“La comunidad está optimista”, dice entusiasmada Santos López de Rosales, de 72 años, al saber que tras 22 años de no tener una iglesia a donde adorar existe el proyecto de levantar un nuevo templo católico para el cantón Los Amates y otras cinco comunidades alrededor, en la carretera de la cordillera del Bálsamo, a las afueras de Santa Tecla, en La Libertad.
La iglesia que tanto desean ver en pie otra vez es la parroquia San Joaquín. El templo, que tuvo su origen en 1904, sucumbió ante el terremoto del 13 de enero de 2001 y sus escombros quedaron allí, sin nadie que velara por la propiedad en donde fue edificado.
Aquel sismo de 7.6 grados Richter destrozó sin piedad varias estructuras y edificaciones fabricadas de bahareque o de otros materiales poco resistentes. Ante la vulnerabilidad del lugar, muchos de los feligreses fueron evacuados o se mudaron del sector. Los restos del santuario católico, construido con madera tallada y lámina, poco a poco fueron sustraídos de la propiedad.
El terreno lleno de escombros y en abandono llamó la atención de usurpadores. Y allí han permanecido por más de 20 años. En varias ocasiones, representantes y miembros de la comunidad católica intentaron convencerles que devuelvan el terreno; sin embargo, ellos se han declarado como los dueños.
La iglesia católica contrasta esa versión con los documentos que posee y que datan de 1904, además de la escritura de propiedad extendida por el Centro Nacional de Registros. Entre la centenaria caligrafía del documento, se puede leer que el terreno (de una manzana de dimensión) fue donada por Antonio Alfaro, un agricultor de la localidad, al sacerdote José Encarnación Argueta para que se levantase allí una iglesia para la feligresía de Los Amates.
Para asegurarse de no ser desalojadas, las personas que han tomado el terreno fueron ayudadas por una clica de la Mara Salvatrucha (MS-13) que operaba en el lugar, la cual mantenía amenazada a la feligresía, según comentan líderes de la iglesia. Sin un lugar fijo para congregarse, las misas y demás actividades eclesiásticas eran realizadas en parques, la casa comunal, en la escuela local, en viviendas de miembros de la iglesia y hasta en un restaurante justo a la par del terreno usurpado, detalla el párroco de la zona, Jesús Cuéllar Trejo.
Con la implementación del régimen de excepción, impulsado por el Gobierno y aprobado por la Asamblea Legislativa, en marzo de 2022, los pandilleros fueron capturados y permanecen detenidos. Con ese escenario, en agosto pasado, algunos creyentes pudieron ingresar a la propiedad, acompañados de la Policía Nacional Civil. “Nosotros lo que queremos es que las personas que están acá usurpando el terreno se vayan de manera voluntaria. No queremos girar una orden de desalojo ya que ésta conlleva una penalidad”, manifiesta el sacerdote. “Para no andar peleando con ellos, les han dado tiempo para que se retiren pacíficamente”, agrega una de las feligreses.
La sencilla “champa” como iglesia provisional que ha levantado la comunidad católica se mezcla con las cinco casas de lámina de los ocupantes, ubicadas donde era el patio frontal del desaparecido templo.
En una reciente misa matutina, decenas de fieles se congregaron en agradecimiento por la luz de esperanza para edificar un nuevo santuario. “Estamos muy contentos porque después de ‘veintitantos’ años podemos volver a afirmar nuestra identidad acá, como iglesia de Los Amates. Este es un lugar de mucha ilusión”, eran las cálidas palabras del párroco mientras la brisa mañanera de esa zona montañosa aún se podía sentir.
Hasta las casas y los oídos de quienes se mantienen en la propiedad, llegaba también cada palabra del mensaje religioso. “Ya ha sido bastante que estamos sin un templo”, señaló una de las asistentes. “Para mí es una emoción para seguir trabajando por la iglesia hasta donde Dios diga”, expresó Gertrudis Icio, una fiel de 63 años de edad. “Todos estamos contentos de que algún día vamos a ver la iglesia aquí. Yo ya me voy a morir, no la voy a ver, pero sí mis descendientes”, dijo amenamente Enrique Domínguez, de 95 años, uno de los primeros devotos colaboradores de la parroquia San Joaquín.
Una iglesia “para la fiesta”
“Aquí se celebraban bautismos, primeras comuniones, misas; para el Día de San Joaquín se hacía una gran fiesta, venía una banda, el Torito Pinto, había ruedas”, recordó con nostalgia Santos López. “Era una iglesia de movimiento, era tan lindo”, añadió Icio. “(Antonio Alfaro) donó el terreno para celebrar la fiesta del Día de San Joaquín, para toda la comunidad”, afirmó Ismael Alfaro, uno de los descendientes de aquel agricultor que otorgó la propiedad en 1904.
“… Dona gratuitamente y de manera irrevocable al párroco José Encarnación Argueta… En consecuencia, transmite al destinatario el dominio y posesión del referido inmueble…”, expresa una fotocopia del viejo documento. Con el traspaso del terreno, la iglesia a San Joaquín comenzó a erigirse y a emocionar a los lugareños.
“La iglesia era bonita, de lámina gruesa, tenía unos pilares cuadrados y decorados todos. En el altar mayor estaban San Joaquín, la Niña y Santa Ana”, describió Santos. “Habrá que imaginarse cómo eran los templos de esa época, un templo muy próximo a como es el de Huizúcar (al interior), por ejemplo”, explicó el padre Cuéllar.
Pero el terremoto del 13 de enero de 2001 dejó todo esto en solo memorias. “Para nosotros fue bien mal porque ya no teníamos donde venir a misa”, “fue una gran lástima ver caído todo”, “no fue solo el templo que se cayó, sino que la zona quedó inhabitable”, son algunos recuerdos de los habitantes de Los Amates cuando ese día vieron convertida en escombros a su preciada iglesia.
Por el momento no hay un diseño para el nuevo templo pues “eso lo vamos a gestionar con el arquitecto porque hay que considerar el tema del suelo, el viento. La cordillera del Bálsamo (donde estaba ubicada la iglesia) está protegida, pero nosotros tenemos el permiso de construir porque se hará sobre una que existió”, ha afirmado el sacerdote.
Para financiar la edificación del nuevo templo, los líderes de la iglesia planean hacer una campaña para solicitar ayuda local y extranjera y construirlo tan pronto como se pueda. “Ya Dios dirá. La fe sigue, no se perdió”, proclaman los creyentes de Los Amates.