“La semilla de Dios” fue el primer taller de artesanías que se desarrolló en La Palma, Chalatenango, en la década de los setenta y, desde entonces, dicho distrito ha destacado no sólo a nivel nacional sino también internacional por sus coloridas creaciones, que tienen la influencia del artista Fernando Llort, que fue quien llegó para implementar dicha iniciativa, recordó el artesano Vitelio Contreras.
El joven recordó que sus padres se integraron a dicho taller, aprendiendo a trabajar con la artesanía y heredando dicha tradición, llegando a crear microempresas que han sobrevivido a la guerra civil, la violencia de la posguerra, y la globalización.
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Esto último se desprende de los resultados de una investigación que realizó la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA) y que forma parte de su Programa Estratégico de Investigación Institucional.
La investigación fue denominada “Microempresas y su aporte en la construcción del tejido socioeconómico y cultural de El Salvador”.
Los resultados fueron presentados el 4 de abril en ese municipio del norte del país, en un evento en el que estuvieron presentes más de una veintena de artesanos locales.
“Aquí la mayoría en el pueblo trabaja de eso; trabaja de pintar, en otros talleres de dibujar y hay mano de obra. Lo importante es que se mantiene la economía con esto y quizás me atrevo a decirle que un 60% de la población vive de los dibujos, vive de la pintura… En otro país mencionar La Palma es como mencionar a El Salvador completo; es el único municipio, para mí es un pueblo, que tiene una identidad propia. El arte de La Palma son diferentes figuras de la naturaleza. La Palma es eso, es color”, expresó Contreras a través de un video difundido por el centro de estudios superiores.
La investigación dejó como resultado que la producción artesanal ha sido siempre un proceso familiar, donde la participación de los niños ha sido recurrente en las diferentes generaciones de artesanos.
Además que, por lo general, las familias que han participado del proceso de producción artesanal han sido de escasos recursos económicos, por lo que los mismos espacios del hogar se convierten durante el día en talleres.
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“Hay una clara transmisión de valores y principios entre generaciones, tales como el trabajo duro, honesto y responsable, independientemente de si su liderazgo fuera masculino o femenino. El valor de la solidaridad es una constante en los talleres liderados por mujeres, sobre todo porque apoyan a otras mujeres con formación y trabajo. Los padres que son artesanos, no planean que sus hijos se dediquen al trabajo artesanal como ellos, ni los obligan a estudiar carreras afines al arte. Los padres artesanos consideran que su trabajo sacrificado debería ayudar a sus hijos a valerse por sí mismos, y si los hijos deciden dedicarse a la producción artesanal tiene que salir de su propio interés”, señala una parte del documento donde la universidad explica varias claves para entender casi medio siglo de producción artesanal.
La investigación también determinó que la estrategia de producción está basada en la descentralización de algunos de sus procesos de producción, como el dibujo, los acabados y la distribución.
También que los procesos descentralizados son la carpintería, el pintado, y el barnizado, lo que permite que las personas más especializadas puedan trabajar para varios talleres y no en exclusividad con algún taller.
“Las personas con poca especialización pueden participar del proceso productivo. Por ejemplo, encargarse de pintar cientos de piezas, según sea el pedido. Por ello, muchos pueden generar ingresos, sin ser considerados necesariamente artesanos. Trabajando de esta forma, las redes de la producción llegan a las zonas rurales para el trabajo de pintado y barnizado”, agregó entre las razones para entender la producción artesanal.
Otra artesana, Morena de Bustamante, relató que tiene más de tres décadas de ser artesana, iniciando en un taller donde le daban que “costurara” productos de yute.
Luego ella llegó a generar trabajo, contratando a muchas madres solteras que tenían, a través de la remuneración económica, un alivio para la adquisición de lo necesario para sus hijos.
“Esa parte me gustaba a mí porque ganaban ellas y ganábamos nosotros. (La producción artesanal) es algo cultural que uno lo ha ido fomentando de generación en generación. Es algo que a uno le ha gustado, y le gusta, porque a mí me sigue gustando, la verdad”, expresó la artesana.