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Diez horas de angustia para liberación de padre de periodista

Aunque la familia se encontraba fuera de la granja penal de Zacatecoluca fue sacado en camioneta polarizada y llevado hasta las cercanías de su vivienda.

Por Lissette Lemus | Dic 23, 2023- 20:34

Una vecina que circulaba por el lugar, le llamó la atención ver al hombre con vestimenta de reo, pero luego lo reconoció y lo llevó hasta su vivienda. Foto EDH/ Francisco Rubio

En una mezcla de lágrimas, emoción, abrazos y risas las tres hijas de Benjamín Amaya se encontraron con su padre, pasadas las 10 de la noche del viernes, en su modesta vivienda en una zona rural de San Juan Opico, después que él fuera liberado tras permanecer 10 meses en prisión.

Esa mañana, muy temprano, la periodista Carolina Amaya, hija de Benjamín, sus hermanas y la compañera de vida del detenido, habían viajado hasta la granja penal de Zacatecoluca con la esperanza y la convicción que abrazaría a su familiar después de varios meses.

El día anterior el Juzgado de Instrucción de Opico había decretado la libertad inmediata del procesado después de pagar una fianza de 10,000 dólares y dictar medidas sustitutivas a la prisión.

La familia de Carolina fue acompañada por representantes de la Asociación de Periodistas de El Salvador (APES) y un grupo de periodistas, pero al llegar a la fachada de la prisión, lo primero que enfrentaron fue un intento de bloqueo a la libertad de prensa por parte de los custodios.

Sin embargo, al encontrarse con personas informadas de sus derechos, quedaron sin argumentos para prohibir el trabajo de los periodistas y recurrieron a llamar a la Policía. Minutos después una patrulla de cuatro policías del Sistema del 911 llegaron al frente de la prisión, debido a que los custodios de la granja penal habían informado que “había problemas afuera del lugar”.

“La actitud de la gente de esta granja penitenciaria ha sido de matonería al tratar de impedir a la prensa que pudiera realizar sus trabajos en una zona pública porque querían que nos retiráramos del lugar” expresó Angélica Cárcamo, presidenta de la APES.

Silencio, lágrimas y abrazos, así fue la liberación del padre de la periodista Carolina Amaya
Foto EDH/ Francisco Rubio

En la granja penal

A las 8:30, Carolina acompañada de la abogada de la de la clínica de primeros auxilios jurídicos de APES, Emperatriz López, entregó la carta de libertad en una caseta de información en la entrada de la granja penal y sin más explicaciones le dijeron que esperara.

Esa espera se prolongó por diez horas sin que le dieran una explicación de qué hacer, si debía esperarlo o si debería regresar. “Desconozco” era la respuesta de la custodia  a la que solo se le veía las uñas largas cuando entreabria la ventana  de celosía, cuando la periodista consultaba.

La inusual permanencia de periodistas afuera del lugar llamó la atención de los familiares de los capturados que se encontraban haciendo largas filas para entregar bolsas con productos de primera necesidad o para depositar dinero.

Con cautela algunos preguntaron si trabajamos en el periódico del gobierno, otros relataron que habían viajado desde muy lejos para depositar dinero a su familia para los combos navideños que venden en las tiendas de los centros penales, pues ese era el último día para depositar dinero, otros dijeron que  a pesar de que sus familiares tienen carta de libertad, centros penales se niega a liberarlos.

Pasada las 11 de la mañana, Carolina nuevamente preguntó si había un avance sobre el documento entregado, debido a que después de más de tres horas, ni siquiera le habían regresado la copia con el sello de recibido. Los custodios escuetamente decían que no tenían conocimiento. “Lo que vemos es que el sistema judicial y el sistema penitenciario no están coordinados porque hay una orden desde ayer para la liberación de mi padre y hasta ahorita ya pasaron varias horas y en centro penal no lo libera” dijo el viernes Carolina.

A las 10 de la noche, Carolina y sus hermanas pudieron volver a encontrarse y abrazar a su padre luego de 10 meses de no tener ningún tipo de información sobre él. Foto EDH/ Francisco Rubio

Liberación a escondidas

Cerca del mediodía en el lugar quedaba poca gente de la que llega a entregar paquetes, del penal salían algunos vehículos tipo microbús con ventanas selladas, que según los familiares son utilizados como ambulancias. Asimismo llegó un vehículo para unos reos que iban a audiencias.

También salió una camioneta blanca, polarizada y sin placas, en la cual probablemente era sacado del penal Benjamin Amaya, pero, a pesar de que su familia estaba en la entrada no les informaron.

Por la tarde, la zona quedó desierta, solo unas cuantas personas llegaban de vez en cuando a dejar bolsas, que eran colocadas por las custodias en la montaña de paquetes y colchonetas que se había formado con lo recolectado todo el día.

Cuando ya eran casi las 3:30 de la tarde, hora que los empleados públicos administrativos dejan de laborar, la periodista se acercó nuevamente a la caseta de información, pero la custodia cerró la celosía para evitar responderle. Tanto Carolina y las representantes de  la APES insistieron que por lo menos les regresaron la copia de recibida. “Los jefes ya están de vacaciones” se escuchó al otro lado de la ventanilla.

Las hijas más pequeñas de Benjamin lloraron por el temor y la tortura de que no les dieran a su papá ni dijeran nada, mientras tanto a él lo llevaron a la delegación de Zacatecoluca para liberarlo, pero ahí los policias no lo recibieron, así que lo fueron a dejar a las cercanías del Batallón de Artillería.

Una vecina que circulaba por el lugar, le llamó la atención ver al hombre con vestimenta de reo, pero luego lo reconoció y lo llevó hasta su vivienda.

Al llegar a su casa Benjamin no encontró a nadie, más que a Black, el perro, un perico y unos gatos, las mascotas de la familia, así que pidió ayuda a algunos vecinos para llamarles por teléfono, pero tampoco tuvo respuesta, pues sus hijas y su compañera de vida no tenían acceso a señal telefónica en las cercanías de la granja penal.

Mientras tanto, Benjamin hizo un pequeño recorrido por el terreno para observar si había sobrevivido la limonera que él había plantado previo a su captura. Se percató que un cabro que tenía ya no estaba, sin saber que este fue vendido por la familia para poder comprar alimentos mientras él estaba en prisión.

El reencuentro

A las 6:00 de la tarde, entre la tristeza, la aflicción y el agotamiento físico la periodista y sus familiares abandonaron la granja penal, sin tener una explicación, ni respuesta, solo la vivencia del maltrato y el silencio que decenas de familiares sufren cada día en ese lugar por los llamados “servidores” públicos.

Momentos después cuando lograron tener acceso a señal de celular, se dieron cuenta que Benjamín ya se encontraba en su casa. Horas más tarde, se fundían en un abrazo, un momento que habían ansiado por más de 10 meses.  

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