El 4 de junio es para Ana Miriam una de esas inexplicables paradojas de la vida, de las que no se encuentra respuesta. En esa fecha convergen su máxima alegría por el nacimiento de su primer hijo, hace 31 años; y el dolor por la desaparición de su tercer hijo, Josué Eliazar Elizondo, cometida en la misma fecha en 2011.
Ese día, Ana estaba feliz por el cumpleaños número 19 de su hijo mayor y le había comprado un regalo, como siempre lo hacía, pero su felicidad se vio abruptamente interrumpida cuando al anochecer Josué no regresó a casa, algo que él nunca hacía, por tanto su madre no dudó que algo malo había sucedido.
Josué tenía 14 años de edad y trabajaba como ayudante en el negocio de un familiar. Al mediodía, el joven pidió permiso para ir a un lugar cercano de su trabajo porque un amigo le presentaría una “cipota”.
Lo último que se supo de Josué es que se cruzó la calle frente al mercado Colón, en el municipio de Santa Ana, una zona donde varios establecimientos comerciales tenían cámaras de seguridad.
A partir de ese día la vida cambió radicalmente para Ana y toda la familia, sus hijas menores dejaron de estudiar, su hijo mayor perdió su empleo, nunca más volvieron a los paseos de fines de semana, sufrieron amenazas y discriminación a causa de la búsqueda, tuvieron que huir de la vivienda que habían habitado en los años previo a la desaparición de Josué y perdieron todo lo que tenían.
“Nos cambió completamente todo. Es un dolor insuperable. Es como si nos arrancaran la vida, el corazón. Hay un vacío grande dentro de mí que no se puede llenar con nada”, dice Ana, doce años después de la desaparición.
La madre de Josué está consciente que el tiempo juega en su contra para encontrar los restos de su hijo, sin embargo, no pierde la fe y se aferra a un milagro.
Recién había sido cometida la desaparición, Ana salía completamente sola, todos los días a buscar a su hijo por hospitales, calles, avenidas y colonias de Santa Ana y municipios aledaños, enfrentándose a todo tipo de peligros.
Con el paso de los meses, comenzó a recorrer las fosas y cementerios clandestinas que iban descubriendo las autoridades, con la esperanza de encontrar los restos de su hijo.
“El investigador me llamaba cuando encontraban los restos de alguien y ahí estaba yo pendiente de eso siempre, no comía, no dormía”, relató.
La señora recuerda muy bien las víctimas recuperadas dentro de un pozo de la colonia Monge, en el municipio de Santa Ana, y los encontrados dentro de otro en el municipio de Turín, pero ninguno de ellos era su hijo.
Ahora la esperanza de Ana para encontrar los restos de Josué y darles un lugar apropiado para el descanso eterno, está amarrada a una demanda de protección de derechos presentada y admitida de forma parcial por la Sala de lo Constitucional, el pasado 20 de abril.
La sola admisión del amparo por parte de la Sala es un hecho significativo, emotivo e histórico para la madre de Josué.
“Cuando supe de la admisión me quedé sin palabras, porque me sentí identificada por el Estado y me genera una esperanza. Se abrió una puerta muy grande, un camino nuevo para el encuentro de Josué”, declaró.
Ana relata que desde el día que interpuso la demanda ante la Corte Suprema de Justicia se ha mantenido en oración porque espera que este sea el momento de encontrar a su hijo. “Una de las recompensas que he recibido por la búsqueda de Josué es que la Sala admitiera el amparo ”, aseguró.
En la demanda presentada el 24 de noviembre de 2022 por abogados de la Fundación de Estudios para la Aplicación del Derecho (Fespad), en representación de la madre de la víctima, se expuso la omisión de una investigación exhaustiva y concluyente por parte de la Fiscalía, que permita individualizar a los responsables de la desaparición del joven y que lleve a la localización del paradero del joven.