“Cuidado con lo que pides porque te puede llevar a lugares que no esperabas y, sin embargo, ser exactamente lo que pediste. Hace algún tiempo, luego de una extensa y estresante jornada laboral, con mucha sinceridad pero sin esperar que se cumpliera, le dije a mi esposo: “Llévame a lugares que no conozca, lejos y bonitos”. Semanas después, ha sido una realidad inesperada e irónica. Ambos hemos tenido trabajos estresantes y de extensas jornadas laborales. El estrés ya nos ha pasado factura física y de salud mental, por lo que volver a culpar al estrés de nuevos síntomas ha sido una respuesta fácil y peligrosa.
Sentirse cansado
Luego de muchas horas de trabajo, sentirse cansado es lógico. Pero ¿Cuándo esto comienza a ser un signo de algo? Levantarse, “medio” desayunar, salir al trabajo, almorzar lo más accesible de donde se está, soportar el pesado tráfico de la tarde-noche al regresar a casa, cenar y casi de inmediato dormir. La rutina de muchos es así, por eso el cansancio se vuelve algo normal. Y hasta se puede achacar a la edad. ¿A cuántos les pasa así cada día? … Y en el caso de estos esposos, ni siquiera podrían decir cuándo comenzó.
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Entumecimiento u hormigueo en los pies o las manos.
Lo que sí pudo notar ella en las semanas siguientes fue aquel llamado de ayuda repentina, ya que se acalambró una pierna, los dedos de los pies, la pantorrilla. Y eso inició un día y siguió por varios. Y a la par del calambre también la justificación: “Hoy he caminado mucho, quizá por eso pasó”.
Aceptar la justificación puede hacer ignorar el fondo del problema; especialmente, si viene de un hombre joven, en buena condición física, un peso bastante acorde a su altura, y una muy buena salud.
Y como llegaron, también se fueron los calambres.
Aumento de la sed y de las ganas de orinar.
Aunque, en la mente de los esposos sin llegar a decirlo en voz alta, les quedó la espinita de posibles problemas de circulación.
“Me regalan agua, por favor”, “Necesito llevar más agua”, recuerda ella como un comentario frecuente.
Pero nada para alarmarse, pues, también se encuentra justificación para esas señales: “el calor” o “he caminado mucho”.
Todos hemos tenido sed, entonces nunca lo consideraron como señal de alarma.
Quizá lo que sí les pareció un tanto extraño era que de pronto él comenzó a despertarse por las noches varias veces porque debía ir a orinar. De nuevo, la interpretación fácil: “Tomas mucha agua antes de venirte a dormir”…
Aumento del hambre y pérdida de peso.
Y si todos los síntomas anteriores tenían justificación. El tema del aumento del hambre resultaba invisible. Ellos manifiestan que son de buen apetito y del gusto por cocinar. Comer fuera de casa es la excepción. Pero resulta contradictorio que teniendo buen apetito, el esposo no aumentará de peso….
“Ahh es el metabolismo de los hombres, que queman más calorías y por eso casi no engordan”, justificaron. Ante estos devenires, compraron una balanza hace muchos meses. Estuvo guardada por mucho tiempo, hasta que un día decidieron colocarla fuera del baño, para empezar y controlar el peso. Al estar visible, también, el esposo comenzó a vigilar su peso.
El hecho de pasar de un peso de 240 libras a inicios de agosto, a pasar a 217 a mediados de octubre comenzó a llamar la atención, por lo que el pesarse y anotarlo comenzó a ser parte de la rutina.
Pesar 210 libras, sin hacer cambios en la alimentación o esfuerzo físico, les comenzó a preocupar … “El estrés te está pasando factura”, fue la respuesta.
Visión borrosa.
Un día, en la primera quincena de septiembre, estaban comiendo en familia en un lugar amplio, en donde había muchos cárteles colocados a diferente distancia y tamaño de letras. Ella usa lentes, debido a su miopía, desde hace muchos años y el resto de la familia ha tenido muy buena visión … hasta ese momento.
“Veo desenfocadas las letras de ese cartel”, expresó el esposo. El comentario fue respondido con bromas, diciendo que ya por la edad le tocaría usar lentes. No lo tomaron con seriedad, aunque sí les llevó a la clínica de optometría.
De ahí salieron con lentes bifocales para él y con saldo en rojo en las finanzas. Pero tranquilos porque el problema estaba resuelto.
Eso creían, pero la sorpresa fue que esos lentes solo los usaron un par de veces. Él decía que ya no los necesitaba, que ya veía bien. Y ella le respondía que no los quería usar, que tenía que acostumbrarse a ellos, que no eran baratos.
Esos lentes pasaron muchas semanas en el estuche. Y el tema fue bajando de importancia.
Continuaron con la vida cotidiana. Sin embargo, sin una explicación o justificación que se les ocurra y en unos cuantos días, cambiaron la dinámica de alimentación de la familia: Pupusas por la noche, almuerzos de pizza o pollo frito, bebidas gaseosas y abundante pan dulce …
“Yo veo borroso”, comentó nuevamente el esposo.
La vez anterior llegó y desapareció, “quizá otra vez pase” , fue lo que pensó ella. Y así pasó
Pero está vez no se lo tomaron a la ligera. Presionado por el enojo de la esposa, él aceptó ir al médico.
El 29 de octubre pidió la cita con el médico especialista, quien previo a la consulta solicitó una serie de exámenes de laboratorio. Los incluyeron todos, menos el de glucosa.
El 31 de octubre, luego de una revisión exhaustiva y de hacer un examen de glucosa con un resultado de 456, el diagnóstico fue claro: “usted tiene diabetes”.
Esas palabras desencadenaron un tsunami de ideas, sentimientos, recuerdos, personas o parientes con ese diagnóstico, escenarios posibles, preguntas, pero pocas cosas llegaron a salir de sus bocas cuando estaban frente al médico.
De un día para otro hubo medicamentos, toma de glucosa diaria y pensar en cada alimento a ingerir si era el correcto o podría causar un daño, si era la cantidad correcta o era demasiado.
Y cuando apenas se sale de ese susto. Justo ocho días después vuelve el problema de la visión, pero está vez más grave. La llamada al médico y la referencia inmediata al oftalmólogo, etiquetada como emergencia.
Luego de la revisión cuidadosa, lo que les dijo el médico especialista explicó muchas de las cosas pasadas, actuales y futuras. En este punto la glucosa estaba en 135.
El esposo era diabético desde hace mucho, pero ellos no lo sabían. El cuerpo de él se acostumbró a trabajar con los niveles altos de azúcar.
El azúcar acarrea líquido al cristalino, una parte del ojo que ayuda a ver. El cristalino es como una bolsita con agua.
Cuando el esposo comenzó a controlar sus niveles de glucosa, la cantidad de líquido en el cristalino disminuyó y eso desencadenó problemas graves de visión.
Gracias a Dios la situación es temporal, pero deben cuidar que los niveles de glucosa sean normales y estables. Aún están en esa etapa, utilizando una lupa para poder leer, por ejemplo los mensajes de celular, y esperando que el cristalino se estabilice.
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La ayuda de la especialista en Nutrición les ha dado luces en cuanto a la alimentación y ha desvanecido inquietudes que les generaban temor.
Como comentaban al inicio de este artículo: “Cuando yo pedí ir a lugares que no conozca, lejos y bonitos, nunca se nos ocurrió que sería en clínicas médicas”, que efectivamente están lejos de su casa, son bonitas y no las conocían.
“¡Qué irónica es la vida! Pero de la mano de Dios seguimos caminando”, reflexionan.
Ahora este 14 de noviembre, cuando se conmemora el Día Mundial de la Diabetes, la fecha toma un significado diferente para nosotros. Glucosa de hoy :102