Pedro de Alvarado, Acaxual, Cristóbal Colón, Hernán Cortés, Atlacatl… leer cada nombre nos lleva a momentos únicos en la vida de El Salvador, España y América. Son nombres que entendemos y dimensionamos por el registro de sus hechos. Por su historia. Sin esa documentación y su estudio, sería imposible comprender el contexto de sus acciones en el marco de la conquista y colonización española en el continente y en nuestro país, o analizarlas de cara al futuro.
Cultivar la historia es vital para cualquier país; en El Salvador, conversamos con siete personas que trabajan en este campo y nos compartieron cómo lo hacen, sus retos y preocupaciones.
El historiador Alfredo Ramírez considera que "el problema es que no se entiende para qué sirve la historia, la gente dice 'que bonito', pero no se trata de eso. La clave de la historia y de las humanidades es la creación de pensamiento crítico, la capacidad de cuestionar y reflexionar argumentadamente sobre nuestro pasado compartido y su relación con el presente y el futuro que nos espera".
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Pero trabajar en este campo se torna muy complicado, cuando "la investigación histórica en El Salvador siempre ha sido un desafío porque las bibliotecas, hemerotecas y archivos, a pesar de contar con personal con muy buena voluntad, nunca han tenido el apoyo estatal que necesitan", aporta Héctor Lindo, doctor en Historia.
Entonces, "uno de los grandes problemas es el difícil acceso a estas fuentes y archivos. En el caso de El Salvador, en cuanto a fuentes, muchas de ellas ya no existen, porque se quemaron en el incendio del Palacio Nacional en un incendio en 1889 , otras han sido sustraídas por personas inescrupulosas, pero también la guerra civil de los 80 hizo mella en archivos municipales y parroquiales.
Muchos de estos sufrieron por la vía humana, es decir por la vía de que sacerdotes, párrocos o concejos creían que esa era información inservible, vieja, y no hay dónde ni cómo resguardarla, así que lo mejor era destruirla", lamenta por su parte Sajid Herrera, historiador y catedrático de la UCA.
"Y con los archivos, el difícil acceso tiene que ver con la forma en que se maneja la privacidad de los mismos por parte de ciertas instituciones. Por ejemplo, instituciones eclesiásticas y civiles. Sabemos que hay documentación para trabajar ciertos períodos de la vida nacional, pero el acceso a esos repositorios es difícil, porque no están organizados, porque no quieren dar acceso las instituciones que los administran por diversas razones. Entonces, el trabajo de la investigación se ve mermado, se ve obstruido y ahí hay un gran problema", añade Herrera.
A nivel gubernamental, el descuido en el resguardo de documentos históricos ha sido un fallo no solo de las actuales autoridades, sino de las anteriores, durante décadas, comentan las voces participantes en este artículo.
Herrera comenta que trabajó directamente con el Archivo General de la Nación "casi en las últimas dos décadas, cuando estaba en el Palacio (Nacional) y en esa época estaba en unas condiciones deplorables. Yo trabajé en el gobierno y eso no es prioridad, nunca ha sido prioridad. El mal estado no es de hoy, es de siempre. No queramos venir hacer de algo una agenda política, porque históricamente no ha sido prioridad", tanto en la actual era Bukele como en las anteriores.
Sobre ello, Lindo destaca que "en estos momentos la situación es crítica, el Archivo General de la Nación ha estado cerrado al público y no está en un local idóneo" desde 2023. "Además, nadie da cuenta de la accesibilidad de la hemeroteca y de la colección nacional en lo que antes se llamaba Biblioteca Nacional de El Salvador 'Francisco Gavidia' para honrar a un gran intelectual. Le cambiaron el nombre sin dar explicaciones", agrega.
El historiador Gerardo Monterrosa, quien trabaja para la UNAM en México, considera que "sí hay muchos archivos en El Salvador, lo que pasa es que uno necesita que le paguen para hacer estancia de investigación y esos recursos son los que no existen en el país porque no se apuesta por la investigación, así de simple".
Como ejemplo, Monterrosa comenta que en el país hay una buena cantidad de "archivos institucionales, hay archivos privados; en estos momentos estoy escribiendo un artículo sobre el exilio salvadoreño durante el Martinato (era presidencial del general Maximiliano Hernández Martínez), por ejemplo; en México en los años 30s y 40s y hay una cantidad de archivos, el de Relaciones Exteriores, el Archivo General de la Nación, archivos particulares de la familia Marroquín Casamalhuapa, el MUPI (Museo de la Palabra y la Imagen)".
Monterrosa menciona también la colección de periódicos del Siglo XX en el Museo de Antropología MUNA, el archivo del conflicto armado que se resguarda en la biblioteca Florentino Idoate de la UCA, así como el archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores. "Por supuesto que es una riqueza maravillosa la que existe ahí", subraya.
Historia no es memoria, ni viceversa
Ana Silvia Ortiz, directora del Instituto de Estudios Históricos, Antropológicos y Arqueológicos de la UES, refuerza que "la disciplina de la historia no puede ser concebida sin el acceso a fuentes, que garantiza que nuestra generación, pero también las subsecuentes, recurran a esas fuentes, para construir el conocimiento histórico de su país. Y no solo historiadores, sino también antropólogas, politólogos" y de otras áreas científicas.
Además, subraya que su labor es preservar la historia como tal, y no solo la mirada de un solo partido político, organización ideológica o grupo social. "Eso es memoria, no historia", recalca.
Su colega Fina Viegas, también catedrática y directora de la Licenciatura en Historia en la UES, suma que "necesitamos una divulgación importante de qué es la historia académica, desde la investigación profesional, y los conocimientos que de ahí surgen, con respecto a cualquier otra instancia que hable del pasado, que además hable de la verdad, y que no realice el proceso de documentación, investigación y sistematización que se hace desde la historia profesional".
Añade Viegas que "es necesaria la reflexión objetiva, sistematizada, a la luz del tiempo y la formación profesional, para un país que tenga que hacer las paces con su pasado, que tenga que desvelar qué pasó. Son necesarios estos agentes que llamamos historiadores e historiadoras".
Desde México, el historiador Ricardo Castellón resume que en este campo "el principal reto es hacer estudios históricos sin recursos", pero en cuanto a la profesión, considera que está "lo indispensablemente saludable como para vivir y producir al menos local y regionalmente".
En un país que por años ha destinado pocos recursos a la conservación de su memoria, Lindo comenta que "todas las personas que nos dedicamos de la investigación dependemos en gran parte de fuentes primarias como documentos gubernamentales, correspondencia oficial y personal, registros estadísticos, etcétera. Para mi trabajo también uso muchos periódicos, revistas y publicaciones oficiales y no oficiales de la época que estoy estudiando, y trabajos en microfilm o escaneados. Colegas que trabajan en períodos más recientes también hacen muchas entrevistas".
Así mismo, añade Lindo, "uno necesita tener acceso a fuentes secundarias (como el trabajo académico de colegas tanto en El Salvador como en el extranjero) para comprender el contexto. Esas fuentes secundarias se encuentran en bibliotecas muy profesionales que están pendientes de adquirir las novedades bibliográficas".
En este punto, la mayoría concuerda en que a nivel centroamericano, las administraciones de Honduras, Nicaragua y El Salvador han hecho una labor mucho menor al buen trabajo de conservación histórica en Costa Rica y Guatemala.
"Si usted le pregunta a los guatemaltecos, le van a decir que también para su gobierno no es prioridad la Cultura, pero ellos han tenido la fortuna que sus archivos están mejor resguardados, mejor organizados, al igual que los de Costa Rica. No pasa lo mismo con Honduras, no pasa lo mismo, creo, con Nicaragua. México, Colombia, es otra cosa. A nivel Centroamericano, solo es Guatemala y Costa Rica (los que tienen sus archivos mejor organizados y resguardados). De Panamá no sé. A nosotros nos hace falta mucho y para darle el debido mantenimiento se requiere de una inversión bien fuerte", sostiene Herrera.
La poca existencia y restringido acceso a archivos se conjugan como la principal preocupación para la disciplina de la historia, explica Ramírez.
"En El Salvador no existe la cultura de cuido a la documentación, no hay archivos debidamente organizados. Los más importantes son los públicos", sigue Ramírez, quien remarca la importancia de que profesionales de la historia puedan tener más documentos abiertos como herramientas, pues "sin fuentes de información no hay historia; la interpretación y análisis del pasado es imposible, debido a que por más que la formación permita aportar ideas y enfoques novedosos dentro de la historia, es imposible innovar y descubrir información relevante sin el acceso a las fuentes".
Encontrar soluciones y desarrollar un trabajo metódico, por tanto, se convierte en el día a día para quienes impulsan esta pasión de trabajar por la historia.
Ramírez describe que "el historiador debe ser un profesional transparente. En el proceso de recolección de información siempre se lleva un registro de los documentos consultados -libros, revistas, entrevistas, fuentes de archivo, correspondencia, fotos, mapas, etc.- y se colocan en el resultado final para indicar de dónde se obtiene la información. Para esto existen herramientas como bases de datos, cuadernos físicos y electrónicos, programas gestores de referencias bibliográficas. Estas fuentes deben de ser fidedignas y consultadas, de preferencia, directamente en las entidades o personas que las crearon".
Lindo, muy activo en redes sociales para contrastar hechos históricos con realidades actuales, se apoya también en la tecnología, ya que "en general trato de tomar imágenes digitales de todo lo que me interesa para evitar manipular mucho el papel que con frecuencia es muy frágil. Las nuevas tecnologías ayudan mucho porque me permiten hacer bases de datos para encontrar rápidamente la información que me interesa, aunque esta sea muy puntual".
Sobre el futuro de esta profesión Ramírez recalca que la Licenciatura en Historia, que nació en 2021, es la única que se imparte en este campo en el país; al hacer un balance de lo vivido en la UES, explica que "la demanda de esta carrera siempre ha sido pequeña. El actual programa de historia empezó en el 2001, en casi 25 años tiene más de 70 graduados con un porcentaje de desempleo del 13% aproximadamente. Algunos de los graduados hemos estudiado o están estudiando en el extranjero maestrías y doctorados. Las posibilidades de crecimiento y especialización son reales. Así mismo hay alrededor de 45 tesis de licenciatura en historia, todas disponibles en línea de acceso gratuito, con variados temas muy relevantes".
Las áreas de trabajo para quienes obtengan su Licenciatura en Historia son diversas, como "la gestión cultural, la gestión de la información, la investigación y la enseñanza. Esto no quiere decir que estamos restringidos a estas áreas, también pueden ser excelentes empleados públicos en diferente nivel, por ejemplo, como oficiales de información, jefes y directores de archivos, docentes universitarios, autoridades universitarias, diputados, ministros, presidentes o directores de fundaciones y ONGs. El espacio de trabajo es amplio y ha sido ocupado por otras profesiones en ausencia de historiadores", resume Ramírez.
Es ahí donde se vuelve importantes romper barreras, sostiene Herrera, y unir esfuerzos desde la disciplina de la historia con otras profesiones y miradas.
Herrera lamenta que hay personas que cometen un error en sus cargos o tomas de decisiones, pues piensan que "no es necesaria una mirada hacia el pasado; creen que los fenómenos sociales pueden ser comprendidos desde el presente. Me parece que es un craso error y ahí hay una barrera. O creen que entender el pasado solo es entender, si estamos haciendo en este momento un trabajo de investigación sociológica o política de la actualidad, creemos que lo más que podemos llegar del pasado es a la guerra civil, o al Martinato, o al 32. Lo demás no existe, lo demás es prehistoria. Y para mí es grave, porque al final terminamos reduciendo la riqueza de nuestra historia, la riqueza del pasado. Creemos que el pasado solo es el 32, Martínez, los regímenes militares o el conflicto civil. Y eso no debe ser".
Sostiene Herrera que esta es "una gran barrera que debemos seguir rompiendo, acercándonos más a estos colegas y hacerles ver la importancia de saber entender los fenómenos no solo de manera sincrónica, sino también diacrónicamente. Es decir, no solo desde el presente, sino también desde el pasado. También hay otros colegas que dicen, los historiadores son un tema de la independencia, y el mes de septiembre es el mes ideal para buscarlos y consultarlos. Desde la historia podemos entender fenómenos como la violencia, la migración, podemos entender y enriquecer temáticas sobre género, políticas, como el presidencialismo… estamos con una visión tan reduccionista que estamos empobreciendo nuestra visión del pasado".
Lindo concluye que "desde el punto de vista intelectual, la investigación histórica en El Salvador ha avanzado de manera muy significativa durante las últimas tres décadas. Basta con escuchar los cursos y conferencias que organiza la Academia Salvadoreña de la historia para darse cuenta de la seriedad con que están trabajando mis colegas, desde los más veteranos hasta las nuevas generaciones. Desafortunadamente, la incertidumbre con respecto a los acervos documentales, bibliográficos y hemerográficos hace muy difícil continuar avanzando. Puedo especular además que las restricciones presupuestarias que se están imponiendo a la Universidad de El Salvador van a repercutir en disminución de fondos para la investigación y contratación de personas que se dediquen a la docencia e investigación histórica. Creo que se están acumulando obstáculos que dificultarán de manera sensible el progreso la investigación histórica en el país"