango. Los tres están viajando desde el 2021.
Como Carlos, Luis ha hecho notables mejoras a su vivienda, mantiene sus cultivos de frutales y cítricos en sus parcelas y quiere que sus hijos vayan a la universidad.
En el caso de Luis, la oportunidad laboral que le da el Programa de Movilidad Laboral ha permitido ampliar el beneficio a algunos de sus vecinos a quienes da empleo para que cuiden sus cultivos de frutales y cítricos.
Todo tiene un costo. Y para Yesenia Rosa y Salomón Martínez, de 38 y 47 años, respectivamente, pareja entre sí, la oportunidad de viajar a trabajar legalmente a Estados Unidos llegó en 2023. Fue algo simultáneo y tan rápido que apenas se lo podían creer a pesar de que cuando aplicaron al Programa de Movilidad Laboral habían acordado que si les salía a ambos, los dos harían el viaje.
Sin embargo, una vez que les avisaron que habían sido seleccionados, no fue fácil decidir con quién dejarían a sus hijas, pues una de ellas, la menor, tiene autismo grado 3, el más severo, según Yesenia, por lo cual necesita mucha ayuda.
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“Fíjese que para nosotros fue bien difícil porque estábamos en lo mejor de las terapias de la niña. Isabella tiene autismo grado tres. Entonces necesita un cuidado muy especial. Estuvimos viendo nosotros con quién la íbamos a dejar, verdad”, asegura Yesenia. Al final decidieron que el padre de ella, el abuelo materno, sería quien las cuidaría.
Para Yesenia y Salomón no fue fácil separarse de sus hijas, sin embargo, el sacrificio tuvo su recompensa.
A pesar de que solo han viajado una vez, durante siete meses, el progreso familiar es resumido por Yesenia y Salomón en que pudieron saldar deudas, comprarse un carro y mejorar su vivienda, además de que han podido pagar el tratamiento médico de Isabella, lo cual no habría sido posible con los trabajos que realizan en El Salvador, afirman.
Durante esos siete meses, Yesenia trabajó en la empresa hotelera Omni Barton Creek, en Austin, estado de Texas. El contrato firmado fue para trabajar lavando platos, sin embargo, muy pronto escaló al área de preparación de alimentos, para ello tuvo que sacar un curso de manejo de alimentos, para lo cual le extendieron una licencia con vigencia hasta 2026.
Salomón, entre tanto, fue contratado por la empresa CPC (Custom Prefab Contractors), que tiene su sede en Columbiana, estado de Ohio. Refiere que a las pocas semanas recibió elogios por su dedicación en el trabajo en elaborar paneles o piezas para la construcción de viviendas.
Para Yesenia y Salomón, la oportunidad de viajar a trabajar de manera legal a Estados Unidos es como un “oxígeno” que les llegó luego de aplicar a través de los medios disponibles.
“En primer lugar fue una bendición. Nosotros como pareja lo vemos así. De igual forma fue como un oxígeno; aquí no habríamos podido solventar ciertas cuestiones como deudas. Queríamos remodelar, teníamos tantos planes de querer hacer. También abonar un poco a la educación de la niña, de ver si se podía ayudar en darle como una ayuda más, una terapia más. Algo que nosotros pudiéramos darle como papás. Y lo logramos…”.
Pero amén de los logros económicos, para Yesenia, la mayor recompensa fue que cuando Isabela, quien nunca había hablado, pudo decirle “mamá”, cuando la vio salir del aeropuerto. “Me llenó de emoción porque cuando Isabel me vio, me dijo mamá; ella jamás había dicho eso, entonces yo le digo a él (Salomón) que yo no cabía de la emoción”.
Como Carlos y Luis, Yesenia y Salomón están a la espera de que del Ministerio de Relaciones Exteriores los llamen para indicarles cuándo comenzarán a realizar de nuevo los trámites para regresar a trabajar durante los próximos siete meses.