Ha vuelto la producción de las almejas, mejillones, los curiles y los cascos de burros en los esteros de la bahía de La Unión, aseguran los pescadores artesanales.
En noviembre de 2019, aparecieron millones de moluscos muertos en los esteros de Ramaditas, frente a los manglares del área del cantón Huisquil, las islas El Rico y Perico; lo que dejó sin los recursos a unas 2,000 familias que se dedicaban a la extracción para el consumo o venderlas en los mercados o restaurantes de los municipios de La Unión, Santa Rosa de Lima y San Miguel.
El biólogo Armando Navarrete explica que el equilibrio ecológico vuelve a restablecerse una vez las poblaciones se adaptan a coexistir con los patógenos que las diezmaron.
Además, los tensores ambientales (que ayudaron a la virulencia del agente infeccioso que provocó la muerte de los moluscos) podrían ser estacionales o cíclicos y no estén presentes en estos últimos años.
“Fenómenos como la acidificación de los océanos, acrecentado con el cambio climático, hace que los moluscos no tengan disponible el calcio soluble tan necesario para consolidar la concha calcárea, todo esto constituye a tener poblaciones vulnerables y frágiles”, agregó Navarrete.
La recuperación de los moluscos en los esteros viene lenta, pero asegurando el ingreso a la pequeña economía familiar, lo cual es visible en los mercados locales en donde se encuentra a la venta las apetecidas almejas, expresan los pobladores de la cabecera departamental.
El trabajo de la extracción se hace cuando hay marea baja (seca) en los esteros. Hombres, mujeres y niños llegan a la zona y buscan entre el lodo con sus punzones o chuzos para sacar cada uno de los productos que luego serán comercializados y para comer en casa.
En las comunidades frente a la bahía desde los sectores de la Pesquera, La Playa y cantón Huisquil, en las jurisdicciones de La Unión y Conchagua, es cotidiano encontrarse a residentes en esas faenas de trabajo. Tienen que aprovechar las cuatro a cinco horas de marea seca para hacer la extracción.
Juan Rivera, de 77 años, dice que ninguna autoridad logró hacer algo para resarcir los daños por la muerte masiva de los moluscos: “Se trata de una obra de nuestro Dios, quien ha provisto de nuevo de nuestros alimentos donde muchas familias de escasos recursos económicos venimos a sacar, aunque sea para hacer la sopita del almuerzo o preparar un desayuno”.
De acuerdo con los pescadores, a casi tres años de ese suceso y luego de varios estudios, entre ellos muestras de aguas y de los moluscos en las zonas afectadas, ninguna institución les dio a conocer la causa de la muerte masiva.
Antonio Fuentes vive en el cantón Huisquil y todos los días se mete a la bahía durante la marea baja a sacar las almejas y churrias para luego venderlas. “Después de dos años donde nos quedamos sin los moluscos; ya se empieza a recuperar, hay quienes logran hacer de $10, $20 y hasta $30” con la venta de los molusco, explica.
Según Fuentes, no saben con certeza qué provocó los daños ambientales en 2019, solo tienen sospechas que fue el lavado de un barco que hicieron cerca del puerto de La Unión y fue el aceite que mató dichas especies.
Sin embargo, análisis hechos en el laboratorio del Megatec identificaron la presencia del parásito Perkinsosis.
Los grupos de personas que se dedican a la extracción se ubican en el área donde ellos consideran que hay existencia de los moluscos. Ahí las cinco horas de trabajo va acompañada de charlas y bromas. A ratos parados o sentados sobre el lodo, acompañados por el intenso calor.
“Estamos contentos porque antes no había nada, tenemos un año de estar sacando y es para venderlo; esa es la fuente de trabajo que tenemos la mayoría de las familias que vivimos a orillas del mar”, dice Irma Yolanda Ortíz, de 28 años, quien tiene varios años de dedicarse a la extracción de mejillones y almejas.
También, los que trabajaron en sus pequeños cultivos de curiles a orillas del estero en el cantón Huisquil, empiezan a ver resultados en la producción.
Norma Alvarado, quien vive en caserío El Conchillal, manifiesta que la recuperación es lenta. Ella lamenta las pérdidas de 50,000 semillas de curil durante el 2019.
“La esperanza es que para el próximo año tengamos más producción y de mejores tamaños, nosotros en el sector todos fuimos afectados”, expresa Alvarado.