La Iglesia Católica salvadoreña está por enviar al Vaticano las biografías de 46 mártires de la guerra de los años 80 para su proceso de canonización.
Así lo informó monseñor Rafael Urrutia, director de la Oficina de Canonización del Arzobispado de San Salvador y postulador de la Causa (proceso), quien considera que el trámite va “por buen camino”.
El prelado anticipó que entre las biografías que serán enviadas al Vaticano se encuentran las de los seis jesuitas y sus dos colaboradoras asesinadas en el interior de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA), en noviembre de 1980, por un comando militar.
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En declaraciones para Radio YSUCA, monseñor Urrutia detalló que “ya terminé de corregir y completar (hojas de vida). Cuando son tantos, todas las diócesis deben enviar toda la información por cada uno de ellos. Hay que hacer un proceso, Roma ya tiene el conocimiento. Dentro de todos los obispos había que tener uno que fuera el autor jurídico principal y es el de la arquidiócesis José Luis Escobar Alas, pero vamos a trabajar en cada diócesis”, explicó.
Estos resúmenes de propuesta serán enviados para viabilizar el proceso, al final del cual se espera que sean declarados santos.
Hace una semana se dio a conocer un listado con propuestas de las personas que podrían llegar a convertirse en santos, entre ellos los sacerdotes diocesanos martirizados en el contexto de la guerra, las dos laicas que murieron en la UCA, los religiosos de Suchitoto y El Despertar, dos laicos de Santiago de María y cuatro de Chalatenango, entre otros.
Monseñor Urrutia afirmó que el listado difundido en redes sociales coincide con los perfiles que han sido enviados, pero aún no puede confirmarlo de forma oficial, debido a que la Iglesia salvadoreña necesita la autorización de Roma una vez las biografías estén presentadas.
El religioso explicó que este proceso requiere investigaciones exhaustivas sobre los perfiles y la participación de testigos que puedan validar la santidad de los candidatos.
Para que uno de los postulantes llegue a ser canonizado debe haber sido siervo de Dios, pasar a ser beato y finalmente llegar a ser santo, todo esto a través de un proceso jurídico que parte de una petición.
Posibles perfiles
Además de los Mártires de la UCA, incluiría a otros sacerdotes asesinados en el inicio de la guerra salvadoreña, entre los años 1977 y 1980. Entre ellos figuran los sacerdotes Rutilio Grande y Cosme Spessotto, junto a dos colaboradores laicos, quienes ya fueron declarados Beatos por la Iglesia Católica.
Rutilio Grande fue asesinado el 12 de marzo de 1977 y, posteriormente, en mayo, sufrió el mismo martirio el también sacerdote Alfonso Navarro Oviedo, asesinado a tiros por escuadrones de la muerte en su parroquia La Resurrección, en la colonia Miramonte.
Tras las elecciones de 1977, denunciadas como “fraudulentas” por la oposición y que llevaron al poder al general Carlos Humberto Romero, se desató una intensa persecución y captura de decenas de sacerdotes y muchos de ellos, que eran extranjeros, fueron expulsados.
En octubre de 1978 fue asesinado a tiros el sacerdote Ernesto Barrera Motto, quien trabajaba en comunidades obreras de Mejicanos. Las autoridades militares alegaron entonces que había caído en un “enfrentamiento” en una supuesta casa de seguridad de guerrilleros en la colonia La Providencia, pero la Iglesia denunció entonces que fue un montaje, de la misma forma que en enero del año siguiente fue asesinado el sacerdote Octavio Ortiz Luna junto a cinco colaboradores. Todos estaban en la casa de retiros El Despertar, de San Antonio Abad, cuando entraron unidades de la extinta Guardia Nacional y los balearon alegando que era una “reunión de subversivos”.
El 20 de junio de 1979 fue asesinado el sacerdote Rafael Palacios, en Santa Tecla, cuando se resistió a ser secuestrado por un escuadrón de la muerte que le asestó 15 balazos.
La lista es probable que contenga los nombres de decenas de laicos, catequistas y miembros de las Comunidades Eclesiales de Base (CEBES) de esa época, también perseguidos con el argumento de que eran “subversivos”, entre ellos, Felipe de Jesús Chacón, un catequista amigo de monseñor Romero, asesinado en 1978.
Entre los asesinados durante la guerra figuran las monjas estadounidenses norteamericanas Ita Ford, Maura Clarke, Dorothy Kazel y la misionera laica Jean Donova, a manos de miembros de la Guardia Nacional, el 2 de diciembre de 1980.