Según la organización Riesgo Cruzado, un programa centroamericano de formación para periodistas que cubren zonas hostiles o de riesgo, las prácticas del gobierno de Nayib Bukele con respecto a la prensa se asemejan a las del gobierno de Nicaragua, encabezado por Daniel Ortega.
Entre estas, describen estigmatización y criminalización de los periodistas, cierres de espacios de información oficial, intolerancia a los medios independientes, así como presiones a medios de comunicación para que saquen de sus filas a personas que han incomodad al oficialismo.
Riesgo Cruzado también da cuenta de espionaje cibernético a una treintena de periodistas mediante el software Pegasus, de fabricación israelí y altamente invasivo.
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Esto último, dicen, “es una clara intromisión y vigilancia permanente a la que está sometida la prensa salvadoreña”. Además, sostiene que “demuestra el interés del Estado de tener controlado el ejercicio de la prensa”.
A finales de 2021, decenas de periodistas salvadoreños denunciaron haber recibido un correo electrónico en sus teléfonos, el cual les advertía que podían estar siendo blancos de vulneraciones en
Estas formas de intimidación, lamenta Riesgo Cruzado, funcionan bajo la impunidad.
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Peor aún, recuerdan que en El Salvador se reformó el Código Procesal Penal para admitir evidencia electrónica y se avaló la intervención de comunicaciones telefónicas e información de las personas. Esto en un contexto de pérdida de independencia judicial y con un aparato estatal que ha enfilado feroces ataques contra sus críticos.
Asimismo, recuerdan que la Asamblea Legislativa modificó el Código Penal para penalizar con cárcel a quienes reporten información producida por pandillas y que pueda generar zozobra.
Trilogía de la violencia
Según Riesgo Cruzado, en El Salvador y el resto de la región reina la “trilogía de la violencia”, es decir el silencio, el miedo y la indiferencia, aunque son los primeros dos los más presentes, aseguran.
La organización explica que el silencio viene de estructuras gubernamentales que impiden el ejercicio periodístico mediante acciones y leyes que luego provocan el miedo en los periodistas, quienes a su vez encuentran una respuesta “tímida e insegura” de los Estados a su inseguridad.