La aplicación de la política antiinmigrante del presidente estadounidense Donald Trump le ha quitado la tranquilidad a María Vidal, quien vive en un cantón en El Salvador y nunca ha viajado a ese país. Sin embargo, a sus 73 años, su corazón de madre está angustiado porque uno de sus hijos está allá ilegalmente.
Ella vive en el cantón El Algodón, en Santa Rosa de Lima, y está muy pendiente de lo que ocurre en suelo estadounidense.
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“Tengo un hijo que tiene dos meses de haberse ido por tierra, de manera ilegal, pagando $13,000 al coyote (contrabandista). Ese dinero se lo prestaron, ya llegó pero no ha encontrado trabajo por la misma situación”, dice María.
Ella explica que su hijo vivió más de 20 años en Estados Unidos, pero se portó mal por el vicio del alcohol y fue deportado hace más de diez años. Además, tiene otros dos hijos viviendo allá, todos en una situación migratoria irregular, y son quienes se encargan de los gastos de la comida de ella y su esposo.
“Mis hijitos están bien preocupados porque no tienen papeles, y yo enferma, que me dio la bronconeumonía, estuve internada en el hospital nacional. Si no fuera por ellos, no sé cómo me hubiera ido, porque solo para la comida nos mandan, para mi esposo y yo”, expresa Vidal.

El esposo de María, Martír Herrera de 75 años de edad, se dedica a la pequeña agricultura, siempre y cuando no esté en malas condiciones de salud. Ellos son padres de cinco hijos, tres en el extranjero y dos en el país.
“El que tiene dos meses de haberse ido, ya va a venir para afuera porque se acaba de ir y se fue de fiado porque pidió el dinero prestado y no está trabajando por el mismo problema de Migración”, comenta Vidal.
La madre añade que su hijo “se desesperó por irse a trabajar y ahorrar para su vejez, pero ni ha encontrado trabajo. Que Dios bendiga a don Trump y le pido que se pusiera la mano en el corazón porque su madre también fue inmigrante”.