La abundancia natural de agua que brota de los nacimientos y recorre las acequias de los cultivos en el cantón Tajcuilujlan, municipio de Nahuizalco, contrasta con la extrema necesidad de agua potable a la que se enfrentan a diario sus vecinos a sólo unos seis kilómetros más abajo, en el cantón la Loma del Muerto, jurisdicción de Sonsonate.
Para paliar el problema, los afectados decidieron adquirir una fuente de agua por un costo de 25,000 dólares, la cuál aún siguen pagando desde hace 10 años; sin embargo, hasta la fecha no han podido concretar el proyecto, ya que se necesita un sistema de cañería que sobrepasa los 75 mil dólares.
Los afectados aseguran que debido al alto costo de llevar el agua a la comunidad, solo lo pueden lograr con el apoyo de la alcaldía de Sonsonate o una organización no gubernamental, quienes usualmente ayudan con el financiamiento de ese tipo de proyecto.
Hasta el momento, aseguran que han buscado ayuda con la municipalidad, pero no han tenido una respuesta.
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Rosalba Solórzano, líder comunitaria, explicó que la carencia de agua afecta a los 1, 383 habitantes de ese asentamiento rural y pone en riesgo a los grupos vulnerables, entre ellos un centenar de niños menores de cinco años y 154 adultos mayores.
Solórzano expuso que la manera más fácil de hacer llegar el agua del manantial es por gravedad, debido a que nace en una parte alta, con relación a la comunidad.
La señora añade que algunas familias tienen agua en la comunidad de otra fuente, que los afectados también compraron en años anteriores, pero que no es suficiente para todos.
Por lo que la vertiente de Tajcuilujlan les ayudaría a solucionar, lo que ellos consideran la carencia más urgente a resolver.
La líder comunitaria explicó que a los residentes que carecen del servicio y les toca comprar a los que tienen o a las pipas particulares. Además, la alcaldía de Sonsonate les provee de forma paliativa con una pipa, una vez por semana, según la ruta establecida.
En el invierno se abastecen de aguas lluvias para los oficios, otros se desplazan por veredas hasta el río Julupe, el más cercano a la comunidad, pero que a simple vista luce contaminado por su oscuro color. Sin embargo, la situación se agrava en el verano.
“Sufrimos bastante en el verano porque nos toca buscar a donde ir a lavar y bañarse o para tomar, por eso estamos luchando para ver como se trae el vertiente de ahí arriba, porque en el verano sí damos lástima, los ancianos, los niños sufren”, expresó Mary Bran.
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Jessica Gómez, madre de una niña de cuatro años, relató que debe pagar un dólar por cada cántaro de agua que compra para tomar, lo cual implica un alto costo para su economía, en una comunidad donde mucha gente sobrevive de la cría de gallinas en sus casa, la venta de la cosecha de los árboles frutales y otras mujeres se trasladan a la zona urbana para trabajar de lavar y planchar ropa ajena.
Asimismo, Lucía Gómez comenta que en verano se ve obligada a ir al río Julupe para poder lavar la ropa de su familia que está compuesta de cinco adultos y tres niños, lo cual también representa un peligro porque a veces llueve en las zonas altas y de repente baja lo que ellos llaman la “repunta” y deben salir de prisa para nos ser arrastrados por la corriente.
Celia Constanza, quien vive de una venta de tortillas, dice que debe pagar dos dólares por cada barril, por lo que el agua que le lleva la pipa de la alcaldía de Sonsonate, una vez por semana, es de gran ayuda para ella y su familia.
“Esta agua nos la manda la alcaldía y no tenemos que pagar nada”, dice la señora mientras llena barriles, depósitos, “pichingas”, huacales y todo aquello que le permite guardar agua, hasta la próxima semana que vuelve a pasar la pipa.